Observaba el calendario colgado de la pared mientras mi alma caía a mis pies en picado.
Quedaban siete días para mi cumpleaños. Siete malditos días para tener 16 años.
No me preocupaba tener un año más, en realidad lo veía como una ventaja. Dejaba de ser tan niña, asumía nuevas responsabilidades, un poco más de libertad paternal... ¿Pero qué era eso comparado con un cumpleaños solitario, en el cual nadie se acordaría de ti, y tu familia te regalaba lo mismo que en Navidades, santos...?
No era nada.
<<Llevaba tiempo pensando en escribir esta entrada, y lo que me había impedido a decidirme era la posibilidad de que algo cambiara mi decisión; o simplemente, confiar ciegamente en que alguien me darías las felicidades desinteresadamente , sin obligaciones, sólo por sentirlo... >>
Porque justo en este momento, la imagen que me venía a la mente, era coger el cuchillo de mi escritorio y poner fin a esta historia.
Analizaba la mejor forma de crear una herida rápida, indolora, que acabara rápidamente con mi vida.
Pero no había ninguna. Todas son dolorosas. No quería más sufrimiento, de eso ya había tenido a lo largo de mi infancia y adolescencia. ¿Aunque qué más daba un poco más de dolor al final del camino? Importaba porque no quería morir así.Lo sabía en el fondo de mí. Quería mujer de viejita, en mi cama, o al lado de la persona a la que amaba. Pero esa era imposible también. Y cuánto más lo pensaba más ganas de finalizar tenía.
¿Y si tras mi cumpleaños, cambiaba mi vida? ¿Qué pasaría con la gente que dejo atrás?
Nada.
Ellos seguirían su vida. Y el sendero que se recorre no cambia de un día para otro.
Cuántas veces había estado sola ante la tormenta. Llorando, con nadie con quién hablar. Creyendo que podía salir adelante una vez mas. Llorando en una esquina de mi habitación, escondiéndome de mis miedos... Para verlos de frente cuando menos lo esperaba.
Desesperada. Ésa era la palabra que me definía siempre.
Quisiera tener a alguien, que pudiera abrazarme en este momento y alejarme de mis pesadillas. Llevarme lejos de mi país. A otro mundo. Otro Universo.
Seguía plantada ante el mes de Septiembre.
Mi madre entra por la puerta con nueva ropa que doblar.
- ¿Qué haces ahí?
Pienso mi respuesta. ¿Decirle la verdad? ¿Que no quería celebrar mi cumple con las mujeres de siempre, en vez de con amigos; que no quería comer pantumaca, sino una buena hamburguesa; que quería quedarme en casa, en mi ordenador, y hacer como que era un día como otro cualquiera? Nunca. No lo entendería y me llamaría loca otra vez.
- Nada.
Giré mi cuerpo, hacia la silla de mi ordenador. A mis amigos.
- ¿Qué harás el día de tu cumple?
Volví a pensar mi respuesta.
¿Me daba la posibilidad de elegir? No, ella sólo quería una excusa para reunir en su casa a sus amigos.
- Nada.
- ¿No quieres quedar con las alemanas?
- No lo había pensado.
- ¿Y por qué no las llamas para quedar ese día?
- Puede que lo haga.
Suena el teléfono. Mi madre lo coge y habla con mi prima Marina.
Yo escucho música en mi ordenador mientras intercambio opiniones del juego con mis amigos.
Pienso en lo que me dijo. ¿Quedar con mis mejores amigas? Seguro que hacían la carga menos pesada. ¿Pero tenía ganas en realidad? No. No quería recordar quiénes me habían felicitado y quiénes se habían olvidado de mí.
- ¡Marina quiere hablar contigo!
Salgo de mi cuarto hacia el de mi madre.
Coloco el auricular en mi oído.
- Dime.
- ¿Qué pides por tu cumple?
- Nada.
- ¿Cómo que nada? Es tu cumple, algo querrás.
- Pues no quiero nada.
- Entonces, lo que te compraremos está a nuestra libre elección.
Siempre había sido así. ¿Desde cuándo les importaba lo que yo quería? Siempre que pedía algo pasaban de mí para preguntarle a mi madre que pedía ella por mí. Ropa, ropa ,ropa. ropa, ropa. ¿QUÉ PASA CON LO QUE YO QUIERO?
- De todas formas, ya sé que me regalareis, incluso aunque yo allá pedido algo.
- ¿Qué dices?
- Que me comprareis ropa, ¡como siempre! Y si digo algo acerca de que no me gusta o que estoy harta de que sea siempre la misma mierda, mi madre me saltará enfadada con que no merezco nada, y que no sé agradecer. ¡Así que puedes guardarte tus gilipolleces porque no quiero nada!
Le tendí el teléfono a mi madre mientras esta ya empezaba a abrir la boca para replicar.
Fui más rápida. Corrí a mi cuarto. Llorando por la maldita mierda que tenía que vivir.
<<Respira, aguanta un segundo y respira>> Me dije a mí misma.
Aunque quisiera, me regalarían lo mismo. Porque a ellos les da igual si llevas pidiendo tres años seguidos lo mismo. Les da igual si quieres conocer mundo, para ellos eso está mal. Les da igual si quieres unas vacaciones inolvidables, porque eso es de ricos y para quien se lo merezca más que yo.
En ese caso. ¿Para qué seguir? Todos mis cumpleaños han sido y serán iguales. Como si fueran el de mi madre. Como si yo no hubiera nacido.
Cojo el cuchillo.<<Desesperada, miedica>>
Sí. Una vergüenza para el mundo y para quienes quería.
El dolor atraviesa mi cuerpo, me doblo por la mitad.
Lloro. Me rendía...
Mi ordenador se queda sin conexión.
La última frase que leo: "Nunca podré estar avergonzada de haberte conocido, siempre serás mi mejor amiga. Te quiero por lo que eres, no por lo que tienes."
Después... La Nada.