¿Quién era ella?
Nada más que una simple dama, hija del barón de Oxford, pasiva y gris. Menospreciada. Reticente a vivir la misma vida que sus compañeras, mucho más lindas que ella.
¿Quién era ella?
Nadie en mitad de la marea social londinense, eso si es que estaba situada en ella.
Absolutamente nadie conocía sus deseos más prohibidos, sus sueños más oscuros, ni su forma de ser, ni de razonar... Su inteligencia era relegada a menudo a un segundo, tercer o último lugar. Con frecuencia tenía que parecer tonta ante quienes quería impresionar. Vivía en una época donde una cara bonita valía mucho más que la integridad de una persona.
Ni siquiera aquellas que tenían el nombre de mejores amigas conocían su necesidad de vivir la vida a cada segundo, de sentirse cada día más viva, de experimentar nuevos sucesos, nuevas emociones, enfrentar nuevas situaciones. Cosa que veía imposible en su condición de solterona gordita y fea.
Nadie sabía a dónde iba, ni cómo ni con quién, y eso le bastaba para saber que era libre de tomar sus propias decisiones sin el miedo a ser tachada de mala compañía e influencia. Pero eso no le importaba mientras pudiera ser quien era ella. No mientras pudiera seguir soñando sin ser interrumpida por obligaciones. No mientras aún fuera dueña de su vida.
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