Tal vez no exista una intimidad más grande que la de dos
miradas que se encuentran con firmeza y determinación, y sencillamente se
niegan a apartarse.
Hasta ahora sólo intercambiaban simples palabras, un “hola”
y un “adiós”; un “¿qué tal estás?” y un “muy bien”. Pero cuando coincidían en
la mesa del comedor… Dios Bendito. Parecían decirse muchísimas cosas con solo
mirarse.
Ese día no era distinto.
Su compañera de habitación terminaba de comer, mientras
Katherine apenas era capaz de dar un mordisco más a su lasaña por miedo a
mancharse, y parecer idiota delante de Kael, el chico. Optó por terminar su
postre, un simple yogourt. De vez en
cuando miraba furtivamente al chico que tenía dos sillas más al lado. Sus ojos
marrones, casi negros, le daban un aura de misterio… su tez negra y su gran
altura intimidaban a cualquiera… Menos a ella. A Katherine le gustaba mucho ese
chico, por más que le dijeran que no sería nunca posible lo de ellos, y que
ella no terminaría bien. Pero no le importaba. Se conformaba con quererle,
desearle, desde la distancia, se conformaba con imaginarlos en sueños,
queriéndose y amándose. Sólo ellos dos, ajenos al resto del mundo.
Levantó una vez más la mirada, a su rostro, a aquél bello
rostro que hacía nacer mariposas en su estómago. Coincidió que él la miraba
justo en ese instante. Los dos sonrieron al cruzarse sus miradas. Él agachó la
cabeza tímido, aún con la sonrisa tímida en los labios, y ella volvió a prestar
atención a su postre. Su compañera se dio cuenta del movimiento, y permaneció
callada mientras más atención ponía a la pareja. Al cabo de unos segundos,
volvieron a levantar la cabeza al mismo tiempo, coincidiendo de nuevo. Él amigo
de él empezó a reírse mientras agachaba la cabeza y negaba, como si no pudiera
creérselo. Kael mantuvo la vista en los ojos de la chica, sonriendo; y Kathie
no pudo por menos que devolverle esa sonrisa de oreja a oreja.
-
¿Qué está pasando, Kat?- preguntó su compañera,
exigiendo una explicación.
-
¿Perdón?- se dirigió a ella, mientras observaba
al amigo de su amor platónico hablándole en francés para que ellas dos no
entendieran. Kael agachó la cabeza serio, y continuó comiendo.
-
Que me cuentes qué me estoy perdiendo…- susurró
Mira.
-
No…No pasa nada- y con una breve sonrisa, y una
última mirada furtiva, retiró su bandeja, y acompañó a su compañera a la
salida.
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