sábado, 7 de enero de 2012

Hallellujah

<Hay veces en las que no tenemos tiempo a pensar, solo la posibilidad de actuar, para bien o para mal, de cualquier forma, y así poder cumplir un nuevo sueño.
La mitad de las veces, ni nos damos cuenta del momento exacto en que nuestras vidas se cruzan con el de otra persona, o si lamentablemente, este camino ha cambiado, viéndonos obligados a pensar en nuestro futuro.
En ningún momento, tenemos un libro, un CD ROM en nuestras mentes, ni una guía que nos indique el camino y las decisiones que debemos tomar. Puede que las decisiones, las que nosotros decidimos, intentando hacer el mínimo daño posible a la gente, nos hagamos daño a nosotros mismos, casi sin darnos cuenta, y el menos tiempo de lo que pensamos, llegamos a meter la pata nuevamente.>>
 - ¿Lady Evangeline?-El mayordomo de la mansión entró en mi habitación, tras haber tocado la puerta con suavidad pero decisión, y plantarse, erguido delante de ésta, con la mirada al frente, esperando que me incorporara en la cama, para comunicarme lo siguiente-, lord Alexandre espera en el salón, desea acompañaros a dar una vuelta en su carrocín.
 - ¿Lord Alexandre?- exclamé mientras saltaba de la cama, olvidando de coger mi capa del armario, ni mis guantes de la mesilla de noche, sólo había algo en mi cabeza: él, y poder verla de nuevo.
En mi cabeza sonaba una canción.
Pues él era mi héroe, él era el único que me sacaba de la jaula en la que a veces se convertía mi casa, el único capaz de lidiar con todo para verme.
Bajé las escaleras, recogiéndome las faldas, cogiendo las prendas que las jóvenes sirvientas me entregaban, intentando seguir mi paso, sin conseguirlo.
Me puse los guantes blancos, unas manos colocaron el sombrero de seda blanca en mi pelo, pero torcido. Por eso me demoré al final de las escaleras, ajustando las cintas debajo de mi barbilla, los guantes en los codos, y mi gran sonrisa en la cara, lista para conquistar.
Alexandre me esperaba apeado del coche, tendiendo su mano a la mía, comiéndome con la mirada sin el menor recato.
Me encantaba este chico, tan dulce, tímido, pero a la vez tan fuerte y con carácter, se acoplaba a mi forma de vida, de lo mejor.
Con su ayuda, subí al vehículo, repitiendo en mi mente, "Oh happy day, happy day, oh happy day", como una tonta enamorada, sin saber qué hacer, ni de qué temas hablarle al chico que estaba a mi lado.
 - ¿Cómo ha ido el día?-pregunté, para que no pensara que el gato me había comida la lengua.
 - Ahora genial. ¿Estabas haciendo algo cuando te molesté?
 - Sólo leía- sonreía al joven, para quitar tensión, y mis dedos se retorcían entre sí.
Sus manos se dirigieron a las mías, estrechándolas y manteniándolas calientes a través de la fina tela.
 - No sabía que te ponía tan nerviosa, cariño.
Nos aléjabamos ya de la casa, y él no dudó en parar en el primer parque, escondiéndonos donde los arbustos más frondosos nos ocultaba de la vista de todos.
Sus manos se deslizaban por mi espalda, tumbándome sobre la fina hierba, posando sus labios en mi cuello.
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 (Lady Evie's Diary)


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