Su traje era precioso. Todo el mundo lo alababa. Riveteado de piedritas brillantes al rededor de su cintura, cayendo delicadamente rodeando sus piernas. Ceñido a su cintura y torso, aumentando su pecho en forma de V y obligándola a poner la espalda recta. Estaba preciosa. Lo decían por toda la iglesia. De una punta a otra.
Rizó todo su pelo con unas tenacillas calientes, alisando un flequillo delantero, y la copa de su cabeza para luego anudarla atrás. Después cogió la pequeña tiara que le compró como regalo y se la colocó. "Pareces una princesa"dijo emocionada. "Tú me enseñaste a serlo. Nadie mejor que tú para enseñarme a ser fuerte y no dejar que caiga mi corona ante las adversidades". Siguieron con el maquillaje y el velo nupcial. Al verse en el espejo no podía creer en quién se había convertido. Una mujercita, quién a pesar del paso del tiempo, había madurado y embellecido; a pesar de todo lo que decían de ella. Y el daño que eso le causaba.
"Es la hora" Dijo desde la puerta su padrino de boda, David. El único amigo que había tenido durante mucho tiempo, el que la había acompañado siempre que lo necesitaba, a pesar de todo. Nunca la había abandonado, y hoy había viajado desde Barcelona, con su mujer e hijas, sólo para verla en su día más especial y acompañarla hacia el altar. Nadie más que él o su madre podía tener ese honor. Por eso mismo decidió ser acompañada por los dos, y no por su padre biológico, que no merecía esa oportunidad.
Por esa razón, bajando las escaleras hacia la sala principal, sonriendo a David, con su hija delante con los anillos, mi hermano unos metros más enfrente, sacando las fotos, ilusionado por su tarea.
Estaba siendo el día más feliz de su vida.
Pero al llegar al salón y ver la cara preocupada de su madre y sus damas de honor, notó que algo iba más que mal. Había una cosa que no estaba saliendo bien, y eso significaba que si día estaría estropeado. No quería recordar su día con una mancha de dolor.
"¿Qué pasa?" Preguntó David a su madre.
"No está"
"¿Quién no está?" susurró la joven novia. Pero algo en su interior le decía que sabía lo ocurrido.
"No ha venido..."
"Dadme un móvil" dijo la chica a punto de perder los estribos.
"Toma, corazón" le ofreció su madre.
Se alejó un poco del grupo y marcó el número de Ilya.
"¿Diga?"
"¿Dónde estás? ¿Pasó algo?"
"No he podido ir. Estaba en el coche cuando llegaste, pero no he podido entrar. No sé si seguimos siendo nosotros solos.
"¿Qué quieres decir?"
"No quiero que pienses algo que no es. Pero necesito decirte que tengo dudas ahora mismo. No puedo casarme."
"¿Por qué no me lo dijiste antes?"
"Te llamé al móvil. ¿Por qué no me lo cogías?"
"¡Yo que sé donde está mi móvil!"
Todos la miraron, a expectativas, pensando lo peor.
"Lo siento"
Su mundo se desmoronó cuando escucho la finalización de la llamada.
Se agarró su vientre con sus manos, doblada del dolor que le causó el abandono de su amor. Se había ido, así sin más. Como si tanto tiempo haciendo los preparativos no hubieran servido de nada.
"Cariño..." La voz de David atravesó la membrana de dolor en su mente.
"Necesito irme..."
Sintió los brazos masculinos apoyando su cuerpo en el del hombre. Intentando aguantarla.
"Pero Evie..." dijo su hermano.
"Sacadme de aquí" repitió nerviosa.
"Al menos dinos qué pasa." dijo mi padre biológico.
"¡¡¡HE DICHO QUE ME SAQUÉIS DE AQUÍ. NECESITO IRME. TENGO QUE SALIR!!!"
David la sacó corriendo, bajando los escalones de la Iglesia lo más rápido que podían. Su madre eligió seguirla, pues no podía abandonarla cuando sabía que le dolía tanto. Su hermano comunicaría la cancelación de la boda, mientras ella salía corriendo del infierno en que se había convertido el día más especial.
Llegaron al coche, y fue sólo entonces ahí, cuando rompió a llorar desconsoladamente sobre el pecho de David, mientras su madre sacaba los pañuelos de su bolso y le quitaba el maquillaje.
Fue un dolor terrible sentir cómo dejaba de ser quién era, para convertirse en un dolor sordo, sin nada más a su alrededor.
Nada más importaba. Sólo su dolor ensordecedor que no la dejaba respirar.