<<Para hacer algo especial, basta con creer que es especial.>>
Volvíamos al bar tal y como nos fuimos una hora antes, él en la moto de uno de mis tíos, y yo en el Mitsubishi que mi padre me había regalado años atrás.
Seguía pensando en lo ocurrido con Miriam. Mi mente seguía pensando que era posible aquellos que presencié, mientras el corazón dictaba lo contrario: debía confiar en Ilya, pues él me amaba y me había jurado amor muchas veces, como yo a él; ésa era una de las razones por las que mi voto de confianza y mi tranquilidad caminaban- a veces haciéndome dudar- pero asegurándome un futuro mejor del que yo creo.
Desde el espejo retrovisor le veía sonriéndome, como si con una sonrisa, pudiera calmar todos mis nervios. Era tan mono subido sobre la motocicleta, mi cabeza ya lo imaginaba con un casco deportivo, estaría guapísimo, como cuando se ponía las bufandas que él llamaba bragas y yo bufandas cerradas en círculo. Era tan bello de todas las formas posibles, que la mínima idea de vérmelo con otra mujer, me dolía en el alma.
¿Y si Miriam no reconocía nada? ¿Y si en verdad ella mentía? ¿Cómo sabría yo quién dice la verdad? ¿Debería dejarme llevar por mi corazón, aún cuando esté muy segado de amor? ¿O aparecería el instinto femenino, sin confundirlo con el amor?
Estaba aterrorizada, y no dejaba de dar suaves golpecitos en el volante cuando terminé de aparcar el coche frente la entrada de la taberna pegada al restaurante de mi padre. Ilya me abrió la puerta, esperando pacientemente a que mi cuerpo respirara antes del enfrentamiento, probablemente, peligroso para alguno de los miembros de mi familia. Debía correr el riesgo, me gustara o no.
- Vamos…
Su mano se cerró sobre la mía con tal seguridad, provocando más aturdimiento en mí misma, que no pude más que reprimir el llanto amenazando con salir al exterior. Un llanto el cual me tenía agonizando de dolor.
La cortina de madera se movió tras nuestra entrada, advirtiendo a mi tía Rosa de la entrada de su sobrina, la que minutos antes había pegado a su hija.
- ¿Se puede saber por qué le pegaste?-alzó la voz aún cuando no habíamos tomado constancia de la escenita que se nos venía encima.
- Evie estaba en todo su derecho- aclaró mi padre.
Girándose a él, Rosa lo encaró:
- Tu hija no tiene derecho a nada aquí, y debería haber dejado que Miriam dijera lo que tenía que decir antes de tomarse la justicia por su mano.
- En todo caso, tu hija debería haberse cerrado las piernas antes de intentar seducir a Ilya… En mi pueblo eso es de putas.
- ¡¡¡Yo no soy nada de eso!!!- gritó la eludida, golpeando con fuerza la barra… Y se hizo daño en la mano.
Mi padre y mi tía seguían discutiendo, mientras yo, lo más alejada posible, me sentaba en uno de los taburetes, apoyando los codos en el acero inoxidable, y tapando mis oídos, ajena al mundo que me rodeaba, cerrar mis ojos y descansar un poco. Escuché cómo los gritos sonaban más altos, y la voz de Ilya a mi lado, susurrándome que todo estaba bien, al mismo tiempo que su brazo me rodeaba la espalda y me susurraba palabras relajantes al oído.
- Puede que sea tu hija quién necesite un par de nalgadas en el culo. Miriam ha recibido la mejor educación posible durante…
- ¡¡¡Claro!!! ¿Cómo no? Por eso llamaba a mi hija “Diccionario Andante” siempre que la presentaba a alguien- intervino mi madre, que acababa de llegar, furiosa-.
- ¿Quién te ha dicho nada, Lourdes?-dijo mi tía.
- ¿Y quién le dice a usted que puede tutearla, señora?- contraatacó mi padrastro, con nervios de acero y voz sacada de la penumbra.
Mi hermano corrió dentro y yo rodé sobre mi asiento para esconder mi cara en el pecho del que, si Dios quería, continuaba siendo mi novio. Él sólo me apretó, apoyando su cabeza sobre la mía, y masajeando mi nuca, besándome el cabello cada poco y tocándomelo cada mucho.
Debía reconocer que me sentía segura en sus brazos, incluso cuando le rozaba adrede, pero eso me daba más miedo aún. Si terminábamos por cortar, no sé cómo sería mi vida… Después de cuatro años de relación, y dependiendo psicológicamente de él, era una tortura y a la vez una bendición. Tortura por el miedo atener que emprender mi vida nuevamente sin alguien, pareja, que me amara; bendición por sentirme tan querida y necesitada, valorada y estimada.
Yo ya no escuchaba nada, tampoco quería… Sólo pensaba en que daría mi vida por el amor de Ilya y aún más. No tenía palabras para explicar todo lo que él iba provocando en mí día a día, ni lo que sentía. Todo era dulce, el blanco y negro se volvía color… Y yo sólo estaba segura de que le amaba y le haría sentir lo mejor del mundo a mí lado. Porque él me daba su amor sin medir, y yo quería pasar mi vida entera junto a él. En realidad, es poco decir que soy quién le cuidaba desde la distancia, incluso es poco decir que encuentro mi paz en cada beso suyo…
Recordé la vez que me parecía que me pedía matrimonio. Me estaba cantando una canción de Chino y Nacho, y una de las estrofas insinuaba tal compromiso… Recuerdo cómo le dije si me pedía matrimonio con esta canción… Y cómo él me decía <>, yo le contesté que más le valía.
Otra mano, distinta a la de Ilya se apoyó en mi hombro. Unas manos muy suavecitas y pequeñas me pusieron un MP3 ya encendido, donde sonaba una versión de Downton Abbey, Every breath you take. De reojo, di las gracias a mi hermano, me miró mi pequeñín con los ojitos azules, sabiendo que todo iría bien, pero no tuve tiempo de más, Ilya se puso tenso y apretó demasiado su abrazo, pensando yo lo peor. Escuché como que decía algo de mala gana, y luego explotaba en insultos enfadado, hasta que yo no pude aguantarlo más. Apegada a él me giré a mi familia, y dije:
- Estoy cansada de todas estas tonterías. ¿Alguien puede decirme, preferiblemente tú, Miriam, qué hacías encima de Ilya?
Hubo un minuto de silencio demasiado tenso. Mis primas se miraron entre sí, dudosas de contar la verdad.
- No me enfadaré-prometí.
- Lo hacíamos… Para dejar constancia de si su amor era real, o no.
No me hizo falta ver la cara de Ilya para saber que sus ojos estaban desorbitados y su enfado crecía dentro de él.
- ¿Perdón? Creo que sigo perdida en vuestra explicación y sus actos.
- O sea…-decía Miriam-, me puse a intentar seducirle para saber si te amaba de verdad o no le importabas tanto… Para saber hasta dónde llegaría por ti.
- Creo conocer lo suficiente a la persona amada como para saber cuándo me mentiría.
- Pero nosotras queríamos estar tranquilas de que de verdad te merece.
- ¿Y no podrías haber preguntado?
- No hubiera sido lo mismo.
- Esto es una locura. Podrías haber provocado una ruptura- estalló mi madre, que sentía afecto por su yerno-, y entonces ¿qué habrías hecho? ¿Lavaros las manos como cobardes?
- Nosotras… No sabíamos que llegaría a tanto…
- Evie, de veras, no te enfades, lo hacíamos por tu bien.
- La próxima vez, dejadme en paz.
Salté de la silla, caminando hacia mi cuarto para hacer las maletas, pidiendo disculpas a mi padre por no quedarme más tiempo con él. Ilya me seguía muy pegado, agarrando mi mano.
- ¡Pero no te enfades, mujer!
- No me enfado- di la vuelta sobre mis talones, mirando muy seria a Miriam-, lo prometí, pero a mi no me vuelvas a dirigir la palabra.
- No saques las cosas de quicio, contra.
- ¡No haberte metido en mi vida! ¡Nadie te mandó!
Mi novio hacía la cama mientras yo guardaba la ropa en la maleta, asegurándome de que todo estaba correctamente y no faltaba nada.
Volvimos a cerrar la puerta con llave, pues Miriam y mis primas seguían gritando que no me enfadara.
Me detuve, mirando a Ilya con lágrimas en los ojos, no me hizo falta decirle lo que necesitaba.
- Ven aquí, cariño.
Sus manos volvieron a rodearme, besando mi mejilla.
- No entiendo por qué me duele tanto… Si la odiaba desde hace mucho…
- Porque a pesar de todo, sigue siendo tu familia…. Siempre dolerá.
- Quiero irme, ya mismo… No soporto ni un segundo más aquí con ellas.
- Vale, pero antes, debo hacer una cosa…
Supuse que aquello que él tenía que hacer era despedirse de mi madre, lo que yo no dudaba en hacer también, pues no sabría el momento en que volvería a verla, ni a mi hermanito, ni a mi padrastro o mi padre… Y se merecían una adiós.
Lo que no supuse que pasaría, fue ver cómo al salir, en medio del jardín rodeada de árboles, flores y niños corriendo de un lado para otro, de cara al mar, con el cielo totalmente despejado, delante de mi familia, y con un sol realmente brillante… Ilya se arrodillara ante mí, con un estuchito plateado en sus manos.
- Puede que no sea una pedida como realmente se merece una princesa como tú, una dama tan bella e importante… Pero debo hacerlo de alguna forma, y no me importa si para que aceptes tengo que bailar claquet, cantarte nuestra canción, recitarte frases de Shakespeare, ser famoso, o llevarte al fin del mundo. No me importa, si tengo la posibilidad de pasar el resto de mis días a tu lado, aunque no pueda darte todo lo que quieras: una mansión con lago, campo, caballos, habitaciones enormes y espaciosas, junto con la biblioteca repleta de libros, y con sala de música; viajes alrededor del mundo, visitando los sitios específicos, o poder ver el espacio exterior… Pero sí que puedo asegurarte, que haré todo lo posible para hacerte la mujer más feliz sobre la faz de la tierra, ya sea mostrándote ese universo alquilando un salón y haciendo un vídeo en 3D; pintando partes de nuestra casa tan real, que parezcan pasillos o ventanales de colores; como si recogemos a todos los perritos abandonados y nos los quedamos… No me importa hacer lo imposible, porque se que vale la pena… A pesar de que mi rodilla se esté durmiendo sobre el suelo, y probablemente haga el ridículo delante de todos… Sólo quiero oírte decir que sí… A mi pregunta de…- el jovenzuelo, nervioso pero muy seguro de sí mismo, enfrentó el futuro que se le vendría encima con una joven que poseía un carácter difícil de controlar, una personalidad muy complicada, y el espíritu de una romántica soñadora-, Evangeline Jenner ¿me concederías el honor de casarte conmigo
- Yo-no sabía qué decir. No me esperaba su proposición, mucho menos ese día, después de lo acontecido… Nunca pensé que llegara tan temprano la petición de mano. Ni siquiera mi futuro estaba asegurado, ni sabía que me deparaba. Pero uno nunca sabe que pasará dentro de diez segundos, y yo sabía que le amaba. No tenía que esperar ninguna prueba de ningún tipo-, yo estaría encantada de pasar mi vida contigo, Ilya.
Y cuando las estrellas brillen
Con mas fuertemente en el cielo aterciopelado,
Pediré un deseo para enviarlo al cielo.
Y entonces hacer que quieras llorar
Las lágrimas de alegría por todo el placer,
En la certeza de que estamos rodeados
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