sábado, 2 de febrero de 2013

Come home-4


La adrenalina recorría su cuerpo mientras descendía en el ascensor, atravesaba la puerta y se vio rodeada de Madame Tussoe, diseñadora profesional y especializada en el protocolo aristocrático.
-          Algún día tirarás esos pantalones largos oscuros para comenzar a llevar faldas más favorecedoras.
-          Con los pantalones me siento más cómoda, madame- dijo mientras daba un beso en la mejilla a la pequeña mujer-. El jefe me dijo que viniera a darte mis medidas para…
-          We, we…  Los hermosos vestidos para la fiesta de la familia-, sin parar de hablar llevó a Katherine hacia un pequeño taburete al que fue subida-. Necesito que te quedes en ropa interior de lo contrario no podré tomar bien las medidas, petite.
-          Mientras no me vea nadie…- la última vez que fue a probarse vestidos de Madame Tussoe terminó llevándose un armario completo de trajes de gala. Vestidos de cola de satén, de franela, algunos casi transparentes, otros brillantes… La madame siempre hacía las cosas por todo lo alto, siempre y cuando eso ayudara a marcar su estilo y la marca tan codiciada que llevaba a cabo desde la empresa. A parte de ser una de las más reconocidas diseñadoras de innovadores vestuarios era la más cercana amiga que Katherine tenía cerca. Sabía prácticamente todo de ella: desde su pasado oscuro a su triste época adolescente; sus amores prohibidos y platónicos, así como los falsos y no correspondidos; sus frustraciones y sueños… Incluso sus deseos más ocultos.
La modista era de estatura más pequeña que ella, y de constitución rolliza. Eso no impedía su gran actividad física durante el día, corría de un lado para otro, arreglando aquí y allá, retoques finales, y tiempo para un café con la petite, que era así como llamaba a Kath.  Su pelo moreno y rizado se ondeado por sus movimientos de cabeza en todas las direcciones, asintiendo y negando aquello que no era de su aprobación.
-          Creo que esta vez variaremos el diseño de varios vêtements. ¿Qué te parece un escote en pico pronunciado?- llevaba tiempo saber que Tussoe nunca buscaba respuesta de segundas personas a sus preguntas. Ella se las hacía a sí misma en alto, y se respondía a la misma rapidez-. Sí, creo que siendo rojo te sentaría bien. Además, tienes unos pechos muy bonitos, perfectos para ser adorados. Te compraremos un sujetador que los aguante bien arriba y tensos, para no moverlos. Uno azul eléctrico también estaría bien. ¡Oh, Dios mío! Me siento como si fuera yo misma quien fuera al baile. Prométeme que lo pasarás en grande, Katherine.
-          Depende de cómo entendamos eso. Quieren que enamore a Khol.
-          ¿Le petit frère?- comentó Madame.
-          Con Madame de aliada los conquistará a todos.
Pronto estuvo rodeada por una bandada de costureras, algunas de las cuales comenzaron a tomarle medidas a la joven mientras las demás comenzaban a desplegar ante ella rollos de telas de colores y materiales exquisitos. Una jovencita más baja y con gafas estaba sentada en un taburete cercano, tomando nota, cuando Madame Tussoe se unió a la conversación.
-          Para empezar, necesitará al menos seis vestidos du soir, seis de jour, tres trajes de paseo, ropa interior de seda y mucho encaje, y  cinco vestidos de tarde… —hizo una pausa, permitiendo que la ayudante lo apuntara todo—. ¡Oh! Y tres vestidos de baile. No, cinco. Por supuesto, deberán ser impresionantes —siguió enumerando Madame, lanzándole una significativa mirada a  Katherine—. Tiene que conquistar Londres.
-          ¿Dónde está esa época de los pantalones vaqueros y negros?-le respondió la aludida, resignada. Kath sonrió mientras se recreaba en la escena. Definitivamente, Madame era la compañera perfecta, y parecía desbordada por completo. Pobrecita.
-          ¿Me he olvidado de algo? —reflexionó la diseñadora mirando a Kath.
-          Chaquetillas ribeteadas de piel, capas, abrigos, chales y todos los complementos necesarios...-dramatizó con las manos por lo alto Kath-. Me temo que ya es mucha ropa de por sí, Madame.
-          Tonterías.Los paga la gran empresa ¿no? Dales el gusto de hacer algo por ti, mon coeur Y no niegues que no los necesitas. Alguien como tú siempre debe estar cambiando de imagen. ¿Cuánto hace que no te cortas el pelo? ¡Amelie! Ve a buscar a John, dile que es urgent.
-          No creo que haga falta…-empezó a decir Kath, pero inmediatamente fue interrumpida por la voz imponente de su jefe.
-           Si dije que correríamos con los gastos de los trajes exclusivos que llevarías es eso lo que haremos. Ahora deje de quejarse, señorita Newhile, y prepárese para partir en cuanto tenga los vestidos.
-          Si, señor.
Tras la marcha del superintendente, la joven se puso recta sobre la pequeña silla.
-          Bueno. Sin embargo, me gustaría que los vestidos se adaptaran a un style  más… italien- inició la marcha madame.
-          ¿Crees que transformarías a un salvaje lirio español en una rosa inglesa? —se mofó Kath—.
-          Te presentarás ante la sociedad como una rutilante estrella italiana- respondió orgullosa su amiga.
Kath no pudo evitar reírse entre dientes.
-          ¡Estupendo! ¿Elegimos las telas?
Las palabras hicieron que la bandada de mujeres la envolviera en un pequeño remolino, desenrollando metros de muselinas y rasos, finos algodones de la India y crepés, terciopelos y gros de Naples con todos los patrones y colores imaginables.
-          ¿Cuáles te gustan más? —le preguntó Madame.
Kath se concentró en el montón de telas con una aturdida sonrisa. Madame se acercó y enlazó su brazo, señalando con la cabeza un raso verde.
-          Si no encargas un vestido de noche con ese raso, me desilusionarás —aseguró.
-          Bueno, entonces tendré que hacerlo. A mí me gusta esa muselina rosa- rió por lo bajo.
Madame Tussoe alzó el rollo y se lo tendió a la costurera.
-          Excelente elección, petite. ¿Puedo sugerirte también ese raso dorado? Para la noche, por supuesto. Y el hueso de ahí también es perfecto.
Kath se encontró contemplando un etéreo raso azul que había captado su atención desde que lo llevaron al departamento de diseño de ropa. Por primera vez en mucho tiempo, se sintió tentada de pedir un vestido con esa tela.
-          Esa tela te atrae, ¿non? —Las palabras con marcado acento francés de la modista sacaron a Katherine de su ensimismamiento—. Es ideal para un vestido de noche. Para tu próximo baile. Este raso está hecho para bailar el vals.
-          No creo que baile ninguna pieza.
-          ¿No sabes bailarlo?
Kath detuvo la próxima orden de la diseñadora:
-          Sé, pero no bailo.
 Quizá es que no llevas el vestido adecuado, petite. Te  aseguro que… si diseñara un vestido para ti con esa tela, bailarías. —Extendió la tela encima de la mesa y formó unos pliegues con el material. Dio un paso atrás y permitió que Katherine echara un vistazo a su trabajo, un ejemplo de cómo podría quedar en un vestido. Era una preciosidad.- Deberías lucir el cuello, así como la cintura. Te esconde detrás de tantos colores negros... —Madame soltó las palabras como si hablara de algo odioso—.Necesitas un vestido con estilo françois. ¡Los franceses disfrutan de las formas femeninas!
Kath se ruborizó ante el atrevido discurso de la mujer, tentada en cambio por sus palabras. ¿Se imaginaba con ese vestido? Era probable que con la suficiente confianza consiguiera disfrutar de la velada.
-          Ojo con el raso azul medianoche. Le pondremos ribetes de chinchilla. Aparta este raso. Esta tela está reservada para esta dama.
Ante aquellas palabras, las ayudantes emitieron unas risillas. Madame solo apartaba una tela cuando hacía un vestido ella misma.

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