Voy recorriendo el sendero. Oigo mis pasos sobre la fina hierba, los crujidos de las ramas al romperse; noto los rayos del sol relajándome con sus finas líneas de luz en el cielo azul; todo suena tan acompasado que me recuerdan a una melodía con un violín tocando finamente, como si de una canción celta se tratase...
Alzo la vista al cielo... Está azul... Ni una nube... Aunque un poco más adelante, donde el bosque comienza, se prevé una tormenta... Las algodonosas espumas se arremolinan entorno a un círculo invisible, y los rayos ya crepitan en su interior... Se nota la energía en el aire, al respirar, todos tus músculos se contraen, el ritmo de mi corazón se intensifica; el sonidos retumba en mis oídos...
Al llegar a la linde del bosque, me paro...
Mi capa roja ondea en favor del viento... Recuerdo, como instantes antes, mi madre me había comentado con voz temblorosa " no dejes que vean ese color, los atrae...".
Pienso en mi padre, cuando, al caer el día, me decía "nunca entres en el bosque... Allí es donde ellos esperan..."
Visualizo lo que dirían los habitantes de mi aldea... "Has caso de la campana de alerta... Significa que vienen..."
Pero todo mi ser se veía atraído por tanto misterio...
Quería descubrir, quería conocer que eran aquellos que causaban tanto miedo en mi pueblo... Qué era aquello que me llamaba en mis sueños más profundos... Me arriesgaría...
Tanta monotonía me cansaba... Si realmente había algo allí, me quedaría con él, o perecería en el intento.
Mi pie izquierdo se adelantó al derecho, aparté una rama por encima de mi cintura con mi mano, y me interné en las oscuridades de lo tenebroso... Para no volver a salir...
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