sábado, 18 de enero de 2014

true love

Era fácil amar a Alistair. Lo sentía cada día que pasaba. A cada segundo, cada mirada indiscreta, cada caricia consentida. Catherine sabía con toda su alma lo que ocurría con su corazón. De repente, se enamoró del que debiera ser un paria social en su país. Pero no pudo evitarlo, ni antes o ahora. Le amaba, con locura, le necesitaba…  y ya nada podía hacer para cambiarlo.

Él, a pesar de sus palabras brutas y gestos toscos; bajo es apariencia de indiferencia y bromista, había un joven muchacho que necesitaba cariño, que esperaba verlo comprobada en cada persona que apreciaba. ¿Le habrían querido desde pequeño? Siendo como era un simple caballero –a su estilo y cultura- le resultó muy triste que hubiera sido privado de amor a causa de la instrucción militar. Un niño, independientemente de cualquier edad, debería ser criado bajo el amor y un buen estilo de vida. ¿Habría sufrido tanto Alistair para comportarse como lo hacía?

Su mente estaba inundada de preguntas misteriosas, secretos insondables que no se le estaba permitido conocer. ¿Pero querría ella saberlos? ¿Se arriesgaría a cambiar su visión de un mundo semi-perfecto por la realidad de un hombre pobre? Y lo más importante ¿sería capaz de cambiar su vida –llena de comodidades y lujos- por una casa pobre y trabajos en el campo? ¿Renunciaría a todo lo que tenía, a cambio de un solo amor que podría marchitarse en cualquier momento? Tenía miedo de la respuesta única. Porque a su parecer, si continuaba en su mundo, sería algo frívolo, carente de pasión. Pero si optaba por vivir con Alistair… sería un mundo peor: sufrimiento, pobreza, enfermedades, luchas, sangre… todo a lo que ella se negaba pertenecer; una vida de guerrero, aunque tuviera el amor más puro y platónico. Todos sabían que una lady que dormía entre plumas no sería capaz de sobrevivir en el campo por mucho tiempo.

Allí estaba ella. Sentada en el banco más cercano al juglar que cantaba una canción en un idioma que no era capaz de entender. No había nadie más en la pequeña plaza. Las casas de los campesinos estaban encendidas con velas, con puertas cerradas… todo estaban bajo un techo, menos aquél pobre hombre. El frío se notaba. Catherine estaba apretujada en su capa de piel por miedo a una hipotermia. Pero aquél hombre seguía cantando para las dos parejas y ella misma, sin importar las circunstancias.

-          Esta es una canción que escuché a un viejo amigo hace muchos años. La titulo Falling Slowly- presentó en un perfecto inglés, para traducirlo después al idioma desconocido.

Deslizó sus dedos por las cuerdas del laúd, haciendo flotar en el aire unas suaves notas graves. Mientras cantaba, Cathie estudió la gente que iba apareciendo en las casas de los campesinos.
Una mujer de edad avanzada, colocaba platos de comida en la mesa que compartía con su marido y sus cuatro hijos. Los niños jugaban animados entre ellos, tirándose del pelo, o haciéndose carantoñas. Sin embargo, el marido permanecía estoico ante los alimentos, como si esperara algo mejor de la pobre mujer. Y la mujer, con aspecto de estar cansada, mantenía su cabeza gacha, moviéndose con rapidez, y al mismo tiempo temerosa.

La escena le recordó a lo que podría ser su situación en un futuro lejano… Un futuro con Alistair, y provocó una gran pena en Cathie, que desvió la mirada a un  nuevo piso.

Las luces alumbraban esta vez a varios amigos en la posada que se hospedaban los escoceses y ella.  Los soldados de Alistair estaban riéndose en alto, brindando con sus jarras de cerveza y cantando canciones típicas de sus pueblos. Entonces llegó otro compañero desde el exterior y, mientras se quitaba la nieve sacudiendo su cabeza de un lado para otro, era recibido con gritos y palmadas en la espalda. Sin duda, parecían felices del momento de tranquilidad, lejos de una mujer extranjera. Alistair estaba en medio de todos ellos. Contaba algo que Cat apenas oía por el extraño idioma, pero sus amigos parecían encontrarle la risa pues no paraban de alborotar al personal.

Las miradas de los dos se cruzaron. Cat la desvió de inmediato al cantante. Se estaba terminando.

Espero un momento a que el público se alejara para entrevistarse con el cantante.

-          Buenas noches, señor- dijo ella, tímida-, me gustaría felicitarle por la canción, ha sido preciosa- el hombre la contempló durante un instante, valuando su ropa cara manchada de barro-.

-          Muchas gracias, my lady- fue su seca respuesta. Se dio media vuelta y empezó a guardar su laúd.

-          Disculpe por molestarle de nuevo… Pero me gustaría desearle lo mejor. Como le he dicho, me han encantado sus obras, y espero que alcance sus sueños- Nada más soltar eso por su boca se sintió estúpida. Ese pobre hombre no podría llegar a famoso sin un padrino rico o la protección de un aristócrata. Pero a él no pareció afectarle.

-          Ojalá sea así, my lady… Ojalá –cuando ella emprendió de nuevo la marcha para irse, él la paró-. Disculpe, my lady. ¿Sabe usted leer y cantar?

-          ¿Yo? Er… Sí, eso creo.

-          Entonces, podría hacerme un favor. He recibido una canción escrita por un amigo, pero no soy capaz de interpretar los signos ingleses. ¿Le importaría cantármela mientras yo toco?- en su mirada parecía atisbar un signo de esperanza, un rayo de luz.

-          Claro, como iba a negarme.

Se situaron uno frente al otro, encima de un banco. Él le tendió varios papeles con una canción titulada A thousand Years, y ella empezó a cantar:
Heart beats fast
Colors and promises
How I would be brave?
How can I love when I’m afraid
To fall
Whatching I stand alone
 
Mientras cantaba notó cómo un nuevo público los rodeaba, escuchando ensimismados la suave y romántica canción.


El propio Alistair salió del salón buscándola entre la multitud. Para cuando escuchó de labios de la joven la letra, pensó que era la voz de un ángel lo que oía,  y que su corazón se mataba por sentir esa voz mágica pronunciando su nombre.

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