viernes, 26 de abril de 2013

Across the Universe


Estaba tan cansada de estar allí. Tan cansada de fingir ser alguien que no era. Mientras otros, ni siquiera considerados compañeros, reían y disfrutaban de la mutua compañía. Al contrario de todos, ella era la única que siempre estaba alejada, escondida, cuidadosa de no ser el centro de atención. Libro en mano, auriculares en oídos, o simplemente durmiendo para escapar de su realidad. Como era el caso.
Katherine se había marchado al cabo de dos semanas de estar con Mathew. Dos semanas más maravillosas de su vida entera. ¿Pero quién era al final él? Nada más que su amor platónico que dejaría de ser real cuando él decida tener una novia en su país. Nada más que aquél que siempre amaría y él no sería consciente de cuánto ella le quería. Soñó tantas veces con poder decírselo… Y tantas veces se conformó con permanecer callada, absorbiendo cada centímetro que se tocaban, cada beso robado.  Pero sin llegar a ser lo que ella quería: una pareja de verdad.
Cerró sus ojos al mismo tiempo que apoyaba su cabeza contra la pared. Rememoró el momento en que, estando en la universidad de su  único amor, le había confesado sus temores de niña, sus secretos más guardados, sus deseos más preciados. Le había cantado la canción que más se sabía My inmortal de Evanesence y Mathew la elogió por la dulzura que desprendía. Pero a pesar de ello, fue después del accidente en la manifestación que él decidió no avanzar más, no profundizar en su relación. Por miedo a causarle más daño del que pudiera él mismo soportar. ¿Pero qué importaba eso? Estando con él ella soportaría cualquier cosa. Prefería mil veces sufrir eso, que el tormento de ahora: la indiferencia con que la gente la miraba, la trataban.
Volvió al momento en que todo fue a peor:
Estaban en el tren que les llevaría a la Moneda (el parlamento chileno) donde ocurriría la manifestación de los estudiantes por un sistema de educación mejor del que tenían. Mathew tomó parte activa desde un principio, convocando reuniones, ideando formar de revelarse, de mostrar el enfado de  la población estudiantil. Nunca se rindió, ni en ese momento, ni en futuros sucesos que debieron de marcarle como un látigo a fuego en el corazón.

Su mano derecha acariciaba la muñeca de Katherine, en un lento ritmo, mientras sus miradas se encontraban y se perdían en ellas. Él olía a Calvin Klein, ella a vainilla. Él vestía con ropa punky de pantalón largo ajustado negro y una camiseta de manga larga verde militar; mientras ella optaba por unos vaqueros azules y una camisa rosada de manga corta. Su pelo rubio rapado en casi toda su totalidad a excepción de una cresta central lisa; ella pelo corto y rizado. Cualquiera diría que eran antítesis y que su relación nunca llegaría a nada. Katherine sabía que a pesar de todo, él la complementaba, y ella a él también. Eso era lo que contaba realmente.
Katherine extendió su brazo hasta tocar la mandíbula del chico, rozando sus labios con los de ella en un tierno beso. La gente les miraba con curiosidad, pero mientras subían y bajaban del andén, no existía nada más.
Él atrajo su cabeza nuevamente, en un gesto posesivo, tomando propiedad de su boca y saboreándola a su antojo. Susurró algo contra ellos que no pudo entender, y al preguntarle, él emitió una risa juguetona y la abrazó con más fuerza.
Al llegar al destino bajaron con muchos otros alumnos del transporte público.
Siguieron la marea, agarrados de la mano, uno al lado del otro, él sabiendo a dónde ir, ella perdida.
-          No te separes de mí pase lo que pase- gritó a su lado.
-          ¿Y si pasa? ¿Dónde nos encontraremos?-preguntaba ella preocupada por lo peor.
-          En ese caso quiero que busques un sitio despejado y me llames. Conociéndome, si te pierdo de vista estaré demasiado preocupado como para no estar pendiente del móvil- una sonrisa bastó para tranquilizarla.
Al llegar a la plaza de delante el parlamento, Mathew la presentó a varios amigos suyos: Angela, Ricardo, Marcus, Stephanie, María y Christo. A Christo lo conocía de hacia tiempo por el juego online al que jugaban ambos. Todos eran simpáticos y prometieron ayudarla si la veían perdida. También hicieron un juramento en silencio de cuidar a la que debiera ser la novia de su mejor amigo, pasara lo que pasara. Le sorprendió el pacto, o la enérgica amistad que había entre ellos. Estaban dispuestos a pasar por algo duro, con tal de ver feliz al más alegre del grupo, al más alegre y rebelde de todos.
Poco a poco empezaron a llegar más y más estudiantes descontentos con el sistema. Ninguno parecía un potencial peligro para la sociedad como decían las noticias, pero una nunca debía fiarse de ellas. Muchos de ellos conocían a Mathew, y él, alegremente, la presentó a diferentes representantes de las universidades. Esperaba caer bien a la gran mayoría, como más tarde la confirmarían.
El resto de la mañana fue tranquilo, ayudando a hacer ruido con cacerolas y pitos, silbatos y bocinas. Más de una vez se vio demasiado cerca de los pacos o policías que controlaban la zona con caballos, pero ninguna de esas veces estuvo cerca de una amenaza. Quizás los estudiantes también exageraban.
Y aún cuando creía que la tarde terminaría bien, empezó el caos.
Estaba al lado de Angela, conversando sobre las diferencias del sistema educacional español frente al chileno, cuando se oyó un sordo golpe cerca de su posición. La multitud enmudeció de repente, dando paso a la incertidumbre. Los policías empezaron a organizarse en torno a la larga zona por la que circulábamos. Todos nos miramos con temor, nadie comentó nada, porque empezaron a esperarse lo peor: los extremistas habían llegado. Buscó rápidamente a Mathew con la mirada, pero no estaba cerca de ella, no estaba en su campo de visión. El miedo ascendió por su cuerpo con velocidad. ¿Qué iba a pasar ahora?
Se sucedieron varios estallidos aún más cerca. Otro silencio. Y casi inmediatamente, el gritó desgarrador de una joven. Notó cómo la masa de gente comenzaba a movilizarse presa del pánico. Algunos ya empezaban a correr por encima de cualquiera, otros como ella, eran impedidos de moverse. No conseguía adelantar un paso por cuenta propia, los demás la arrastraban a la fuerza. Se escucharon varios gritos más hasta que la multitud los coreó con terror. 
-          ¡No me sueltes, Katherine!-gritó con fuerza Angela- Kathie iba a responder cuando alguien tiró de su brazo en dirección contraria a la de su nueva amiga. Todos tenían el terror reflejado en sus miradas. ¿Sobreviviría?
-          ¡¡¡Angela!!!-gritó desesperada.
Varios encapuchados corrieron hacia ella, con botes de cristal llenos de un líquido transparente y fuego en la tapa: cóctel molotov. Su instinto de supervivencia la instó a agacharse cuando una de ellas voló por cerca de su cara. Su rostro chocó contra el asfalto, rasgando parte de su piel.  No existía dolor mientras se levantó con rapidez y empezó a correr lejos del campo de batalla.
Varios policías se colocaron delante de ella montados a caballo. Cambió de dirección hacia una zona despejada. Varios encapuchados más se adelantaron a ella, prendiendo fuego a cubos de basura y lanzando incendiarias a los defensores de la ley. La justicia respondió con cañones de agua a presión.

Katherine siguió corriendo por la marea de gente. Ya no eran solo los gamberros cometiendo ilegalidades, sino parte de los estudiantes se unieron a la lucha. En un momento que pensó estar en un sitio despejado, sintió un golpe por la espalda. Era un golpe que inmediatamente le humedeció la camiseta y la tiró al suelo. Alguien gritó su nombre a lo lejos. Intentó volver a ponerse en pie, pero el agua la mantenía pegada al suelo. Empezó a gatear contra un árbol grande. Justo al llegar, dejó de sentir la presión.

Volvió el rostro, buscando a alguien conocido. Le pareció ver a Mathew, pero no era nada más que un chico rubio siendo pegado por varios policías. Contempló cómo había cambiado en cuestión de segundos lo que fuera una marcha pacífica. Varios pacos mantenían en el asfalto a dos chicas, las cuales eran pegadas con las porras; varios estudiantes gritaban en contra de las atrocidades… Los bandoleros seguían tirando fuego a los cuerpos policiales, y los carros acorazados seguían lanzando agua indiscriminadamente. L a gente huía con toda la velocidad que podían, pero eran alcanzados por pistolas de gas comprimido o pelotas de plástico. Aparecían alumnos con cejas abiertas por un golpe, labios partidos, hemorragias en un brazo, o la nariz torcida. Le entraron arcadas con sólo ver la sangre de un cuerpo desplomado a sus pies.
<< ¡Madre mía!>> Movida por la pena, ocultó el cuerpo del chico detrás de los arbustos.  Se quitó el pañuelo y con él hizo un candado al joven herido. Cuando comprobó que había hecho lo que pudo volvió a aventurarse en el campo de batalla con mucho más cuidado.
Los insurrectos montaron varios bloqueos con fuego para impedir el paso de la policía. Arrastraban consigo a otros más estudiantes que intentaban escapar, manteniéndolos pegados a ellos. Un montón de chicos gritaban en busca de ayuda, otros en busca de pelea. Desesperada por encontrar a Mathew y salir de allí empezó a llamarlo a gritos. Una nueva oleada de muchedumbre enloquecida la empujó contra una dirección contraria a la que había decidido tomar. Luchó con todas sus fuerzas para poder escaparse de allí, pero le era imposible avanzar sin recibir un codazo, o un golpe en las costillas.
Al sentir unos brazos agarrándola con fuerza, gritó como si le fuera a dar un ataque al corazón.
-          Tranquila, tranquila cariño. Soy yo, estoy aquí- susurraba su chico contra su frente- mírame, mírame- Fijó su mirada en la de ella, seria, y fría-. Quiero que corras. Corre hacia la universidad. No des la vuelta, ni mires atrás. ¿Me oyes? Quiero que corras y te escondas allí. Yo iré por ti. ¡¡¡Vamos!!!
-          ¿Pero qué pasa contigo?-protestó ella asustada.
Mathew se alejó de ella, despistando a varios policías que sin saberlo, se acercaban a ellos. Casi al mismo tiempo, otros dos la seguían a ella. Empezó a correr contra la gente que iba en otra dirección, notando las pisadas de los perseguidores en su espalda.
Justo cuando creía estar a salvo de la pelea callejera que se libraba a sus espaldas, su suerte se tornó aún más negra. Un escuadrón de policías apareció frente  a ella, nuevamente. Cambió el rumbo cuando vio el acercamiento de varios de ellos. Alguien detrás de ellos gritó mantener la formación, pero no había terminado de decirlo cuando ya se lanzaban en su busca, cual lobo hambriento de semanas. Katherine corrió cuán más fuerte pudo, pues no era dada a la gimnasia. Sentía su respiración acelerada, el corazón le martilleaba en el pecho, y se sentía desfallecer en cualquier momento.

-          ¡Mathew!-gritó con todo el miedo que sentía. Los dos guardias que se habían adelantado, la tenían cogida por los brazos, intentando tirarla al suelo. Uno de ellos empezó a sacar la porra, y el otro aprovechó para asestarle un golpe en la mandíbula. El dolor atravesó cada poro de su piel, y el alarido fue aún más mayor que el anterior. Una negrura se hizo hueco en su mente con rapidez. Luchó con todas sus fuerzas para no desmayarse. Ella no era de las que se cedían fácilmente. Empezó a asestar golpes, arañazos, insultos… a todo lo que le impidiera moverse. Los dos policías ya empezaban a maltratarla, y ella no tenía con qué poder defenderse.
-          Te llevaremos  a donde te mereces, gamberra- repetía enfadado uno de ellos. El compañero parecía estar contento del trabajo que realizaba, pues su sonrisa de suficiencia atravesaba cualquier barrera.
Oyó la voz de Mathew acercándose. Su rostro descompuesto por la escena que debía presentar. Un líquido caliente se deslizó con lentitud por su frente, molestando a sus ojos. Su visión se tornó roja pasión. Deseaba que Mathew llegara a tiempo. Al notar la presencia del muchacho, los dos hombres que la mantenían sujeta empezaron a arrastrarla a una furgoneta verde militar. Katherine intentó nuevamente escapar, pero parecía estar atada por cadenas.  Siguió pataleando aún cuando empezaban a subirla al coche.

Como caído del cielo, su ángel surgió de entre el gentío para salvarla. Paró el brazo de uno de los agentes, y emprendió una serie de estacazos al hombre. Mathew estaba acompañado por varios amigos que se enzarzaron en la contienda. Una vez librada de los dos agentes, su chico la mantuvo en pie, abrazada a su cuerpo caliente. Sus ojos permanecían inyectados en sangre.
-          Te pedí que te fueras…-empezó a decir.
-          Y lo hice-respondía tajante.

Secó la sangre de su rostro, aumentando la presión en su abrazo. Comenzó a caminar con ella. Torció por una esquina intentando despistar al resto de los policías, y luego viró hacia la derecha sin mirar el semáforo en rojo. Continúo varias calles hacia un parque, para luego volver a girar a la izquierda y avanzar por una residencia de estudiantes en mal estado. Los gritos de la lucha seguían escuchándose con más fuerza. Katherine ntentó pensar en otra cosa para olvidar el dato, pero por más que lo intentaba le venían imágenes de muertes y dolor. ¿Dónde estaba Angela? ¿Estaría bien?¿Estarían bien los demás?

Al llegar a la universidad entraron por las puertas, cerrándolas de inmediato. El escenario la hizo temblar: cientos de personas apiñadas contra la pared, llorando, abrazados a cabezas inconscientes, durmiendo… Todos intentaban escapar a su manera del conflicto exterior. Varias fotos colgadas de las paredes, buscando a otros estudiantes. Algunos lloraban con nervios, otros temblaban ante lo que acababan de vivir… ¿Y Mathew quería que ella permaneciera allí mientras él hacía el héroe? ¿Y si le pasaba algo? Tampoco ella podía ser la heroína de un territorio que no conocía. Contempló su rostro, asustada por su vida.
-          Debo irme, aún faltan algunos de los chicos. Hazme caso y quédate aquí hasta que vuelva. No entrará nadie de la ley, está prohibido.
-          No me dejes aquí, por favor. No me dejes sin saber qué te puede pasar allí fuera- la sola idea de dejarle allí fuera, sabiendo lo que le pasó a ella, era inaudita. ¿Cómo volvería sin él? ¿Cómo le explicaría a sus padres que el propio hijo permanecía en la cárcel por salvarla a ella? O algo peor, que había muerto.
-          Tengo que irme- y sin terciar ninguna otra palabra, el joven salió por la puerta corriendo.

Entreabrió la puerta, intentando localizar su figura, pero se sucedían imágenes borrosas debido a sus lágrimas. Por Dios, tráelo vivo.
Al cabo de media hora, y sin saber nada de él… Sin poder soportar más el miedo y el temor, descendió la escalinata de piedra, dispuesta a buscarle.
Al atravesar varias callejuelas volvió a encontrarse en el punto de partida, por donde llegó en la mañana. Empezó a acelerar el paso buscándole. Seguía el conflicto, ahora decayendo por la represión del Estado, pero los heridos se sucedían en la calle. Algunos eran arrestados contra sus fuerzas y llevados en coches blindados de guerra.
Intentó reconocer a la gente tirada en el suelo, a las parejas llorando… No veía a nadie.
Cuando creyó perdida la búsqueda, una cabeza rubia sobresalió de entre varios coches destrozados. Corrió frenética hacia el cuerpo.
-          ¡¡¡Oh Dios mío!!!- Se oyó gimotear. Recogió la cabeza de Mathew entre sus brazos, abrazando el cuerpo con fuerza- Despierta, cariño mío, despierta…
Buscó su móvil en el bolsillo, marcando el número de emergencia, dando los datos de los sucesos y pidiendo que llegaran rápido. Varios policías pasaron por su lado sin prestarle atención, o quizás haciendo caso omiso de ella. Ya no le importaba si le daban golpes, sólo quería que el sobreviviese. ¿Qué era una vida sin él? Puro aburrimiento, puro dolor.  Siguió durante un tiempo indefinido repitiéndole que despertara, que no la abandonara en ese mundo de demonios… Esperaba sentir con más fuerza su latido, ahora casi inexistente. ¿Y si se moría allí? Por Dios que no podría soportar la culpa de verle morir en sus brazos sin haber hecho nada por salvarle. ¿Dónde demonios estaban los sanitarios? ¿Por qué tardaban tanto? Impaciente por ver de nuevo aquellos ojos azules, lo levantó a duras penas. Subió el cuerpo sobre su espalda y empezó a  caminar con él hacia la universidad… Al menos allí debería haber un botiquín con el que poder ayudarle. Pero al mismo tiempo sus pensamientos cambiaron: ¿qué narices iba a hacer con un botiquín si su amor necesitaba urgencia inmediata? Volvió a dejarle en el suelo, acostado sobre sus piernas, acariciando su sudorosa frente.
Lloró. Lloró como nunca lo hizo antes. Con dolor, sin aire que poder tragar. Actuaba como una mujer madura, pero cuando lloraba, volvía a ser una niña pequeña.


¿Quién iba  a pensar que después de aquello Mathew no querría volver a verla? ¿Orgullo? ¿Miedo? ¿No querer hacerla pasar por estar con un rebelde que podría poner su vida en peligro por reclamar sus derechos?
No sabía la respuesta a nada… Sólo que después de ése día, perdió toda esperanza de tener algo con quien sería su verdadero y único amor.

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