lunes, 12 de septiembre de 2011

Aprender a volar significa amar al viento

Siempre han hecho como sinónimo de chica buena a una joven tranquila, que nunca pregunta por qué, que acepta las reglas y órdenes que le mandan… Si fuera lo contrario, sólo haría que encajar fuera más difícil; esperar a que las líneas se muevan, a que las horas cambien… Pero es hora de hacer nuestras propias reglas.



Quienes nos rodean, deberían estar contentos por conocer a alguien como nosotras, chicas “malas”, deberían estar emocionados porque damos aventuras cada día cuando están aburridos, incluso si lo tenemos en cuenta al preocuparnos por ellos… Porque las ganadoras necesitamos a alguien que aplaude por nosotras
Gritamos, y gritamos hasta que no queda nada. Con el último aliento. Solas ante los fuertes, los hombres. Pero aquí estamos nosotras, plantando cara. Sin saber que nos tenemos las unas a las otras.
Nos hacemos escuchar entre el ruido, porque no existe ningún manera de que te ignoren, y siempre habrá alguien te que secunda la palabra, aunque en un principio lo oculte.
Sólo tenemos vida para el trabajo, pues así podremos sobrepasar a quienes se creen mejores y dueños del mundo. Entonces, ¿a quién le importa si somos o no perfectas? Yo digo que somos lo suficientemente perfectas para mandarles a tomar por culo. ¿Por qué debemos escondernos de los truenos? Porque siempre tenemos que permanecer protegidas, dominadas de lo que según ellos, no somos capaces de soportar. El alivio es que llega un momento en el que bajo esa tormenta te ves sola, porque no hay nadie más que quiera estar, y bajamos a la lluvia, sintiéndola bajo la energía.
Si nuestra vida no está funcionando, tenemos que dejar de buscar, para descubrir lo que nos ayudará de verdad, encontrarnos a nosotros mismos.
Tenemos que ir despacio, poco a poco, ser pacientes… Para cambiar el mundo, avanzando unidas.
Y volver a gritar finalmente:


<<¡Aquí estamos, y no nos moverán!>>
Porque los sueños, sueños son, y pueden llegar a ser realidad.

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