“Es sólo una historia más…”
La joven miraba por la ventana de su habitación. Observaba como los niños jugaban en la calle, la forma en que la silueta de los árboles se perfilaba bajo el sol, y la tarde empezaba a caer, tiñendo el cielo de un rosa pálido y un amarillo claro.
Le parecía estar sola cuando escuchó de nuevo las pisadas en su cuarto de su marido.
Sí, su marido, porque a pesar de su escasa edad, veinte años, para algunos media vida en su situación; estaba casada… La cuestión era si él era merecedor de ella.
Sintió como el miedo volvía a apoderarse de su cuerpo.
Su hijo dormía en el cuarto de al lado, en su pequeña cuna… Aún no se había despertado, y esperaba que no lo hiciera. Si, por la mínima razón, llegaba a levantarse, saliendo de la cuna y ver lo que estaba a punto de pasar, sería un trauma muy grande.
La chica, que se llamaba Roxanne, se sentó en su cama, con las piernas bien juntas, y las manos retorciéndose bajo su chaqueta, nervios… Y miedo.
Ese olor que tanto impregnaba la habitación, y que tanto le molestaba. El olor que le impedía llevar a su casa a ninguna amiga por si ellas también olían ese mal que habitaba. El miedo de que presenciaran un golpe…
Los pasos aumentaron de volumen, tambaleantes, subiendo las escaleras.
De repente, en frente de su puerta, se detienen. Dan marcha atrás, dirigiéndose al cuarto de su hijo, Mike.
Su puerta se cierra suavemente, sin apenas ruido.
Silencio.
La desesperación por saber qué pasaba allí. Qué estaba haciendo ese desconocido con quien se había casado hacía un año, junto a la cuna de su hijo.
¿Y si le pegaba? ¿Estaría borracho de nuevo? ¿Se había cansado de ella para golpearle a él? ¿Acaso iba a cometer una locura? ¿Sería capaz? Sí… Si se lo había hecho a su propia mujer, a quien él decía amar, sería capaz de hacerlo con su hijo, y sin tener remordimientos luego.
Su hijo tosió.
<> Pensó. << ¿Y si le está haciendo algo?>>
Salió corriendo, con el corazón en la mano, dispuesta a hacer lo que fuera posible por salvarle.
Entraba en la habitación cuando vio como su marido cogía a su hijo en brazos, quemándole la delicada piel con su cigarrillo. Mike no dejaba de retorcerse en sus brazos y a punto estaba de caerse cuando ella legó a cogerlo con todo el cuidado del mundo. Miró al hombre con una mezcla de rabia y temor en la mirada.
“You can be a hero, just for one day”
Dejó a su hijo en la cama, y se volvió a Pedro al punto que sintió cómo éste abofeteaba su cara con ganas.
- Eres una furcia. Una puta que no merece nada.
Ella no gritó. Ya estaba acostumbrada. Podía llorar después, pero primero necesitaba desquitarse de ese capullo para llevar a su hijo al médico.
- Te mereces estoy y mucho más. Tú eres la culpable y te tengo que pegar. Así aprenderás.
El hombre iba a golpearla de nuevo, cuando ella paró su puño con el primer objeto que encontró, dejándole casi inconsciente por el fuerte golpe en la cabeza.
Salió corriendo de la habitación con Mike en brazos, cogió una manta para taparle y las llaves del coche para poder huir sin que él la pudiera seguir.
Una mano tiró de su pelo, haciéndola chillar de dolor. Cayó al suelo de rodillas mientras otro hombre le pegaba. Pero ella no soltaba a su hijo por mucho que dolieran esos golpes. Él era su vida, y su única esperanza de salir adelante.
- ¿A dónde crees que vas? ¿Pensabas huir?
Consiguió liberarse del segundo hombre, corriendo a toda prisa hacia el coche.
Lo abrió, acostó a su hijo en el asiento del copiloto y arrancó el motor al mismo tiempo que su marido salía por la puerta con la cara púrpura de rabia. Bloqueó el coche desde dentro, impidiéndole entrar.
Y condujo directa a urgencias. Sólo para salvar a su hijo… Sin saber que la principal en salvarse, era ella misma, pues omitía el dolor que se abría paso a través de sus caderas…
¿Y cuántas mujeres al año?
¿Y cuántas mujeres?
¿Y cuántas mujeres al año, saben que tienen sus días contados?
Ella no recuerda porque aunque quiera no puede acordarse
del error cometido al fiarse de aquel tipo mezquino y cobarde
Marido, verdugo, su peor pesadilla, ella está muerta y el en la calle.
¡La maté porque era mía!
'Mía, mía, mía, sólo mía'
¿Quién ha ofendido al macho dominante?
¿Quién se ha atrevido a denunciarle?
Destapando el secreto de la otra cara de un vecino correcto.
¿Quién acusa al cazurro cobarde que pega a su mujer y le dice que calle?
'Ya se lo advertí entre puñetazos: si me denuncias te mato'
País de mierda, país infame, que ataquen a mujeres no le importa a nadie
Las torturas y las amenazas según los jueces son cosas de casa
No sirve de nada pedir ayuda, no existe delito si no se consuma, sólo cuando ya están muertas, ven que las amezanas eran ciertas
¿Y cuántas mujeres al año?
¿Y cuántas mujeres?
¿Y cuántas mujeres al año, saben que tienen sus días contados?
'Mía, mía, mía, sólo mía'
Ellas no recuerdan lo que les pasó ni por qué les pasaba
Porque ya están muertas y ningún cadáver puede, aunque quiera, acordarse de nada
Y no se lamentan de los que pasó ni por lo que pasaron, porque los muertos no emiten lamentos y en vez de gritar les toca callarse y se callan
¿Y cuántas mujeres?
¿Y cuántas mujeres al año, saben que tienen sus días contados?
Ella no recuerda porque aunque quiera no puede acordarse
del error cometido al fiarse de aquel tipo mezquino y cobarde
Marido, verdugo, su peor pesadilla, ella está muerta y el en la calle.
¡La maté porque era mía!
'Mía, mía, mía, sólo mía'
¿Quién ha ofendido al macho dominante?
¿Quién se ha atrevido a denunciarle?
Destapando el secreto de la otra cara de un vecino correcto.
¿Quién acusa al cazurro cobarde que pega a su mujer y le dice que calle?
'Ya se lo advertí entre puñetazos: si me denuncias te mato'
País de mierda, país infame, que ataquen a mujeres no le importa a nadie
Las torturas y las amenazas según los jueces son cosas de casa
No sirve de nada pedir ayuda, no existe delito si no se consuma, sólo cuando ya están muertas, ven que las amezanas eran ciertas
¿Y cuántas mujeres al año?
¿Y cuántas mujeres?
¿Y cuántas mujeres al año, saben que tienen sus días contados?
'Mía, mía, mía, sólo mía'
Ellas no recuerdan lo que les pasó ni por qué les pasaba
Porque ya están muertas y ningún cadáver puede, aunque quiera, acordarse de nada
Y no se lamentan de los que pasó ni por lo que pasaron, porque los muertos no emiten lamentos y en vez de gritar les toca callarse y se callan
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