Doce de la noche.
Toda el tiempo bailando distintos géneros de canciones, incluso rap. Necesitaba un pequeño descanso, o al menos, un respiro de cinco minutos, pues mi familia no dejaba de sacarme a bailar las canciones con un ritmo de tres por cuatro, al ser yo la mejor de todas las primas que sabían bailarlo.
Mi madre rara vez salía al escenario, pero este año, por lo visto después de que yo me pasara tanto tiempo en el extranjero, le había ayudado a relajarse, y el hecho de que mi hermano fuera menos pesado con ella, la había liberado de una forma tan preciosa que hasta sus ojos brillaban de alegría. Rara vez la veía así.
Lo mejor era verla en movimiento con su novio, Marck. Tan compaginados, hacían una gran pareja.
Y es que en realidad, mi familia pasó por muchas cosas para llegar al día de hoy, y estar todos aquí reunidos, como si nada hubiera pasado, dispuestos a pasar un gran momento de Nochebuena, o incluso conocer al chico que me traía tan prendada. Puede que sólo fuera que querían hacer algo en esta fecha, el caso era el mismo... Mi ausencia durante cuatro años consiguió más de lo que imaginaba, unir a mi familia mal educado (mi padre) con la mal pensada (mi madre), pero si no hubiera sido por esta mezcla, yo no tendría el carácter que hoy poseo, ni las fuerzas que necesité tanto hace mucho para seguir adelante, así que les debo muchísimo más de lo que pensaba, algunas de esas cosas impagables.
Cada uno de nosotros formábamos parte de algo muy grande, un círculo de problemas en el pasado, o amarguras a nuestras madres.
Recuerdo incluso cuando le hacía la vida imposible a mi madre, o trafegaba los mensajes que me daban sin querer. ¿Pero esto nos hacía menos importantes? Qué va... Esas cosas eran las mejores porque con el tiempo te ríes de todas las tonterías que hacías, o las cosas que te decían, o puede que hasta saques fuerza de esos actos para conseguir lo que quieres. Cuesta, sí, pero todo tiene su tiempo para hacerse realidad, sobre todo si le ponemos amor y sueños, ilusión y fuerza, porque querer es poder, y el ser humano es todo poder.
Se me acercó Ilya mientras anticipaba cada uno de sus movimientos con mi mirada. Me quitó la silla, y luego me sentó sobre él, rodeándome, estrechándome como si fuera una muñeca de porcelana, fácil de romper
Alcé la barbilla, clavando los ojos en su rostro. Incapaz de encontrar palabras para decirle cómo me perdí en su mirada, el levantó una mano muy despacio y colocándome un dedo en el mentón, justo debajo de la oreja. Desde allí fue descendiendo hasta llegar a la barbilla y alzarme el rostro.
La sencilla caricia me provocó un estremecimiento y me erizó la piel. Nuestros rostros quedaron más cerca.
- ¿Debo asumir que estás aburrida?- su voz sonaba ronca, hipnótica.
Yo no aparte mis ojos de los suyos.
- Un poco, nada más.
Su mirada se posó en mis labios, y me fue imposible interpretar su expresión.
- ¿Qué tienes en mente?
Arqueó las cejas con un gesto arrogante, consciente de lo que yo quería, y que él aceptaría el desafñio implícito, y lo aceptaría.
- Ya lo sabes...
Sus labios esbozaron una sonrisa torcida; a sabiendas de las sensaciones que provocaban, los encontraba fascinantes.
- ¿Y qué harás?
Al mismo tiempo, los labios de Ilya rozaban los míos con delicadeza, pero con firmeza, incluso con un cariz exigente. Separé mis labios en forma de clara invitación. La mano que me alzaba el rostro se movió y esos largos dedos se posaron en mi nuca, si bien el pulgar quedó bajo mi barbilla para mantenerla alzada mientras él ladeaba la cabeza para profundizar el beso... Tal y como yo quería.
Alcé un brazo y le recorrí la mejilla con la yema de los dedos, devolviendole el beso, al principio con timidez probando e imitando sus movimientos hasta que fui cogiendo confianza a medida que me percataba de su beneplácito y también de su anhelo esquivo y seductor oculto bajo su fuerza.
Atrapada en la creciente intimidad del beso, en los sutiles pero firmes avances de esa lengua que se hundía en mi boca, muy consciente del brazo que me rodeaba, de esa mano que me sujetaba por la espalda y me apretaba contra él, incitándome a que me acercara todavía más a él.
Coloqué mi mano sobre su hombro y deslizar los dedos, muy despacio, por si sedoso cabello.
Retirarse antes de hacerle el amor allí mismo fue muy duro, un esfuerzo sobrehumano, que tuvimos que hacerlo poco a poco, a regañadientes. En cuanto volvimos a abrir los ojos, nos dimos cuenta de que nuestro paisaje había cambiado.
Un nuevo futuro, tras mucho tiempo esperando...
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