martes, 28 de mayo de 2013

Sad Mum....


No sé porqué siempre estamos posponiéndolo todo,
pero si tuviera que adivinarlo diría que tiene mucho que ver con el miedo; el miedo al fracaso, el miedo al dolor, el miedo al rechazo.
A veces es miedo a tomar una decisión porque... ¿Y si te equivocas y cometes un error sin solución?
Sea lo que sea lo que nos da miedo, una cosa es cierta: Cuando el dolor de no hacer algo es más insoportable que el miedo a hacerlo, es como si cargáramos con una pesada carga. Quien duda está perdido. 
No podemos fingir que no nos lo dijeron. Todos hemos oído los proverbios, a los filósofos, a nuestros abuelos advirtiéndonos sobre el tiempo perdido. Hemos oído a los poetas malditos instándonos a vivir el momento. Aunque, a veces, debemos escucharnos a nosotros mismos. Debemos cometer nuestros propios errores. Debemos aprender nuestras propias lecciones. Debemos dejar las posibilidades de hoy bajo la alfombra del mañana hasta que no podamos más, hasta que comprendamos por fin que es mejor saber que preguntarse, que despertar es mejor que dormir, y que fracasar y cometer un error enorme es mucho mejor que no haberlo intentado.


Su madre desconocía que escuchaba cada una de sus conversaciones tristes por teléfono… Siempre que la llamaban para preguntarle por su vida personal, y siempre y cuando fuera alguien de quién confiar, ella empezaba a llorar y desahogarse. Siempre con gente distinta, menos con su hija.
Por eso, mientras permanecía sentada en un escalón, escuchándola llorar nuevamente, pensó en la gran cantidad de cosas que le gustaría decirle sin miedos, sin temores y con la suficiente veracidad… Que la ayudaran a salir adelante.
La comunicación es una de las primeras cosas que aprendemos en la vida; es curioso que conforme vamos creciendo y asimilando palabras y aprendiendo a hablar menos sabemos lo qué decir o cómo pedir lo que queremos de verdad.
Al final no puedes evitar hablar de ciertas cosas. Hay cosas que no queremos escuchar. A veces hablamos porque no podemos estar callados más tiempo. Hay cosas que exceden a las palabras, son producto de la acción. A veces hablas porque no hay alternativa…otras cosas te las reservas; y no siempre, pero... de cuando en cuando algunas cosas hablan por si solas.

“La competición, mamá, es una lucha de leones. Levanta la cabeza, echa los hombros hacia atrás, camina con orgullo. No te lamas las heridas, celébralas. Las cicatrices de tu cuerpo son la marca del campeón. Has estado en una pelea de leones, que no hayas ganado no significa que no sepas rugir. Pero no debes rendirte aún… Tienes que seguir intentándolo porque nunca sabes qué pasará si no lo haces.

>> El dolor adopta formas diversas, una punzada, una leve molestia... dolor sin más, el dolor con el que convivimos a diario, pero hay dolor que no podemos ignorar, un dolor tan enorme que borra todo lo demás y hace que el mundo se desvanezca hasta que solo podemos pensar en cuánto daño hemos hecho. ¿Como enfrentarnos al dolor? Depende de nosotros, madre.
El dolor, anestesiarlo, aguantarlo, aceptarlo... ignorarlo, para algunos la mejor manera de enfrentarse a él es seguir viviendo.
El dolor, sólo hay que aguantarlo. Esperar a que se vaya por si solo y a que la herida que lo ha causado cicatrice. No hay soluciones ni respuestas sencillas, solo hay que respirar hondo y esperar a que se calme. La mayoría de las veces el dolor puede aliviarse pero a veces llega cuando menos te lo esperas, te da un golpe bajo y no te deja levantarte. Hay que aprender a aceptar el dolor, porque lo cierto es que nunca te abandona y la vida siempre lo acrecienta. Tú pareces amarlo con fuerza… Cuando te viene no dejas de pensar en él como si fuera lo único que existe alrededor de tu mundo… Y luego te quejas de que todo lo malo te pasa a ti, pero es que al final terminas atrayendo todo lo que no quieres, y que no necesitas. ¿Qué necesidad tienes de ir con miedo al trabajo por ver a ese hombre que no sabe más que hablar de Cristo, ritos y maldiciones? Recogemos lo que hemos sembrado, nos devuelven nuestros actos... Es el Carma y lo mires por donde lo mires es un asco. De una forma u otra nuestro Carma nos obligará a enfrentarnos a nosotros mismos, podemos mirar al Carma a los ojos o esperar que nos ataque por la espalda. De un modo u otro nuestro Carma acaba encontrándonos. Por mucho que lo intentemos no podemos escapar de nuestro Carma, nos persigue hasta casa. En realidad no podemos quejarnos de nuestro Carma, no es injusto, no es inesperado, sólo iguala la balanza. Incluso cuando estamos a punto de hacer algo el Carma siente tentaciones de mordernos el culo, aunque... nos da igual.
Sé que estás mal, que no quieres seguir día tras día ese mismo ritmo… Pero si tú no estás bien ¿quién Demonios en la casa lo va a estar? Sin ti nos derrumbamos a la de tres, y no soportamos ver cómo ríes y contemplar en el fondo de tu mirada esa gran tristeza que te embarga. Sólo te pido que aguantes, y si tan cansada estás de tu trabajo, busca algo que sí te guste, que te de energías… O pide un traslado, o lucha por el respeto que te deben… Pero no te dejes machacar de esa forma, porque después al final de día, para ti no habrá nada más que ése horroroso hombre y su recuerdo que no te dejará dormir tranquila sólo porque tú  quieres.


Cuando un cristal o un plato se rompe genera sonido de algo rompiéndose. Cuando una ventana se hace añicos, la pata de una mesa se rompe, o se cae un cuadro de la pared hace ruido. Pero cuando tu corazón se rompe, el silencio es total. Es algo tan importante que piensas que su ruptura hará tal ruido que se oirá en todo el mundo, o sonará como un gong o un timbre. Pero simplemente hay silencio y entonces es cuando desearías que hubiese algún sonido que distrajese tu dolor.  Pero si hay un ruido al romperse tu corazón, es interno. Es un grito y nadie puede oírlo, solo tú. Es tan alto que tus oídos pitan y tu cabeza duele. Es tan salvaje, como una herida abierta expuesta a agua marina, pero cuando realmente se rompe, solo se oye el silencio. Gritas en tu interior, pero nadie puede oírlo... Pero sin saberlo… A mí me lo haces llegar… Desde detrás de una puerta, o incluso a distancia… Sé cuándo tu corazón se ha roto en mil pedazos y me tengo que conformar con escucharte llorar y gritar, derrumbándote sin nadie que te recoja, porque no quieres que nadie te vea así.

Cuando te pasa eso, me encantaría tanto poder llevarte a mi mundo, a mi único y mágico paraíso personal donde puedo estar tranquila… Me gustaría hacerte viajar en el tiempo para olvidar todo lo que te duele, para hacerte feliz, para que viajes sin tantos temores y dejes de recordar todo el día. Deja que te lleve a mi mundo, guiaré todos tus pasos, aprenderé tus despertares, inventaré tus noches, permaneceré junto a ti. Borraré todos los destinos escritos, coseré todas las heridas. Los días que la cólera te domine, te ataré las manos a la espalda para que no te hagas daño, absorberé tus gritos para ahogarlos y nada será nunca más igual. Y si tú estás sola, estaremos solas en pareja, madre e hija. Si supieras todos los caminos que he tomado para llegar hasta ti, para superar todo lo que mi padre decía de ti y yo al final no creía… No sabía, mamá, me he equivocado muchas veces y siempre he vuelto a empezar con más alegría, con más orgullo. Quisiera que nuestro tiempo se detuviese para poder vivirlo, descubrirte y amarte como mereces, pero este tiempo nos une sin pertenecernos. Yo soy de otra sociedad donde todo es nadie, donde todo es único; yo soy el mal y tú el bien, yo soy tu diferencia, pero creo que te amo más que a mi vida misma, así que pídeme lo que quieras. Pero por favor, olvida tanto dolor de una vez… Vive y sé feliz… Cambia tanto sufrimiento, tanto malestar y angustia.

Y así, Catherine se alejó del escalón donde escuchaba a su madre, escondiéndose en su habitación, encendiendo precipitadamente sus auriculares y subiendo el volumen todo lo que pudiera, agarrando sus piernas sobre la cama, meciéndose como una niña asustada, llorando, necesitada del apoyo que tanto quería y no tenía… Mientras al otro lado de la casa su madre caía al suelo, sin fuerzas en las piernas, llorando desconsoladamente, desesperada, rogando que todo terminara de la forma que fuera. Para siempre. Porque la peor cosa de todo era perderla ella... Porque se perdía a sí misma.


Duérmete, otra vez, y
por ti cantaré tu
 
nana...

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