viernes, 14 de junio de 2013

Pains

El dolor adopta formas diversas: una punzada, una leve molestia... dolor sin más, el dolor con el que convivimos a diario. Pero hay dolor que no podemos ignorar, un dolor tan enorme que borra todo lo demás y hace que el mundo se desvanezca hasta que solo podemos pensar en cuanto daño hemos hecho. ¿Como enfrentarnos al dolor? Depende de nosotros. El dolor… anestesiarlo, aguantarlo, aceptarlo... ignorarlo, para algunos la mejor manera de enfrentarse a él es seguir viviendo.
El dolor, sólo hay que aguantarlo. Esperar a que se vaya por si solo y a que la herida que lo ha causado cicatrice. No hay soluciones ni respuestas sencillas, solo hay que respirar hondo y esperar a que se calme. La mayoría de las veces el dolor puede aliviarse, pero a veces llega cuando menos te lo esperas, te da un golpe bajo y no te deja levantarte. Hay que aprender a aceptar el dolor, porque lo cierto es que nunca te abandona y la vida siempre lo acrecienta.

Ella lo intentaba una y otra vez. Respiraba hondo, y suspiraba lentamente. Llenaba su mente de recuerdos felices, y cuando se acababan, volvía a pensar en algo más bello. Pero llegaba un momento en que no podía seguir adelante. Sólo deseaba permanecer en la cama, llorando, sin motivo alguno, abrazando su cuerpo, o siendo abrazada.
Pasaba que realmente no quería ver a nadie, ni siquiera a Alistair. Se sentía avergonzada, desdichada, humillada y un ser mancillado. En una sola noche dejó de ser la fuerte Catherine Newhile, para dar paso  a una deshonrada.  Todo por ser demasiado inocente. Demasiada ingenua.
Todo empezó la noche del baile. El duque con el que tenía acordado contraer matrimonio, la invitó a dar un paseo por los jardines del castillo, a solas. Ella, entrando en la boca del lobo sin darse cuenta, aceptó con una alegre sonrisa. El ambiente del interior la agobiaba.

Pasearon hasta las profundidades de la oscuridad. Llegaron a una rosaleda, y el hombre cortó una rosa roja. En vez de tendérsela, la paseó por todo su escote, mientras sus ojos destilaban libido. Las tripas de Catherine se alzaron en protesta, rogando porque terminara.
Pero fue al contrario. Él seguía tomándose libertades. Libertades que ella no fue capaz de parar por respeto al compromiso. Hasta que llegó el momento del sentido común. El Duque metió una mano en su pecho, y lo apretó con fuerza. En ese mismo momento, un grupo del baile apareció en el escenario de la tragedia. Entre ellos, Alistair Cocks. El rostro de Catherine se tornó rojo, y su acompañante no tuvo más cabeza que gritar y ocultarse detrás de ella misma.

Catherine sólo podía contemplar la furia que irradiaba el escocés. Su rostro lleno de rabia, sus puños cerrados, uno de ellos agarrando la empuñadora de su espada. Los demás acompañantes eran los soldados escoceses, que imitaban el mismo movimiento que el jefe. Las damas presentes se empezaron a reír y a cuchichear entre ellas. Una de ellas se separó del grupo para extender el rumor a todo el potencial público.
-          Para a esa mujer, McKenna.
No necesitó respuesta del soldado. Rápidamente agarró a la mujer del brazo, y la llevó hasta su carruaje.
-          Duque Harrington. De la cara en vez de ocultarse tras las faldas de su excelencia.
-          ¡Lárgate de aquí, idiota! ¡Has estropeado el momento!
Catherine intentó soltarse del abusón que seguía metiéndole mano bruscamente. Rogó con su mirada a su guardaespaldas. Y susurró con los labios “por favor”.

Pareció todo permiso que necesitaba el escocés. Con rapidez la soltó de los brazos pulposos, la puso rodeada de sus soldados, y propinó varios puñetazos a la cara del Duque. Uno… Dos… Tres... Cuatro… Cinco. Los gritos del malherido de hacían más débiles a cada rato.
Cat escondió su rostro en el pecho del soldado Cam Rohan, negándose a ver más allá de la sangre. Las damas empezaron  a gritar, y salieron corriendo cuando la pelea se movió de sitio. Varios soldados del duque acudieron a su rescate. Ya no había escapatoria. Todo el mundo estaba al tanto.
La contienda se llenó de ejércitos de cada bando. Los suyos propios habían formado un círculo a su alrededor, protegiéndola de miradas indiscretas, mientras otro tanto empezaba a luchar contra los del Duque. Cat empezó a temer por la vida de sus hombres. Hace poco habían salido de un derramamiento de sangre, como para empezar otro innecesario.
-          ¡Por favor, parad!-gritó a la multitud, rogando porque se detuvieran.
Poco a poco Harrington pudo ser separado de las garras de Alistair, quien fue reducido por cuatro hombres. Mientras, el insensato orgulloso no dejaba  de gritar.
-          ¿Por qué defendéis a esa zorra? ¿No véis lo fea que es? Al casarme con ella hago un favor al reino de olvidarse de este asunto. Nadie querría casarse con ese pato feo. Ni toda la ropa fina del mundo podría darle una figura de mujer, o el perfil si quiera. O quizás le pase eso por la reputación de tener un escocés en su lecho…

Alistair, que había intentado serenarse y alejarse de la contienda, volvió sobre sus pasos. Sólo porque un hombre haya aprendido a controlar su temperamento no significaba que no fuera capaz de perderlo cuando las circunstancias así lo demandaban. Alistair consiguió hacerse paso entre los soldados del duque, lo cogió por el cuello de la camisa y lo lanzó por el aire contra el árbol más cercano.
-          ¿Cómo osas decir esas mentiras sobre Catherine? Tú que eres un perdedor, malvada pieza del ridículo. Ni siquiera mereces estar en su presencia.
El rostro de Harrington se fue tornando en un interesante color blanco, y parecía poco dispuesto a responder, probablemente porque el golpe había cortado cualquier capacidad de respirar. De cualquier forma, la respuesta de Alistair había sido retórica.
Él volvió a coger por el cuello a Harrington, para lanzarlo nuevamente contra otro árbol, mientras sus soldados eran reducidos por los de Catherine.
-          Ella es la más hermosa- nuevo “¡bum!”- exquisita- “’¡bum!”- mujer de todo Londres.
La gente continuó llegando, pero a Alistair pareció no importarle.
-           Nunca he visto una mujer más bella, ni en Escocia, ni en Europa- “’¡bum!”- y ciertamente, no en las Islas Británicas. Incluso más importante que eso. Es increíblemente amable. Bondadosa por el tiempo que ha malgastado hablando contigo, enfermo imbécil- “¡bum, bum, bum!”.

Catherine posó su mano sobre su hombro, y él se volvió, apretando sus dientes. Lo único que se le pasaba a ella por la cabeza era detenerle de su arrebato o temrinaría por matar al duque, y si eso ocurría, Alistair podría ser acusado de asesinato, ella no podía permitirlo.. Sólo sabía una forma de desarmarlo, poniéndose ella en evidencia. Le diría lo que él menos esperaba escuchar.
-          Cariño, por favor- dijo. Y con solo esas tres palabras, la rabia desapareció de su rostro y soltó a Harrington como si fuera una pieza de basura.
El terrible guerrero que había aparecido segundos antes, se tornó en un amante preocupado.
-          Tú-dirigiéndose al duque por última vez- Si alguna vez vuelves a utilizar alguna palabra en contra de mi mujer, aunque sea un cumplido, no te volveré a lanzarte contra un árbol. Al contrario, te lanzaré a través de una ventana, y no precisamente desde una segunda planta.
Alistair no esperó por una respuesta, ¿qué loco iba a contestarle? Sin embargo, cogió a Catherine en brazos, empujando la cabeza de ella hacia su cuello, para protegerla de las miradas. Cuando se volvieron, comprobaron que el jardín estaba lleno de gente interesada.
-          Mi duquesa- empezó Alistair, sus ojos analizando la multitud con el aire de un hombre que ha manejado las olas del mar- no está en condiciones de aguantar a nadie más en este momento. Por favor, desalojen el castillo inmediatamente.

Volvió su mirada a Cat. Sus ojos estaban pintados en un exótico tono violeta.  Unos labios carnosos y rojos, una gran amabilidad, la divertida curva de su labio, la avispada inteligencia con la que le sorprendía cada día. Eso era belleza.
Sin ninguna otra palabra, caminaron a lo largo de todas las escaleras, hacia sus aposentos, mientras la multitud se abría ante ellos como el Mar Rojo. Alistair vio aprobación en varios rostros, pero curiosidad malsana en otros. Dos manos empezaron a aplaudir, y luego más, y finalmente llegaron a la habitación, ajenos a los gritos y aplausos de la sociedad falsa.

A salvo en su cuarto, Cat fue capaz de abochornarse por los cotilleos de los que estaba siendo objeto. No quería ver a nadie, ya se sentía suficientemente aplastada como para soportar la compasión de alguien más.
Pero siempre tenían que romperse sus planes. Alistair entró sin llamar en los aposentos. Caminó hasta su lecho, y movió sus sábanas. Puso un paño mojado en los brazos de ella, donde los moratones del duque iban desapareciendo. Un atisbo de rabia volvió a sus ojos. Pero seguía siendo el escocés atento de anoche.

-          Quiero que vengas conmigo.
-          ¿Es tan malo lo que dicen de mí ahí afuera como para que insistas en llevarme lejos?- susurró ella contra el hombro del soldado, mientras él masajeaba su espalda.
-          Sí, no te mentiré.
-          ¿Qué es lo que dicen?
El dudó en empezar.
-          Dicen que los escoceses debemos ser buenos en la cama  para que hayas accedido a rebajarte de esa forma- Catherine gimió para sus adentros-. También han dicho que nadie te dará su apoyo económico para seguir con los arreglos en tus posesiones, porque rehúsan mantener contacto con mi grupo.
-          No me lo creo…
-          Por eso quiero que vengas a mis tierras. Allí estarás alejada de todo esto.
-          Quizás sea lo mejor…- susurró ella, aún más dolida.
-          Catherine, ¿puedo preguntarte algo?
-          Es la primera vez que  me pides permiso para hacerlo.
-          ¿Por qué me dijiste cariño? De todo lo que podrías haber dicho o hecho, elegiste ponerte en evidencia como mi amante- ella permaneció callada, no sabía qué decir. ¿Cómo le confesaba los sentimientos que empezaban a despertarse en su interior y que tanto se negaban a dar paso a la realidad? ¿Cómo le diría lo que sentía si él mismo era un hombre sin compromisos, un soldado que iba de aquí para allá, alguien sin poder que pudiera mantenerla?
-          Porque… Era la única forma que veía de poder acabar con todo.
-          ¿Con todo?

-          No quiero en el fondo casarme, no aún. Y me queda mucho por ver, antes que estar esclavizada.

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