A veces las cosas no salían como uno las planeaba.
Las misiones se alargaban y en ocasiones la gente con la que
uno contaba perdía la fe, dejaba de confiar en ti y seguía adelante con su
vida.
Cuando eso sucedía, lo más correcto, lo más honrado era no
armar un escándalo, sino tomarlo con resignación por mucho que doliera…
dejarlos ir deseándoles una última vez que lograran hallar un modo de ser
felices.
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