sábado, 21 de enero de 2012

Fuegos Artificiales

<<Siempre me han gustado los fuegos artificiales. Parecen enormes flores, llenas de color, vitalidad y alegría, sobre el cielo estrellado, y negro como el fondo jamás conocido. Unas flores tan llenas de pequeños diamantes de diferentes colores, que llenaban mi corazón y lo tranquilizaban. Quedaba tan relajada, que sentía las ondas de la explosión en las alturas y el sonido retumbante en mis oídos. Era una forma de descubrir que aún seguía sintiendo, cuando los demás lores de la corte decían lo contrario. >>


Recogía los últimos trajes colgados del armario empotrado, mientras grababa cada detalle de la habitación en mi mente.
Tras las dos semanas en la enorme mansión había deseado que no acabara nunca mi estancia aquí, menos cuando podía estar junto a Lord Ilya todo el tiempo que quisiera.
Poca gente conocía de dónde provenía Lord Prakovski, y eran menos aún quiénes tenían el privilegio de conocerle realmente. A pesar del poco tiempo que llevábamos juntos, solamente como conocidos, pues nuestro compromiso aún no había sido anunciado, ni mucho menos conocido por nuestras familias. Los tatarabuelos de Ilya habían ayudado al rey siempre que lo necesitara, ganándose su simpatía y siendo reconocidos como duques. Sus padres, Lord y Lady Prakovski amasaron una fortuna mucho mayor de la que ya tenían, invirtiendo en los ferrocarriles y viajando como diplomáticos a los diferentes países enemistados con Inglaterra. Poseían grandes tierra al Norte del país en el que nací, un gran castillo en Escocia, y miles de posesiones materiales escondidas en diferentes lugares de Reino Unido. El secreto, era transmitido por un libro antiguo codificado en un tipo de idioma que sólo conocía el primogénito de la familia ya fuera este chico o chica. Lo más inquietante era que su familia heredaba el mismo carácter: tercos como mulas, serios, decisivos, valientes, fuertes, morenos de piel y con un espíritu indomable. Ilya era mucho más calculador, antes de conocer a nadie examinaba cada movimiento, decidiendo si podía llegar a convertirse en una amenaza para él o simplemente si podía reportarle algún beneficio. A ese escrutinio fui sometida la primera vez, la segunda fue un interrogatorio muy profundo sobre mi vida, y la tercera vez que coincidimos en una fiesta en Londres, tuvimos una confrontación.
Y ahora, mientras salía por la puerta principal de la habitación, volvía a sentir el mismo dolor incandescente en mi corazón, el dolor que me advertía de lo que estaba por venir. Semanas enteras, aburridas, sin él.
El lacayo se me acercó, dispuesto a coger mi baúl con los miles de trajes y joyas depositadas, con el sello personal de la familia, y mi nombre grabado en una placa de oro y plata, decorado sobre un fondo de flores y delfines. Colgué de mi cuello la pequeña llave, sintiendo cómo enfriaba la piel del escote bajo la capa oscura de lana.
¿Estaba dispuesta a seguir con el secreto? ¿Con la necesidad de verle y no poder, pues debíamos guardar las apariencias? Sí, lo era, si él me lo pedía.
Mientras en mi cabeza se reproducían los acordes de una canción que escuché el día anterior en la plaza del pueblo. Era lo mejor que tenía cuando quería olvidar algo, o sacarlo de mi mente.
Lástima que el destino tuviera otros planes.

<< A veces, lo que queremos, va en sentido contrario a lo que ha sido escrito millones de años atrás… Y aunque queramos cambiarlos, y hagamos lo imposible por hacerlo de una manera diferente, sólo estaremos haciendo lo que ya se había anticipado. De nada vale luchar, cuando llegaremos al mismo lugar. Por tanto, sólo podemos hacer una cosa: disfrutar de lo que nos queda de vida. >>
-          ¿Ya se va, lady Jenner?
-          Sí, lord Prakovski. Llego tarde a la hora concertada por mi madre, y no me gustaría soportar su tortuosa conversación durante el viaje de regreso a casa.
-          Es una lástima que ya no pueda disfrutar de su compañía… Ni si quiera me ha dado tiempo de un pequeño paseo por los jardines.
-          Me temo que llega tarde. Conozco estos jardines mucho mejor que usted.
El hombre que portaba mi baúl desapareció ante un gesto del duque, corriendo por las escaleras, hasta que sus pasos dejaron de escucharse, amortiguados por las alfombras, y la voz del hombre que tenía en frente.
-          ¿Podré verte si mando una invitación a Lady Jenner a visitar mi finca?
-          Lo dudo, últimamente desconfía de cada paso que des; como anoche en la cena, cuando intentaste bailar un vals conmigo…
-          Sí, un poco más y te deja sin brazo. Apuesto…
-          No apuestes nada, por favor. Ahora mismo sólo quiero poder alejarme de ti sin tener que mantenerte en mi mente todo el tiempo.
-          ¿Me tienen en mente siempre?- el tono de voz empleado permitió descifrar la creciente curiosidad que sentía por mi comentario, pero era una curiosidad que no volvería a confirmar delante de él.
-          Debo irme. Adiós- tendí mi mano, esperando a estrechársela como realizaban los americanos, pero no hizo nada… Y de inmediato la retiré. Avanzando por el pasillo, apresurando mis pasos por bajar a puerto seguro.
-          Sabes que te veré de alguna forma. Como si tengo que escalar hasta tu ventana todas las noches, juro que te veré, Evie.
-          Siempre puedes intentarlo, Ilya.
Sin darse cuenta, malgasté la posibilidad de conseguir otro beso de los de él.
Se me quitaron las ganas de seguir bajando, justo en el instante en que mi madre aparecía en mi campo de visión, instándome a continuar. Ante mi mirada llena de interrogantes, contestó con un simple:
-          Es ese maldito hombre de nuevo.
No hizo falta que girara mi cabeza, entre mi madre e Ilya existía tal tensión que se palpaba desde kilómetros de distancia.
Cogí su mano, adelantando a las demás parejas de la pequeña sala, evitando la mirada de todos, y deseando la de uno solo.
Al llegar a la puerta, y con las fervientes ganas de volver a ver esos ojos oscuros, volteé un poco, de una forma apenas perceptible, mi cabeza, en una búsqueda infructuosa, y un deseo insatisfecho.
<< A veces, el destino tiene cartas escondidas bajo la manga, y sin darnos cuenta, caemos en su trampa. ¿Pero quién sabe si esas cartas son en beneficio nuestro, o no?
Sólo hay algo en seguro… Debemos guiarnos por nuestro instinto, por el de nadie más, por mucho que se parezca al nuestro.  Y vivir nuestros días, aunque sea un tópico muy utilizado. Sólo somos nosotros… Nadie nos ayudará en nada. >>
                                                    (Diario secreto de Lady Evangeline)

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