jueves, 22 de diciembre de 2011

Faith Hope

-          ¿A qué hora dijiste que llegaba?
-          Sobre las seis de la tarde…
-          Queda poco…
Sí, quedaba poco para verle por primera vez. Para sentir por una vez en mi vida un verdadero abrazo del chico al que amaba… La primera vez para hacer de nuevo todo aquello por lo que llevaba esperando más de dos años.
Puede que a veces olvidara la forma en la que nos conocimos, o cómo le hablé los siguientes días después de que me preguntara si quería ser su novia. Puede incluso que no recuerde el día exacto de nuestro aniversario… Pero siempre tendré en el recuerdo lo que me ha hecho sentir desde el primer minuto en hablar: Una seguridad que nadie pudo darme aunque lo deseara con todas sus fuerzas; la certeza de que nuestro sueño de estar juntos, y hacer lo imposible real, se haría realidad; la posibilidad de tener una vida como queríamos… Un amor que me mantuvo tranquila durante mucho tiempo y que me permitió coger fuerzas de flaqueza todos los días para levantarme de la cama y luchar. Luchar por aquello que creía, por nuestro amor, sueños, actos...
Tres días más tarde, inmediatamente después de conocernos, nos dimos cuenta de que había química entre nosotros, y nuestras conversaciones pasaron de ser banales a interiorizarse aún más en nuestra forma de ser. Fueron conversaciones que nos llevaron a gustarnos o incluso enamorarnos alocadamente el uno del otro.
Cambió mi vida por completo, aportándome la esperanza que necesitaba para hacer  de mis rutinas los momentos más dulces que pasé en mucho tiempo posterior. Recuerdo como todas las noches, justo cuando mis padres dormían, salía al balcón para observar la estrella más brillante sobre el firmamento, disfrutando del momento, pensando que él podría estar haciendo lo mismo al momento exacto, sintiendo como sus brazos rodearan mi pequeño cuerpo, estrujándolo, dándole un cariño que rozaba la adoración por mi forma de ser. Aunque si hablamos de adorar, he de admitir que más valorado lo tengo yo, pues tiene en su personalidad, ese algo que te induce a pensar que los días con él siempre serán una aventura, que estarás protegidas las veinticuatro horas del día, y que no te podrá pasar ningún mal aunque todo el mundo se pusiera en tu contra.
Y hasta ahora, frente al panel de vuelos del aeropuerto, rezaba con todas mis fuerzas por gustarle. Y no era fácil mantener la compostura cuando lo más deseado era salir corriendo, mantener mi rostro oculto en las sombras, incluso tomar una taza de chocolate caliente me relajaría.
Mi riesgo era que si no le gustaba físicamente, y resultaba ser un impedimento para que él me amara… Sería romperme totalmente el corazón, pues la fe que había depositado en él, me llevó muchísimo tiempo decidir si valía o no la pena sufrir si luego no conseguíamos nada. No me defraudó.

El pequeño timbre que anunciaba la llegada del avión, y que los pasajeros saldrían de un momento a otro por la puerta, aceleró mi corazón, obligándome a respirar más rápido y mayor cantidad de oxígeno.
No cabía duda de que a cuánta más gente salía por la puerta de desembarque, más tensa me ponía yo.
Mi mejor amiga me había acompañado para asegurarme de que llegaba bien después de ir a tomar algo cerca de la ciudad de Santa Cruz, para darle un descanso a mi novio tras el largo viaje de cuatro horas. Nos acompañaría a mi casa, donde se quedaría  las próximas noches Ilya, en casa de mi abuela materna, concretamente; pues la casa de mi abuela paterna era un hervidero de hombres infames que no durarían en sacarle un ojo o tirarse una pedorreta en su cara, incluso algo peor.
Yo me fugaría de mi casa sobre las doce para ir allí, y poder pasar nuestra primera noche juntos, aunque esperaba no tener que verme obligada a realizar tan tremendo acto, sino poder salir tranquila sobre las diez y que mi madre lo supiera.
Divisé su rostro entre los demás, pero mis pies no acertaron a moverse sobre el piso blanco. Se plantaron sobre la baldosa exacta donde estaba, y hasta que Ilya no hubo llegado a mi lado, no fui capaz ni de reaccionar y quitar mis ojos de los suyos, roja de vergüenza por hacer el ridículo de esa forma.

-          Hola.
Que momento más tenso fue ése. No acertábamos a nada, menos a saber qué hacer o cómo saludarnos. Me decanté por darle un pequeño beso en la mejilla, por si resultaba ser que no le gustaba físicamente; de esa forma no le complicaría el momento… Aunque esperaba fuera todo lo contrario, como me decía por el Messenger cuando hablábamos.
-          Hola, Ilya.
-          Estás bien- no era una pregunta. Constató tras fijarse en mí críticamente.
-          Sí, y tú, por lo que veo, igual…
-          Sí…
¿Cómo sabría si le gustaba? ¿Tendría él las mismas dudas? ¿Pensaba que no me gustaba o había confiado en mí desde que le dije que sí me gustaba? ¿Y si no me decía nada para no hacerme daño?
Eran demasiadas preguntas para un instante tan corto. ¿Y si le preguntaba simplemente? Si me encomendaba a lo que sentíamos, si confiaba en él, sabría que decía la verdad:
-          Ilya…
-          Dime, Evie…
Me acerqué aún más a él, pegando mis labios a su oreja, susurrándole nerviosa:
-          ¿Te gusto?
Retiré mi cara, para poder ver su reacción y más tarde analizarla. Sus ojos se iluminaron de tal forma que volví a perderme en ellos, conociendo la respuesta antes de que la dijera.
-          Por supuesto que me gustas, cariño. ¿Lo dudas?
-          No… Pero tenía miedo de que fuera al contrario…
-          Sabes que te diré siempre la verdad, pase lo que pase. Y ahora no será menos: me gustas, me encantas… Te adoro de todas las formas posibles y por haber.
Su respuesta me sacó una pequeña sonrisa de alivio, permitiéndome el lujo de relajar mis músculos y entrelazar nuestros dedos, apretando su mano como signo de que todo saldría bien… Sólo quedaba que le cayera bien a mi ídolo: mi madre.
¿Pero y si salía mal?
Me llegó a la cabeza una canción: Elephan Love Middle de Moulan Rouge, justo la parte en la que él le dice a ella:
-          El amor nos eleva y nos lleva a nuestro lugar/Donde vuelan las águilas, encima de las altas montañas.
Pegaba perfectamente para este acto de amor…
Y, ante todas mis preguntas, sólo había una respuesta lo suficientemente aceptable-.
Una respuesta, para bien o para mal, que me ayudaría a sobrellevar lo que ocurriera.
Y la razón de que existiera como la persona más feliz del mundo.
Confiar en nuestros pasos, confiar en él.
Aunque nada pudiera mantenernos juntos… Podríamos robar tiempo, sólo para un día.
Podríamos ser héroes, por la eternidad; podríamos ser héroes, solamente porque yo siempre estaré enamorada de él y no puedo evitarlo.
-          Cuán maravillosa es la vida, ahora que tú estás aquí.

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