sábado, 18 de enero de 2014

We remain


Tal vez no exista una intimidad más grande que la de dos miradas que se encuentran con firmeza y determinación, y sencillamente se niegan a apartarse.

Hasta ahora sólo intercambiaban simples palabras, un “hola” y un “adiós”; un “¿qué tal estás?” y un “muy bien”. Pero cuando coincidían en la mesa del comedor… Dios Bendito. Parecían decirse muchísimas cosas con solo mirarse.

Ese día no era distinto.

Su compañera de habitación terminaba de comer, mientras Katherine apenas era capaz de dar un mordisco más a su lasaña por miedo a mancharse, y parecer idiota delante de Kael, el chico. Optó por terminar su postre,  un simple yogourt. De vez en cuando miraba furtivamente al chico que tenía dos sillas más al lado. Sus ojos marrones, casi negros, le daban un aura de misterio… su tez negra y su gran altura intimidaban a cualquiera… Menos a ella. A Katherine le gustaba mucho ese chico, por más que le dijeran que no sería nunca posible lo de ellos, y que ella no terminaría bien. Pero no le importaba. Se conformaba con quererle, desearle, desde la distancia, se conformaba con imaginarlos en sueños, queriéndose y amándose. Sólo ellos dos, ajenos al resto del mundo.

Levantó una vez más la mirada, a su rostro, a aquél bello rostro que hacía nacer mariposas en su estómago. Coincidió que él la miraba justo en ese instante. Los dos sonrieron al cruzarse sus miradas. Él agachó la cabeza tímido, aún con la sonrisa tímida en los labios, y ella volvió a prestar atención a su postre. Su compañera se dio cuenta del movimiento, y permaneció callada mientras más atención ponía a la pareja. Al cabo de unos segundos, volvieron a levantar la cabeza al mismo tiempo, coincidiendo de nuevo. Él amigo de él empezó a reírse mientras agachaba la cabeza y negaba, como si no pudiera creérselo. Kael mantuvo la vista en los ojos de la chica, sonriendo; y Kathie no pudo por menos que devolverle esa sonrisa de oreja a oreja.

-          ¿Qué está pasando, Kat?- preguntó su compañera, exigiendo una explicación.

-          ¿Perdón?- se dirigió a ella, mientras observaba al amigo de su amor platónico hablándole en francés para que ellas dos no entendieran. Kael agachó la cabeza serio, y continuó comiendo.

-          Que me cuentes qué me estoy perdiendo…- susurró Mira.

-          No…No pasa nada- y con una breve sonrisa, y una última mirada furtiva, retiró su bandeja, y acompañó a su compañera a la salida.

No pensó que después de ése día, Kael cambiaría tanto como para olvidarse de ella, de sus miradas furtivas, de sus risas… Para ser alguien completamente diferente. Su tímido ángel, era ahora, un desconocido.

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