No sé porqué siempre estamos posponiéndolo todo,
pero si tuviera que adivinarlo diría que tiene mucho que ver con el miedo; el miedo al fracaso, el miedo al dolor, el miedo al rechazo.
A veces es miedo a tomar una decisión porque... ¿Y si te equivocas y cometes un error sin solución?
Sea lo que sea lo que nos da miedo, una cosa es cierta: Cuando el dolor de no hacer algo es más insoportable que el miedo a hacerlo, es como si cargáramos con una pesada carga. Quien duda está perdido.
No podemos fingir que no nos lo dijeron. Todos hemos oído los proverbios, a los filósofos, a nuestros abuelos advirtiéndonos sobre el tiempo perdido. Hemos oído a los poetas malditos instándonos a vivir el momento. Aunque, a veces, debemos escucharnos a nosotros mismos. Debemos cometer nuestros propios errores. Debemos aprender nuestras propias lecciones. Debemos dejar las posibilidades de hoy bajo la alfombra del mañana hasta que no podamos más, hasta que comprendamos por fin que es mejor saber que preguntarse, que despertar es mejor que dormir, y que fracasar y cometer un error enorme es mucho mejor que no haberlo intentado.
Su madre
desconocía que escuchaba cada una de sus conversaciones tristes por teléfono…
Siempre que la llamaban para preguntarle por su vida personal, y siempre y
cuando fuera alguien de quién confiar, ella empezaba a llorar y desahogarse.
Siempre con gente distinta, menos con su hija.
Por eso,
mientras permanecía sentada en un escalón, escuchándola llorar nuevamente,
pensó en la gran cantidad de cosas que le gustaría decirle sin miedos, sin
temores y con la suficiente veracidad… Que la ayudaran a salir adelante.
La comunicación es una de las primeras cosas que
aprendemos en la vida;
es curioso que conforme vamos creciendo y asimilando palabras y aprendiendo a
hablar menos sabemos lo qué decir o cómo pedir lo que queremos de verdad.
Al final no puedes evitar hablar de ciertas cosas. Hay cosas que no queremos escuchar. A veces hablamos porque no podemos estar callados más tiempo. Hay cosas que exceden a las palabras, son producto de la acción. A veces hablas porque no hay alternativa…otras cosas te las reservas; y no siempre, pero... de cuando en cuando algunas cosas hablan por si solas.
Al final no puedes evitar hablar de ciertas cosas. Hay cosas que no queremos escuchar. A veces hablamos porque no podemos estar callados más tiempo. Hay cosas que exceden a las palabras, son producto de la acción. A veces hablas porque no hay alternativa…otras cosas te las reservas; y no siempre, pero... de cuando en cuando algunas cosas hablan por si solas.
“La competición, mamá, es una lucha de leones. Levanta
la cabeza, echa los hombros hacia atrás, camina con orgullo. No te lamas las
heridas, celébralas. Las cicatrices de tu cuerpo son la marca del campeón.
Has estado en una pelea de leones, que no hayas ganado no significa que no
sepas rugir. Pero no debes rendirte aún… Tienes que seguir intentándolo porque
nunca sabes qué pasará si no lo haces.
>> El dolor adopta formas diversas, una punzada, una leve molestia... dolor
sin más, el dolor con el que convivimos a diario, pero hay dolor que no podemos
ignorar, un dolor tan enorme que borra todo lo demás y hace que el mundo se
desvanezca hasta que solo podemos pensar en cuánto daño hemos hecho. ¿Como
enfrentarnos al dolor? Depende de nosotros, madre.
El dolor, anestesiarlo, aguantarlo, aceptarlo... ignorarlo, para algunos la mejor manera de enfrentarse a él es seguir viviendo.
El dolor, sólo hay que aguantarlo. Esperar a que se vaya por si solo y a que la herida que lo ha causado cicatrice. No hay soluciones ni respuestas sencillas, solo hay que respirar hondo y esperar a que se calme. La mayoría de las veces el dolor puede aliviarse pero a veces llega cuando menos te lo esperas, te da un golpe bajo y no te deja levantarte. Hay que aprender a aceptar el dolor, porque lo cierto es que nunca te abandona y la vida siempre lo acrecienta. Tú pareces amarlo con fuerza… Cuando te viene no dejas de pensar en él como si fuera lo único que existe alrededor de tu mundo… Y luego te quejas de que todo lo malo te pasa a ti, pero es que al final terminas atrayendo todo lo que no quieres, y que no necesitas. ¿Qué necesidad tienes de ir con miedo al trabajo por ver a ese hombre que no sabe más que hablar de Cristo, ritos y maldiciones? Recogemos lo que hemos sembrado, nos devuelven nuestros actos... Es el Carma y lo mires por donde lo mires es un asco. De una forma u otra nuestro Carma nos obligará a enfrentarnos a nosotros mismos, podemos mirar al Carma a los ojos o esperar que nos ataque por la espalda. De un modo u otro nuestro Carma acaba encontrándonos. Por mucho que lo intentemos no podemos escapar de nuestro Carma, nos persigue hasta casa. En realidad no podemos quejarnos de nuestro Carma, no es injusto, no es inesperado, sólo iguala la balanza. Incluso cuando estamos a punto de hacer algo el Carma siente tentaciones de mordernos el culo, aunque... nos da igual.
El dolor, anestesiarlo, aguantarlo, aceptarlo... ignorarlo, para algunos la mejor manera de enfrentarse a él es seguir viviendo.
El dolor, sólo hay que aguantarlo. Esperar a que se vaya por si solo y a que la herida que lo ha causado cicatrice. No hay soluciones ni respuestas sencillas, solo hay que respirar hondo y esperar a que se calme. La mayoría de las veces el dolor puede aliviarse pero a veces llega cuando menos te lo esperas, te da un golpe bajo y no te deja levantarte. Hay que aprender a aceptar el dolor, porque lo cierto es que nunca te abandona y la vida siempre lo acrecienta. Tú pareces amarlo con fuerza… Cuando te viene no dejas de pensar en él como si fuera lo único que existe alrededor de tu mundo… Y luego te quejas de que todo lo malo te pasa a ti, pero es que al final terminas atrayendo todo lo que no quieres, y que no necesitas. ¿Qué necesidad tienes de ir con miedo al trabajo por ver a ese hombre que no sabe más que hablar de Cristo, ritos y maldiciones? Recogemos lo que hemos sembrado, nos devuelven nuestros actos... Es el Carma y lo mires por donde lo mires es un asco. De una forma u otra nuestro Carma nos obligará a enfrentarnos a nosotros mismos, podemos mirar al Carma a los ojos o esperar que nos ataque por la espalda. De un modo u otro nuestro Carma acaba encontrándonos. Por mucho que lo intentemos no podemos escapar de nuestro Carma, nos persigue hasta casa. En realidad no podemos quejarnos de nuestro Carma, no es injusto, no es inesperado, sólo iguala la balanza. Incluso cuando estamos a punto de hacer algo el Carma siente tentaciones de mordernos el culo, aunque... nos da igual.
Sé que estás mal, que no
quieres seguir día tras día ese mismo ritmo… Pero si tú no estás bien ¿quién
Demonios en la casa lo va a estar? Sin ti nos derrumbamos a la de tres, y no
soportamos ver cómo ríes y contemplar en el fondo de tu mirada esa gran
tristeza que te embarga. Sólo te pido que aguantes, y si tan cansada estás de
tu trabajo, busca algo que sí te guste, que te de energías… O pide un traslado,
o lucha por el respeto que te deben… Pero no te dejes machacar de esa forma,
porque después al final de día, para ti no habrá nada más que ése horroroso
hombre y su recuerdo que no te dejará dormir tranquila sólo porque tú quieres.
Cuando un cristal o un plato se
rompe genera sonido de algo rompiéndose. Cuando una ventana se hace añicos, la
pata de una mesa se rompe, o se cae un cuadro de la pared hace ruido. Pero
cuando tu corazón se rompe, el silencio es total. Es algo tan importante que
piensas que su ruptura hará tal ruido que se oirá en todo el mundo, o sonará
como un gong o un timbre. Pero simplemente hay silencio y entonces es cuando
desearías que hubiese algún sonido que distrajese tu dolor.
Pero si hay un ruido al romperse tu corazón, es interno. Es un grito y nadie
puede oírlo, solo tú. Es tan alto que tus oídos pitan y tu cabeza duele. Es tan
salvaje, como una herida abierta expuesta a agua marina, pero cuando realmente
se rompe, solo se oye el silencio. Gritas en tu interior, pero nadie puede
oírlo... Pero sin saberlo… A mí me lo haces llegar… Desde detrás de una puerta,
o incluso a distancia… Sé cuándo tu corazón se ha roto en mil pedazos y me
tengo que conformar con escucharte llorar y gritar, derrumbándote sin nadie que
te recoja, porque no quieres que nadie te vea así.

Duérmete, otra vez, y
por ti cantaré tu
nana...
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Dejar un comentario, será la forma perfecta en la que veré si compartes mis ideas, tienes mis mismos sueños, o si incluso te ha gustado.