La adrenalina recorría su cuerpo
mientras descendía en el ascensor, atravesaba la puerta y se vio rodeada de Madame Tussoe, diseñadora profesional y
especializada en el protocolo aristocrático.
-
Algún día tirarás esos pantalones largos oscuros
para comenzar a llevar faldas más favorecedoras.
-
Con los pantalones me siento más cómoda, madame- dijo mientras daba un beso en la
mejilla a la pequeña mujer-. El jefe me dijo que viniera a darte mis medidas
para…
-
We, we… Los hermosos vestidos para la fiesta de la
familia-, sin parar de hablar llevó a Katherine hacia un pequeño taburete al
que fue subida-. Necesito que te quedes en ropa interior de lo contrario no
podré tomar bien las medidas, petite.
-
Mientras no me vea nadie…- la última vez que fue
a probarse vestidos de Madame Tussoe
terminó llevándose un armario completo de trajes de gala. Vestidos de cola de
satén, de franela, algunos casi transparentes, otros brillantes… La madame siempre hacía las cosas por todo
lo alto, siempre y cuando eso ayudara a marcar su estilo y la marca tan
codiciada que llevaba a cabo desde la empresa. A parte de ser una de las más
reconocidas diseñadoras de innovadores vestuarios era la más cercana amiga que
Katherine tenía cerca. Sabía prácticamente todo de ella: desde su pasado oscuro
a su triste época adolescente; sus amores prohibidos y platónicos, así como los
falsos y no correspondidos; sus frustraciones y sueños… Incluso sus deseos más
ocultos.
La modista era de estatura más
pequeña que ella, y de constitución rolliza. Eso no impedía su gran actividad
física durante el día, corría de un lado para otro, arreglando aquí y allá,
retoques finales, y tiempo para un café con la petite, que era así como llamaba a Kath. Su pelo moreno y rizado se ondeado por sus
movimientos de cabeza en todas las direcciones, asintiendo y negando aquello
que no era de su aprobación.
-
Depende de cómo entendamos eso. Quieren que
enamore a Khol.
-
¿Le petit frère?- comentó Madame.
-
Con Madame
de aliada los conquistará a todos.
Pronto estuvo rodeada por una
bandada de costureras, algunas de las cuales comenzaron a tomarle medidas a la
joven mientras las demás comenzaban a desplegar ante ella rollos de telas de
colores y materiales exquisitos. Una jovencita más baja y con gafas estaba
sentada en un taburete cercano, tomando nota, cuando Madame Tussoe se unió a la conversación.
-
Para empezar, necesitará al menos seis vestidos
du soir, seis de jour, tres trajes de paseo, ropa interior de seda y mucho
encaje, y cinco vestidos de tarde… —hizo
una pausa, permitiendo que la ayudante lo apuntara todo—. ¡Oh! Y tres vestidos
de baile. No, cinco. Por supuesto, deberán ser impresionantes —siguió
enumerando Madame, lanzándole una significativa mirada a Katherine—.
Tiene que conquistar Londres.
-
¿Dónde está esa época de los pantalones vaqueros
y negros?-le respondió la aludida, resignada. Kath sonrió mientras se recreaba
en la escena. Definitivamente, Madame era
la compañera perfecta, y parecía desbordada por completo. Pobrecita.
-
¿Me he olvidado de algo? —reflexionó la
diseñadora mirando a Kath.
-
Chaquetillas ribeteadas de piel, capas, abrigos,
chales y todos los complementos necesarios...-dramatizó con las manos por lo
alto Kath-. Me temo que ya es mucha ropa de por sí, Madame.
-
Tonterías.Los paga la gran empresa ¿no? Dales el
gusto de hacer algo por ti, mon coeur Y no niegues que no los necesitas. Alguien como tú siempre debe estar cambiando
de imagen. ¿Cuánto hace que no te cortas el pelo? ¡Amelie! Ve a buscar a John,
dile que es urgent.
-
No creo que haga falta…-empezó a decir Kath,
pero inmediatamente fue interrumpida por la voz imponente de su jefe.
-
Si dije
que correríamos con los gastos de los trajes exclusivos que llevarías es eso lo
que haremos. Ahora deje de quejarse, señorita Newhile, y prepárese para partir
en cuanto tenga los vestidos.
-
Si, señor.
Tras la marcha del superintendente, la joven se puso recta
sobre la pequeña silla.
-
Bueno. Sin embargo, me gustaría que los vestidos
se adaptaran a un style más… italien- inició la marcha madame.
-
¿Crees que transformarías a un salvaje lirio español
en una rosa inglesa? —se mofó Kath—.
-
Te presentarás ante la sociedad como una
rutilante estrella italiana- respondió orgullosa su amiga.
Kath no pudo evitar reírse entre
dientes.
-
¡Estupendo! ¿Elegimos las telas?
Las palabras hicieron que la bandada de mujeres la
envolviera en un pequeño remolino, desenrollando metros de muselinas y rasos,
finos algodones de la India y crepés, terciopelos y gros de Naples con todos los patrones y colores
imaginables.
-
¿Cuáles te gustan más? —le preguntó Madame.
Kath se concentró en el montón de telas con una aturdida
sonrisa. Madame se acercó y enlazó su
brazo, señalando con la cabeza un raso verde.
-
Si no encargas un vestido de noche con ese raso,
me desilusionarás —aseguró.
Madame Tussoe alzó el rollo
y se lo tendió a la costurera.
-
Excelente elección, petite. ¿Puedo sugerirte también ese raso dorado? Para la noche,
por supuesto. Y el hueso de ahí también es perfecto.
Kath se encontró contemplando un
etéreo raso azul que había captado su atención desde que lo llevaron al
departamento de diseño de ropa. Por primera vez en mucho tiempo, se sintió
tentada de pedir un vestido con esa tela.
-
Esa tela te atrae, ¿non? —Las palabras con marcado acento francés de la modista sacaron
a Katherine de su ensimismamiento—. Es ideal para un vestido de noche. Para tu
próximo baile. Este raso está hecho para bailar el vals.
-
No creo que baile ninguna pieza.
-
¿No sabes bailarlo?
Kath detuvo la próxima orden de la diseñadora:
-
Sé, pero no bailo.
Kath se ruborizó ante el atrevido discurso de la mujer,
tentada en cambio por sus palabras. ¿Se imaginaba con ese vestido? Era probable
que con la suficiente confianza consiguiera disfrutar de la velada.
-
Ojo con el raso azul medianoche. Le pondremos
ribetes de chinchilla. Aparta este raso. Esta tela está reservada para esta
dama.
Ante aquellas palabras, las ayudantes emitieron unas
risillas. Madame solo apartaba una tela cuando hacía un vestido ella
misma.
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