lunes, 26 de diciembre de 2011

Navidad.Part.6.



-          He visto cómo te mira.
Dos figuras pegadas a la pared. Sus figuras oscuras dibujadas sobre la moqueta color caoba. Género masculino y femenino hablaban sobre una persona común que se reía con una mujer en el fondo de la sala.
Pero mientras él hablaba, la mitad de mi cerebro quedó puntualmente bloqueada.
La mirada de Ilya voló buscándome, lo que no le resultó difícil pues seguía mis pasos para ser el primero en darse cuenta si necesitaba ayuda con algún asunto.
Mi  mente regresó al instante en que mi padre me daba constancia sobre la manera peculiar y a la vez especial en la que me miraba su futuro hijo político, con un poco de suerte, si algún día nos decidíamos a dar un paso más fuerte y decisivo en nuestras vidas.
-          ¿Y cómo me mira, papá?- sin mover la cabeza, fijo la mirada en mi novio, en sus brillantes ojos y su divina sonrisa.
-          Como si fueras lo más importante que le ha pasado en la vida.
Y era verdad. Desde el 8 de noviembre del 2011, él no dejó de repetirme, en todo momento, lo esencial que era para su existencia; después de todos los problemas que tuvimos para vernos por ordenador, de las complicaciones para viajar tanto a la Península Ibérica como a las Islas Canarias; el dinero que nos impedía llamarnos o la protección de nuestros padres, en su caso, excesiva. Fui como su balsa de salvamento en todo momento, incluso como la pequeña estrella en el firmamento, siempre brillante, que le ayudaba a soñar despierto y vivir un mínimo, una vida privada.
Una de las frases que más nos gustaba repetirnos, y que teníamos pegada en nuestro tablón de fotos era :Tras la oscuridad, tras el desconcierto… Renace la esperanza…Llega el encuentro.
Porque el hecho mismo de empezar una relación a distancia; la posibilidad, por ardua o dificultosa que sea de sacar a flote lo que muchos creen una fracaso desde el comienzo, es tener narices ante la vida.
-          Si tanto se nota- le dije a mi padre, retomando el hilo de la conversación inacabada, más adentrada la madrugada-, puede que sea porque es la verdad.
-          No lo dudo, pero además te mira como si fuera imposible vivir sin ti y eso no lo veo…
-          Papá, lo que veas o dejes de ver, no es que sea algo muy acertado, y aunque percibas, por tonto que sea, algo, no creo que estés en el mejor sitio ni lugar para decirme cómo es el amor de verdad, qué se siente, o cómo se ve ante los demás. Y ni falta hace que te recuerde la forma en que trataste a mi madre cuando tú más que nadie decías que la amabas, porque sinceramente- cara a cara a mi padre, con el riesgo de que me pegara, decidí una nueva alternativa que durante años reprimí por miedo-, no eres el mejor para decir nada.
Daba media vuelta, justo cuando recordé la frase perfecta para hacerle ver una gran verdad, una verdad manteniendo oculto todos los trapos sucios que hizo el hombre, padre si puede llamarse, con mis seres más allegados:
-          Si en algún momento, necesitara un consejo sobre el amor, sin dudarlo, hablaría con mi madre; pues es ella quien sabe de primera mano el significado del amor.
Y así de simple, conseguí que mi padre saliera al exterior, llorando, mientras un 5% de mi estaba arrepentida de la declaración acontecida.
-          ¿Cariño?
-          Dime, Dacha…
-          Es un poco tarde… Y creo que te hace falta dormir un poco.
¿Lo necesitaba? Sí, quería irme a la cama desde hacía dos horas y no podía, porque me daba miedo que mi prima intentara algo con mi novio. Tenía que dormir, o al menos descansar mis pies de los tacones que los tenían molidos.
No hizo falta escucharme nada, un solo vistazo al cambio radical de la sonrisa a las comisuras hacia abajo, le indicó mi principal necesidad… O una de ellas, como ya vería más adelante.
Cogió mi mano mientras subíamos las escaleras hasta el último piso, que daba de cara al mar con una pequeña terraza decorada con flores de todo tipo: rosas, siemprevivas, margaritas…
Algo que me sorprendía de Ilya es que siempre miraba mucho más allá de lo que la gente quería, y les ayudaba a conseguirlo. Aunque casi toda la población quisiera ser famosa, conocida mundialmente, y reconocida por sus labores, él en cambio sólo quería ayudarles a ser cómo realmente eran, y lo importantes que podrían llegar a ser, si en vez de pasar todo el tiempo fingiendo ser quién no eran, se dedicaban a vivir la vida cada uno a su manera.
Entonces, justo en el momento en que veías la forma en que sufría él también, pensabas si realmente valía la pena  esclavizarse de por vida a algo que no merecemos.
Y fue la forma en la que me sentó sobre la cama, arrodillándose ante mí, desatándome las cintas de los zapatos, lo mucho que se preocupaba por verme feliz y en plenas facultades.
En cuanto terminamos de ellos, se puso manos a la obra para aflojar el vestido desde detrás, rozando lentamente mi piel desnuda, con las yemas de sus dedos. Doblé ligeramente mi cabeza hacia la suya, disfrutando del calorcito sobre la piel fría.
-          ¿Es o no cierto que te hacía falta separarte de ellos?
-          Sabes que diga lo que diga, siempre sabrás qué pasa por mi cabeza...
Sus labios se posaron sobre mi hombro, besándolo con los labios, alimentando mi deseo de sentir sus brazos alrededor de mí bajo las sábanas.
Estábamos unidos en un medio abrazo mientras cada célula de mi piel estallaba en un fuego líquido. Fascinada, desorientada, me relajé sobre él, sintiendo el zumbido de su pulso en las venas. Hundí los dedos en su pelo oscuro.
Seria tan fácil que me hiciera rodar debajo de él, presionándome con su peso sobre las sábanas bien planchadas. Sentí la firmeza de sus muslos por entre las capas de tela, provocándome el primitivo instinto de abrirme a él, y dejarlo moverse sobre mi cuerpo.

Escuché a Ilya  soltar el aliento.
Recordé una conversación que había escuchado de los labios de mi madre con mi abuela Zoé, mientras cenábamos. Hablaban sobre los puntos a favor de su yerno, como la forma educada con la que trataba todos, o lo relajado que parecía para una chica tan impaciente como yo. Otro punto a favor de mi chico era que parecía ser un buen marido para Evie (que era como me llamaban después de sacar la carrera de periodismo en poco tiempo, y escribir mis artículos con un seudónimo). La adora, en realidad. Uno nunca hubiera imaginado que Evie, una joven tan tímida, y el chico, aparentemente tan desinhibido, o un golfo sin corazón (que era lo que contrastaba Elodi, la mejor amiga de Lali; formaran tan buena pareja;.
Ilya es un hombre seguro de sí mismo y sofisticado, posee una belleza masculina tan deslumbrante, que las mujeres retienen el aliento al mirarlo. Pero basta una sola palabra de Evie, para hacerlo venir corriendo. Aunque su relación es sosegada, al menos en apariencia, algo intenso, misterioso y apasionado fluía  entre ellos dos; Decía mi prima Lali como respuesta a Elodi.
Su cuerpo se había puesto tan insoportablemente duro que el roce de la tela de los pantalones era suficiente para hacerlo estremecerse. Luchando por controlarse, él se concentró en respirar. Respiración. Mientras yo me reía de su comportamiento.
Mortificada por la vergüenza, saqué los brazos de las mangas. Deslicé el vestido hasta mis caderas y librándome de todas las capas de tela roja y encajes, las dejé caer al suelo en un montón.
Ilya clavó los ojos en el vestido como si fuera alguna clase de animal exótico que nunca había visto antes. Lentamente sus ojos regresaron hasta mí,  y un sonido estrangulado surgió de su garganta cuando empecé a desabrochar el sujetador.
Me sentí tímidamente perversa, desvistiéndome delante de él. Pero me animó a continuar el hecho de que él parecía incapaz de apartar los ojos de cada pulgada expuesta de piel. Cuando solté el último gancho de metal, lo dejé caer junto al vestido.
Ilya cerró los ojos, su frente dibujada con profundos surcos a causa de la concentración.
-          ¿Tanto miedo tienes de verme bajo la luz de la luna?
El reto surtió efecto.
-          No lo tengo.

Esta historieta, y las muchas que vendrán en adelante, va por todas esas parejas que hoy en día, pueden decir que el amor es mucho más fuerte que la distancia.

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