Amo esos días en los que te levantas pensando que todo va a
cambiar, que todo será distinto, incluso que todo saldrá bien, y que nadie
podrá robarte ni un segundo de esa felicidad que te cambia todo el rostro y te
ilumina los ojos con esa pequeña esperanza que crece a cada momento que va
pasando.
Es en ese día cuando ves que no hay montaña suficientemente
alta como para no atravesarla.
Y de repente, algo cambia. Tu día ya no es tan especial. Da
un giro rotundo y te pierdes en medio de tanta gente que te rodea. Sientes como
la duda, el miedo e incluso la confusión de cómo llegaste hasta allí atenazan
cada fibra de tu cuerpo, de tu mente… Incluso de tu corazón.
Tenemos miedo de querer más, de perder a las personas que
conocemos… Pero esas personas no se irán. Nos decimos que debemos darle una
oportunidad, que se la merecen… El caso es, que si nos hicieran lo mismo a
nosotros… ¿Seríamos capaces de perdonarlos? Queremos dejar de sentir por un
instante. Dejar la mente en blanco, y olvidarnos del lugar en donde estamos.
Dejar de ser persona, dejar de ser esa alma unida a un cuerpo. Volver atrás.
Volver a lo que se era en un principio…Pero las cosas no son así, no podemos
elegirlo ni hacerlo como si fuera un cambio fácil. Dejaremos de ver a esas personas
por lo que son, sino por lo que llegaron a ser. Nos pasamos la vida intentando
no hacer las mismas cosas; siempre terminamos en el mismo sitio. No podemos
prometer que funcionará, ni asegurar que no habrá problemas. No sabremos cuando
podremos perdonar, ni cómo lo haremos… Sólo hay algo que podemos hacer para que
funcione, una mínima parte a ser posible… Y es dejarlo volver.
Termina por abrumarte la posibilidad de que algo, o incluso
tú mismo, lo ha jodido todo. Puede que sin querer, sin buscarlo… Pero ha
sucedido, y no hay vuelta atrás. Ninguna posibilidad de recuperar lo perdido o
incluso de empezar de cero. Todo se pierde en esa oscuridad para no volver
nunca más.
<>
La única frase que somos capaces de razonar; la única que se
queda grabada en tu mente, repitiéndose una y otra vez.
Y al final, te das cuenta una vez más, de que cada mañana,
al despertarte, sabes que no tendrás esa oportunidad que te asegura ese gran
día.
Terminamos por saber que te complicas la vida intentando
algo que no tiene futuro y que no es real. Sólo aparentes sentimientos en el corazón que permanecen
allí grabados. Incluso es probable que lleguemos a amar de verdad, hasta el
final del tiempo… Pero será retrasar lo inevitable. Puedes seguir queriéndolo y
nunca conseguirlo. No puedes ir al cine porque has de estar en casa conectado
para poder hablar cinco minutos con él… No puedes ir al cine, ni salir a tomar
algo… Sólo disponible para él… Es algo triste. Pero es sólo un complemento a tu
vida diaria, no hay que vivir para ello ni por él; tienes tus amigos, tu
familia, deporte, cantantes, música… Fuera del ordenador, tienes una vida
completamente distinta. No pienses en mundos multicolores de un futuro
junto a ellos porque no existirán.
Y es ahí, en el final del día, cuando te vuelves a acostar en tu cama. Cuando cierras los ojos
y te dices: Soy más fuerte de lo que muchos piensan. Soy joven, y mi vida aún
no ha acabado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Dejar un comentario, será la forma perfecta en la que veré si compartes mis ideas, tienes mis mismos sueños, o si incluso te ha gustado.