domingo, 3 de febrero de 2013

Come home -5


Cuando la sala fue desalojada por todo el mundo, Madame llevó a su despacho a su amiga. Una tasa de té con pastelitos estaba preparada sobre la mesa.
-          Toma asiento, petite, y cuéntame qué es lo que te preocupa. Nunca te he visto tan decaída.
Katherine tomó asiento nerviosa, las piernas le temblaban y ella intentó pararlas.
Al ver sus lágrimas, su amiga maldijo por lo bajo. No quería martirizarla. Bueno, sí que quería que reconociera lo bien que le venía el viaje, pero no quería hacerla llorar. Esperó pacientemente.  Como ella no respondió, intentó adularla—: Kathie…
Ella la miró otra vez, negando con la cabeza.
-          No lo entiendes —dijo de corrido, tras respirar hondo.
La diseñadora clavó en ella sus ojos azules y rodó su silla cerca de la de ella. Se sentó, mirándola cara a cara y haciendo que apoyara sus manos sobre las suyas.
-          Pues explícamelo. —Las palabras no dejaban otra opción.
-          Esto está bien, ¿sabes? —declaró Kath, intentando restarle importancia a sus palabras con un tono ligero—. El caso es que… incluso en este momento, bajo la amenaza de tu cólera, sintiendo algo de miedo y un poco de dolor por todo lo que he pasado—Se interrumpió para añadir en un aparte—: Y con eso no quiero decir que me arrepienta de lo que me ha llevado hasta aquí —Alabanza que aceptó su amiga con un gesto de cabeza—. Pues, a pesar de todo eso… —entonces dijo el resto—, este ha sido uno de los mejores días de mi vida.
Kath notó la confusión en su mirada e intentó explicárselo.
-          Hoy me he sentido viva.
-          ¿Viva?
-          Sí. Me he pasado veintiséis años haciendo lo que todo el mundo esperaba que hiciera… siendo lo que todos esperaban que fuera. Y es horrible no gustarte a ti misma. —Se interrumpió un rato antes de continuar—. Tenías razón, soy una cobarde.
Elizabeth Tussoe suavizó la mirada ante esa apasionada declaración.
-          Fui una imbécil. No debería haberte dicho eso-su amiga la abrazó fuertemente. Una lágrima corrió rebelde por su pómulo.
-          No, no eres una… —Elizabeth se interrumpió, incapaz de decirlo en voz alta.
-          Te aseguro que lo soy.- un silencio impregnó la estancia-. No estoy casada, no tengo hijos ni soy un pilar de la sociedad. —Agitó el brazo derecho como si la vida que describía estuviera más allá de la habitación—. Soy invisible. Entonces ¿por qué seguir siendo una florero cobarde que no se atreve a probar todas las cosas que siempre ha soñado experimentar? ¿Por qué no viajar por todo el mundo y practicar esgrima? Confieso que son cosas que siempre me han interesado mucho más que los estudios, las labores y los odiosos problemas que han ocupado casi todo mi tiempo. —Buscó de nuevo su mirada—. ¿Le encuentras sentido a mis palabras?
Elizabeth asintió con la cabeza, muy seria.
-          Sí. Estás tratando de encontrar a Katherine.
Ella agrandó los ojos.
-          ¡Sí! En algún momento de mi vida, perdí a Katherine. Quizá nunca fui ella. Pero hoy, aquí, la he encontrado.
Su amiga esbozó una sonrisa torcida.
-          ¿Katherine  es esgrimista?
Ella correspondió con otra.
-          Katherine es muchas cosas. También la encontré hoy entre las prendas.
El silencio se apoderó de nuevo.
Entonces, Elizabeth estiró la mano y se la deslizó por la cara.
-          No deberías perder las esperanzas tan pronto, petite. Mi queridísima petite sigues siendo ella misma de una manera única, absolutamente nueva y diferente de todas las mujeres que habías conocido antes. Y es esa intoxicante mezcla de curiosidad inocente y voluntad femenina es lo que te ha llevado a comportarte de la manera en que lo haces hoy en día. Has cambiado, quizás demasiado rápido, pero eso te ha ayudado a ser fuerte, a no temer a seguir adelante. No te plantas ante las dificultades, buscas salidas y luchas por tus sueños.
Las lágrimas resbalaron por las mejillas de ambas.
-          Y, en el preciso momento, con los miembros más importantes de la sociedad de Londres a solo unos metros, todos los hombres estarán impactados por tu belleza; por los brillantes ojos caoba; por el reluciente pelo castaño, rojizo bajo la luz; por tu boca, ancha y receptiva, capaz de poner de rodillas a un hombre. Eres, en realidad, extraordinaria. Eres preciosa. El atractivo del juego que harás allí se ve realzado por la emoción de ganar y el miedo a perder. No importa lo que yo sienta, ni lo que nadie diga. Esa será tu noche. Eres tú quien tiene que vivir la experiencia. Yo solo soy tu acompañante sentimental.
Tomó el mensaje como una señal de que no podía pasarse el día sintiendo lástima por sí misma y se preparó para pasar la tarde en el departamento de diseño.
Su amiga se levantó de inmediato, y con ella Katherine. Hizo que diera una vuelta completa mientras su mirada analizaba cada centímetro de su cuerpo.
-          Te haremos un sensacional vestido color escarlata. El diseño resaltará la exuberante silueta de tu cuerpo; el corpiño se cerrará en la espalda con una hilera de minúsculos y elegantes botones, cada uno de los cuales tendrá un diminuto y perfecto ojal. Pero a cambio quiero que seas consciente de tus cualidades físicas, y que se note cada día que pases allí  la palpable confianza en ti misma que deberás irradiar. Parecer la dueña y señora, ya no de la estancia… sino del mundo. Hazlo, y estarás magnifique.-Pensó durante un instante-. Las mujeres muestran más confianza en sí mismas si les gusta lo que llevan bajo la ropa. Es evidente la diferencia entre una mujer que usa lencería de seda y raso y otra que no… la usa. Será preciosa la lencería que te haremos, con  multitud de pequeños detalles, como cintas de raso o flores bordadas a mano en distintos colores, que añadirán una feminidad que jamás has considerado que necesitaras.
-          Sí, hazlo. No me importa. Prometo ser eso y mucho más- replicó entusiasmada.
-          Y con respecto al vestido azul… Los pechos quedarán perfectamente resaltados por el corte bajo del vestido y parecerán exuberantes y plenos sin resultar vulgares; la seda, que caerá en cascada sobre la ancha cintura, las caderas y el vientre, hará que te veas bien proporcionada, y el color, el tono más precioso y brillante de azul que jamás hallas visto, dará a tu piel un matiz más iluminado.
-          ¿De verdad crees que funcionará, madame?-preguntó por última vez, entre la duda y el miedo a ser rechazada.
-          Escúchame bien, mon coeur.  No sabría por dónde empezar a enumerar todo lo que te hace hermosa… Un hombre podría perderse en tus ojos; en tus preciosos labios, que están hechos para besar; en tu sedoso pelo; en tus suaves y deliciosas curvas; en tu piel morena y perfecta, que se sonroja y adquiere el mismo color que los melocotones maduros. Y eso por no hablar de tu calidez, tu inteligencia, tu humor, y de la manera en que me quedo totalmente subyugada cuando entras en la habitación en la que estoy- Su amiga cogió su cara entre las manos, apretándole los cachetes -. Jamás dudes de tu belleza, Kath, pues eso es lo que ha arruinado a muchas otras.
-          Pero tengo miedo de sufrir… No quiero seguir llorando por cualquier hombre, ni atormentarme sin conseguir uno.
-          Coeur, eres una romántica empedernida. Lo eres desde niña. Es el resultado natural de que tus  padres estuvieran absoluta y completamente enamorados en su momento, de haber leído todas las novelas románticas que han caído en tus manos durante los últimos veinte años y de tu propia resistencia a contraer un matrimonio sin amor. Me sorprendería que te casaras sin una promesa de amor. Lo que me lleva a preguntarte: ¿dudas de que alguien pueda amarte? ¡Debes mostrarte orgullosa y fuerte ante cualquiera!
-          Aún, después de tanto tiempo, creo que no me acepto del todo. Y me duele, porque he llegado muy lejos. He pasado por tantas cosas, que la sola idea de rendirme se me antoja una mentira. No podría aunque quisiera. He llegado demasiado lejos como para echarlo todo por la borda ahora.
-          En efecto. Y no permitiré que unos aristócratas tan «nobs»… —hizo una pausa—, te ahuyenten. Si regresases a Suiza, solo estarías dándoles la razón en cualquier tontería que te digan. Recuerda que ellos no te conocen, no saben nada de ti. Tú eres quien sabe la verdadera y única verdad. Recuérdalo antes de tomar una decisión.
Después de pasar toda la tarde probándose diferentes estilos de trajes, además de sombreros y encajes, llegó la noche. Y con ello la hora de marchar a casa a preparar su maleta.

sábado, 2 de febrero de 2013

Come home-4


La adrenalina recorría su cuerpo mientras descendía en el ascensor, atravesaba la puerta y se vio rodeada de Madame Tussoe, diseñadora profesional y especializada en el protocolo aristocrático.
-          Algún día tirarás esos pantalones largos oscuros para comenzar a llevar faldas más favorecedoras.
-          Con los pantalones me siento más cómoda, madame- dijo mientras daba un beso en la mejilla a la pequeña mujer-. El jefe me dijo que viniera a darte mis medidas para…
-          We, we…  Los hermosos vestidos para la fiesta de la familia-, sin parar de hablar llevó a Katherine hacia un pequeño taburete al que fue subida-. Necesito que te quedes en ropa interior de lo contrario no podré tomar bien las medidas, petite.
-          Mientras no me vea nadie…- la última vez que fue a probarse vestidos de Madame Tussoe terminó llevándose un armario completo de trajes de gala. Vestidos de cola de satén, de franela, algunos casi transparentes, otros brillantes… La madame siempre hacía las cosas por todo lo alto, siempre y cuando eso ayudara a marcar su estilo y la marca tan codiciada que llevaba a cabo desde la empresa. A parte de ser una de las más reconocidas diseñadoras de innovadores vestuarios era la más cercana amiga que Katherine tenía cerca. Sabía prácticamente todo de ella: desde su pasado oscuro a su triste época adolescente; sus amores prohibidos y platónicos, así como los falsos y no correspondidos; sus frustraciones y sueños… Incluso sus deseos más ocultos.
La modista era de estatura más pequeña que ella, y de constitución rolliza. Eso no impedía su gran actividad física durante el día, corría de un lado para otro, arreglando aquí y allá, retoques finales, y tiempo para un café con la petite, que era así como llamaba a Kath.  Su pelo moreno y rizado se ondeado por sus movimientos de cabeza en todas las direcciones, asintiendo y negando aquello que no era de su aprobación.
-          Creo que esta vez variaremos el diseño de varios vêtements. ¿Qué te parece un escote en pico pronunciado?- llevaba tiempo saber que Tussoe nunca buscaba respuesta de segundas personas a sus preguntas. Ella se las hacía a sí misma en alto, y se respondía a la misma rapidez-. Sí, creo que siendo rojo te sentaría bien. Además, tienes unos pechos muy bonitos, perfectos para ser adorados. Te compraremos un sujetador que los aguante bien arriba y tensos, para no moverlos. Uno azul eléctrico también estaría bien. ¡Oh, Dios mío! Me siento como si fuera yo misma quien fuera al baile. Prométeme que lo pasarás en grande, Katherine.
-          Depende de cómo entendamos eso. Quieren que enamore a Khol.
-          ¿Le petit frère?- comentó Madame.
-          Con Madame de aliada los conquistará a todos.
Pronto estuvo rodeada por una bandada de costureras, algunas de las cuales comenzaron a tomarle medidas a la joven mientras las demás comenzaban a desplegar ante ella rollos de telas de colores y materiales exquisitos. Una jovencita más baja y con gafas estaba sentada en un taburete cercano, tomando nota, cuando Madame Tussoe se unió a la conversación.
-          Para empezar, necesitará al menos seis vestidos du soir, seis de jour, tres trajes de paseo, ropa interior de seda y mucho encaje, y  cinco vestidos de tarde… —hizo una pausa, permitiendo que la ayudante lo apuntara todo—. ¡Oh! Y tres vestidos de baile. No, cinco. Por supuesto, deberán ser impresionantes —siguió enumerando Madame, lanzándole una significativa mirada a  Katherine—. Tiene que conquistar Londres.
-          ¿Dónde está esa época de los pantalones vaqueros y negros?-le respondió la aludida, resignada. Kath sonrió mientras se recreaba en la escena. Definitivamente, Madame era la compañera perfecta, y parecía desbordada por completo. Pobrecita.
-          ¿Me he olvidado de algo? —reflexionó la diseñadora mirando a Kath.
-          Chaquetillas ribeteadas de piel, capas, abrigos, chales y todos los complementos necesarios...-dramatizó con las manos por lo alto Kath-. Me temo que ya es mucha ropa de por sí, Madame.
-          Tonterías.Los paga la gran empresa ¿no? Dales el gusto de hacer algo por ti, mon coeur Y no niegues que no los necesitas. Alguien como tú siempre debe estar cambiando de imagen. ¿Cuánto hace que no te cortas el pelo? ¡Amelie! Ve a buscar a John, dile que es urgent.
-          No creo que haga falta…-empezó a decir Kath, pero inmediatamente fue interrumpida por la voz imponente de su jefe.
-           Si dije que correríamos con los gastos de los trajes exclusivos que llevarías es eso lo que haremos. Ahora deje de quejarse, señorita Newhile, y prepárese para partir en cuanto tenga los vestidos.
-          Si, señor.
Tras la marcha del superintendente, la joven se puso recta sobre la pequeña silla.
-          Bueno. Sin embargo, me gustaría que los vestidos se adaptaran a un style  más… italien- inició la marcha madame.
-          ¿Crees que transformarías a un salvaje lirio español en una rosa inglesa? —se mofó Kath—.
-          Te presentarás ante la sociedad como una rutilante estrella italiana- respondió orgullosa su amiga.
Kath no pudo evitar reírse entre dientes.
-          ¡Estupendo! ¿Elegimos las telas?
Las palabras hicieron que la bandada de mujeres la envolviera en un pequeño remolino, desenrollando metros de muselinas y rasos, finos algodones de la India y crepés, terciopelos y gros de Naples con todos los patrones y colores imaginables.
-          ¿Cuáles te gustan más? —le preguntó Madame.
Kath se concentró en el montón de telas con una aturdida sonrisa. Madame se acercó y enlazó su brazo, señalando con la cabeza un raso verde.
-          Si no encargas un vestido de noche con ese raso, me desilusionarás —aseguró.
-          Bueno, entonces tendré que hacerlo. A mí me gusta esa muselina rosa- rió por lo bajo.
Madame Tussoe alzó el rollo y se lo tendió a la costurera.
-          Excelente elección, petite. ¿Puedo sugerirte también ese raso dorado? Para la noche, por supuesto. Y el hueso de ahí también es perfecto.
Kath se encontró contemplando un etéreo raso azul que había captado su atención desde que lo llevaron al departamento de diseño de ropa. Por primera vez en mucho tiempo, se sintió tentada de pedir un vestido con esa tela.
-          Esa tela te atrae, ¿non? —Las palabras con marcado acento francés de la modista sacaron a Katherine de su ensimismamiento—. Es ideal para un vestido de noche. Para tu próximo baile. Este raso está hecho para bailar el vals.
-          No creo que baile ninguna pieza.
-          ¿No sabes bailarlo?
Kath detuvo la próxima orden de la diseñadora:
-          Sé, pero no bailo.
 Quizá es que no llevas el vestido adecuado, petite. Te  aseguro que… si diseñara un vestido para ti con esa tela, bailarías. —Extendió la tela encima de la mesa y formó unos pliegues con el material. Dio un paso atrás y permitió que Katherine echara un vistazo a su trabajo, un ejemplo de cómo podría quedar en un vestido. Era una preciosidad.- Deberías lucir el cuello, así como la cintura. Te esconde detrás de tantos colores negros... —Madame soltó las palabras como si hablara de algo odioso—.Necesitas un vestido con estilo françois. ¡Los franceses disfrutan de las formas femeninas!
Kath se ruborizó ante el atrevido discurso de la mujer, tentada en cambio por sus palabras. ¿Se imaginaba con ese vestido? Era probable que con la suficiente confianza consiguiera disfrutar de la velada.
-          Ojo con el raso azul medianoche. Le pondremos ribetes de chinchilla. Aparta este raso. Esta tela está reservada para esta dama.
Ante aquellas palabras, las ayudantes emitieron unas risillas. Madame solo apartaba una tela cuando hacía un vestido ella misma.