Nunca se había sentido
tan sola. Tan desamparada. Tan pérdida en el Universo.
Intentar recordar sus
pasos en el camino, se le hacía imposible. Un velo negro cegaba su vista,
obligándola a caer en una inmensidad oscura y tenebrosa. Algo poderoso tiraba
de ella hacia las profundidades impidiéndole luchar. Deseó chillar, llamar a su
madre, pedir ayuda a su hermano, pero de su boca solamente salían gemidos
ahogados. Gemidos que le ahogaban el pecho. La desesperación se adueñó de ella,
mientras seguía cayendo y cayendo. La velocidad de la caía aumentó. Y llegó a
la Nada…
….
-Necesito que viajes a Reino Unido en unos días.
Ella permaneció callada mientras
su jefe le comunicaba las noticias y su horario.
-Una vez allí, asistirás a una velada que
ofrecerá Klaus Mikaelson. Debes contactar con el departamento de diseño para
que te tomen las medidas de la ropa a llevar. Y aclaro, sólo llevarás lo que
ellos te hagan. Los gastos van a cargo de la empresa- el hombre la miró,
esperando el reconocimiento de su trabajadora en la cara. Ella asintió con la
cabeza decidida. Y continúo-. La familia Mikaelson son conocidos por su estilo,
y los invitados a sus reuniones sociales irán claramente, con las prendas más
exclusivas.
-Estaré perfecta en todo momento, señor.
Él hizo caso omiso de su
comentario. Avanzando en las órdenes:
-Nosotros, como principales proveedores de sus
coches y vestuario, y representados por ti, debemos estar presentes en esa
reunión. Es por eso que debes embelezar a Kol Mikaelson, hermano pequeño del
señor Klaus MIkaelson, que no dudará en
presentarte a todos. Cuando vuelvas quiero ver registros de tu actividad allí.
-Sí, señor.
- Y otra
cosa, Katherine. Si puedes, mantén contento sobre todo, al cabeza de familia.
No hagas nada que pueda ofenderlos o molestarlos. Confío en ti y sé que lo
harás bien. Y diviértete lo que puedas.
El hombre hizo un gesto con la
mano, señalándole que podía irse; pero ella aún tenía un tema que tratar.
-Señor, si me disculpa, me gustaría pedirle un
favor- esperó su respuesta algo nerviosa. Al ver que no respondía, continúo
hablando-. No he usado ninguno de los días de libre disposición desde hace dos
años… Y como hace tiempo que no veo a mi familia… Bueno, e gustaría ir a
visitarlos ahora en Navidades, si es posible.
Por encima de las gafas, su jefe
la contempló lentamente, meditando acerca de sus mini-vacaciones.
-¿De cuánto tiempo estamos hablando?
-17 días, señor.
-Hagamos algo mejor. Te daré más de esos días a cambio
de que mantengas el contacto con los de tu departamento y conmigo. Trabajarás a
distancia, y no todos los días por supuesto.
-De acuerdo, señor.
-Ahora, señorita, debo terminar esta corrección.
Salió de la puerta del despecho
sonriente, presintiendo que a partir de ése mismo día, y de camino a los
diseñadores, iba a ir todo maravillosamente bien. Visitaría de nuevo
Inglaterra, después de tantos años, y quién sabía, con suerte podría contactar
con Caroline.
A veces le resultaba difícil ejercer su trabajo. Todo el
tiempo ideando innovaciones, atrayendo público, convenciendo a las masas,
relacionándose con la prensa… Eran demasiadas cosas que a veces se convertía en
una obligación, sobre todo si se estaba
lejos de su familia. Llevaba más de dos años sin volver a sus raíces, que tan
importantes parecen para sus escritoras favoritas. Sólo hablaba con su madre
por teléfono, y de su padre no había vuelto a saber nada desde que inició la
universidad hace nueve años. Su hermano estaba preparándose para iniciar sus
estudios en ese mundo docente mientras leía las mismas preocupaciones de su
hermana mayor en las cartas que esta le dejó cuando aún vivían juntos. Su
padrastro había conseguido terminar de estudiar abogacía, y del resto de su
familia, apenas recordaba sus caras. Se le hacía complicado incluso recordar
las voces de su tías, de sus primas y amigas; ahora tan distantes en
espacio y tiempo. Sospechaba que la gran
mayoría de ellas seguirían en la isla de la que partió con miedo. Caroline
habrá terminado sus estudios en inglés y estaría por alguna parte del Reino
Unido, Pablo seguro que estaría enseñando religión católica a iniciados en la
adolescencia mientras que Alexandra se habría hecho cargo de la tienda familiar
Macoalex, su prima Virginia residiría en algún país de Europa arreglando el
cuello a alguien, Yolanda viajaría de un mundo a otro de azafata… Y ella misma
estaba allí, en Suiza, continuando por sus sueños y objetivos pendientes.
Hacía cinco meses que había llegado de su viaje a New York.
Cinco meses y una semana después de empezar el año nuevo e intentar olvidar a
aquél hombre. Aún lo recordaba en sus sueños más profundos. Parecía que después
de haberse despedido, esquirlas de metal se incrustaran en su corazón,
marcándola durante ese tiempo. Desde pequeña había sido una niña muy
enamoradiza, incluso de adolescente le costaba separarse de esa parte de sí
misma que tantos problemas le daba; pero cuando creció, toda esa magia se
perdió: maduró mucho más rápido de lo que quería y cuando sólo tenía diecisiete
años, era escéptica respecto al amor. Dudaba que existiera, y si acaso existía,
era destinado sólo para unos pocos que pudieran lidiar con él. Se había negado
mantener una relación de todas las maneras, durante la época de su preparación,
y después de terminar la licenciatura se cerró en banda a vivir su vida, viajar
y amar países, colgada de la mano de un chico. Primero viviría su vida, y
después haría una familia, le gustaba decirse. Pero en el fondo, ella tenía
miedo a salir herida de una relación, de no poder levantarse (aunque sabía que
si caía se levantaría), y de tener que soportar noches llorando
desconsoladamente. Pero ningún pensamiento cambiaba la imagen del chico: alto y
moreno, de espalda ancha y brazos musculosos, ojos negros y labios llenos,
fuerte y decidido. Un hombre en toda su magnitud. Desde que le vio se quedó
embobada con lo que representaba: peligro y pasión. Una pasión desbordante que
podía llegar a quemar y herir.
Volvió su mente a sus manos, ahora sosteniendo su pequeño
discurso sobre la ventaja de comprar en Healy’s, la empresa privada para la que
trabajaba desde hacía tres años. Healy’s fue fundada por el magnate
multimillonario Harry Clark: mujeriego, viudo y padre de 3 hijos mayores. Su
mujer murió de cáncer justo después de casarse, y el dolor le consumió durante
muchos meses. Todos creían que realmente no la amaba, que la quería por la
alianza comercial entre la otra empresa, ahora suya, Scheld. Las dos grandes
empresas manejan la venta de automóviles, revistas, y ropa de los diseñadores
más famosos de Suiza. Y su pequeño trabajo en comparación, era dedicarse a
soltar una perorata delante de los medios en inglés.
Decidió cerrar los ojos y recordar cuando jugaba con su
hermano al fútbol en el jardín de su casa.
Él caía cada vez que intentaba llegar a la portería de ella, a veces por
una patada en la canilla o por un mal acierto pisando la pelota. Siempre le decía que lo terminaría matando a patadas. Le gustaba pasar momentos con él, era la mejor forma de olvidar los problemas y reír a carcajada limpia hasta quedar sin oxígeno que poder respirar.
Desde la antigüedad la mujer ha sido uso de burlas, risas,
críticas, ofensas, violencia… En 1864 se consideraba que una mujer representaba
la maldad de saber demasiado por el mero hecho de recibir la “misma educación”
que el hombre; ellas no sabrían usarlo, ni valorarlo. Pero tampoco se les
presentaba la oportunidad de demostrar al mundo la capacidad de raciocinio de
nuestra especie femenina.
Se dice que la base de la igualdad de género está en la
escuela: en cómo se educa a los niños pequeños en los derechos y equivalencias
entre hombre y la mujer con el fin de evitar los casos tan graves (y muy
actuales) de asesinatos a mujeres por sus parejas o ex – parejas (para ellos un
simple ajuste de cuentas).
En pleno siglo XXI, cuando se hace crear que el
reconocimiento de la mujer está fundamentado en bases resistentes, aparecen en
la televisión nuevos “ajustes de cuentas” entre parejas, un sueldo desigual en
la empresa, un trato diferente en una organización, una suerte distinta,
diferentes cosas que se van sumando rápidamente hasta formar una bola de
desperdiciados valores y energías en hacer ver una realidad. La mujer
empresaria está cansada de luchar y a menudo olvidamos aquellas hembras
africanas persistentes que frente a su explotación y maltratos cargan grandes
cantidades de peso al día para cobrar un sueldo ínfimo (y a veces ni eso) para
ayudar a sobrevivir a sus hijos… Es cierto que a veces ni nosotras mismas
recordamos lo subdesarrollados que están algunos países y las fuertes
discordancias entre los más ricos.
Sólo hace falta echar la vista atrás para descubrir la lucha
incesante que llevan las féminas a favor de su reconocimiento. Poco a poco
lucharon por el derecho a votar, y aunque costó ponerlo en práctica y muchas
murieron por el camino, han hecho posible una gran parte del sistema
democrático europeo y estadounidense. Aunque a veces deja que desear. No se
rindieron cuando tenían que cuidar del marido, casa e hijos en la época
Franquista.
Ahora
se nos enfrentan otros problemas, distintos de afrontar para cada dama: en una
gran multinacional, guardan el puesto de ejecutivo al hombre, pues la mujer no
sería capaz de conseguir los objetivos ni convencer a la competencia
adecuadamente, mientras que el pacotilla de turno sabrá hacerlo mejor, o al
menos, echarle el muerto a otro; en una conserjería de educación se tratan mal
unos a otros, se critican y se insultan, se falta al respeto continuamente y
ninguno declara las faltas de los otros mientras no sean propios o les afecte
directamente, y acosan o maltratan psicológicamente al desvalido que intenta no
meterse en problemas; el Estado que debe garantizar el Estado de Bienestar se
carga muchos sueldos, pero sobre todo el de las mujeres con más de dos hijos,
divorciadas que no pueden pagar ni la Universidad a sus descendientes puesto
que las becas son repartidas al boleo (casualidad de la vida que siempre toque
más dinero a los más ricos mientras los pobres se hunden en la miseria). Y
mientras tanto, otros se llenan los bolsillos a costa de nuestro sufrimiento, y
nosotras, estoicas de la vida, persistimos entre tanta oscuridad y machismo,
esperando el día a ser despertadas, arrasar con nuestra luz y de paso,
llevarnos a un par de inútiles por delante.
- ¡¡¡Venga, venga!!! ¿Dónde están los chicos?
- ¿¡Todos listos?! ¡Falta un minuto!
- ¿¡Dónde está mi cámara!?
- Michelle, date prisa.
La plaza estaba llena.Todos buscaban aquello que necesitaban para ese momento, aunque algunos estaban preparados desde hacía mucho rato: cámaras encendidas, la botella de champagne situada bien cerca, las bolsitas de cotillón y serpentina abiertas, y la bola de New York bajando..
Ajena a tanto alboroto, una joven se mantenía aferrada a su bolso, sintiendo cómo algo nuevo en su interior crecía rápidamente, semejante a cuando de pequeña esperaba, rodeada por su familia y uvas en mano, las campanadas.
Algo le había hecho vestirse con su mejor traje, poner la música más animada que tenía en su mp3 y conducir hasta la celebración más lejana de su piso. Sólo se dejó guiar por la música, aún cuando sus ganas eran las de pasar una noche en casa, tomando chocolate caliente y trabajando. Aunque ignoraba cómo podía llegar a cambiar su vida en pocos segundos.
- Mira, hijo mío. Ya queda poco para vivir un nuevo año- hablo esperanzadamente una madre a los tres hijos que sujetaba. Lágrimas resbalaban por sus grandes mejillas. Eran lágrimas de alegría, llenas de felicidad y amor. Sintió envidia por esa mujer. Mientras la desconocida estaba rodeada por quiénes amaba, Catherine se hallaba en una ciudad enorme, valiéndose por sus medios, y con su familia a más de 2.356 kilómetros.
Alzó la vista de nuevo, relajando su cuerpo súbitamente. Algo por el rabillo del ojo le había llamado la atención. Las luces de las compañías y sus anuncios comenzaron a atenuarse. La ciudad estaba sumida en la oscuridad a excepción de la gran bola blanca.
5...4...3...2...1.
- ¡¡¡FELIZ AÑO NUEVO!!!
La multitud gritó al unísono. Las parejas se besaban, se abrazaban fuertemente, lloraban dichosos, las botellas explotaban. Y ni cuando la nueva joven promesa salió a cantar en el escenario, la marea de seres humanos seguía riendo y gritando.
Entre tanto caos ella se sintió a gusto y tranquila. Disfrutaba de cada segundo y agradecía haber ido. Millones de pequeños papelitos de colores y tiras caían sobre ella mientras el viento acariciaba su cuerpo. Los fuegos artificiales, como dioses y dueños del cielo estrellado, hacían su majestuosa aparición. Coloridos y brillantes regueros de luz dibujaban distintas formas. Globos azules volaban por la inmensidad del universo.
Le llevó un momento darse cuenta de que era observada: un hombre moreno, de casi su misma edad, la contemplaba desde delante mientras sus amigos intentaban llamar su atención.
Catherine no se ruborizó, pues pensaba que él estaría analizándola. Si iba a hacerlo, ella levantaría todas sus barreras para no resultar herida de ninguna forma. Pero él le sonrió de una forma cálida, y ella no supo qué hacer.
Pasaron unos minutos. Cuando terminó la canción y justo cuando daba media vuelta para marcharse, alguien le cogió la mano.
- Debería quedarse. Al menos hasta escuchar la siguiente canción.
Al darse la vuelta, comprobó que el bello desconocido se había atrevido a tocarla.
- No sé qué podría hacer hasta entonces- respondió nerviosa.
- Puede bailar conmigo.
- Me temo que no le entiendo- replicó ella.
- Baile conmigo esta canción. Y cuando acabe, puede decidir si bailar otra más y disfrutar, o volver a la seguridad de su cama- dijo la frase como si esperara una huida por su parte. Una huida a lo nuevo. ¿Podía volver a sucederle? Dudaba de ello. ¿Qué más daba? Cogió su mano derecha, apoyando la izquierda en su hombro.
- Buena elección- alabó con una gran sonrisa deslumbrante en su rostro-. Dígame, señorita....
- Catherine.
- Nombre muy bonito. ¿Su cama era tan poco atractiva como para que se fuera?
- No-. su atrevida respuesta la sorprendió, y para no parecer seca, añadió-, pero la expectativa de disfrutar un poco más de esta maravilla era tentadora.
Su única respuesta fue apretarla más contra su cuerpo al momento que ella reflexionaba: Las personas sufren muchísimo en silencio. A veces ni nos damos cuenta. Y otras, cuando conocemos muy bien a ése pequeño ser que tan mal lo pasa, sabemos cómo hacer para ayudarles. Aunque no podemos cargar con parte de su dolor, sí podemos ayudar a levantarse cuando caen. Como un cojín que frene la velocidad de la caída y reduzca las heridas. Para algunos basta un simple abrazo, para otros hace falta mucho más trabajo: días de comprensión, noches de consuelo, paciencia, risas, desahogos, despistes, entretenimiento...Existe una minoría que nunca se recupera de las secuelas y quedan marcadas de por vida, dependiendo cada decisión del miedo y el dolor. Y ahí es cuando dejan de tener vida,para tener solamente terror.
A ella le gustaba pensar que cada persona tiene cada mañana una oportunidad para empezar de nuevo. Para olvidar y hacer un nuevo camino. El hecho del año nuevo era una excusa para ese cambio. Podía, pasadas las doce de la noche, iniciar una nueva vida con nuevos sueños: visitar a su madre en la noche de reyes, mejorar su vestuario, visitar Venecia en carnaval y disfrazarse en él, viajar a Escocia.... O cosas más sencillas como ver ésa nueva película que tanto le había llamado la atención en el cine. Eran pequeños propósitos que cualquiera podía hacerse. Sólo había que quererlo y mantener la ilusión de hacerlos realidad. 2012 se fue muy rápido. ¿Pero qué año no lo hace? La vida en general va demasiado rápido. La vida está hecha para reír sonreír, llorar, estar triste, estar mal, estar feliz, y finalmente, estar enamorado. ¿Qué tenemos que hacer? Salir fuera y vivirla lo máximo posible antes de que sea demasiado tarde. Porque nunca sabemos cuándo puede terminar. - ¿En qué piensa, Catherine?
- En que este ha sido el Año Nuevo más extraño que he tenido.
- ¿Y acaso de eso no se compone la vida? ¿De cosas extrañas que nos van sucediendo hasta convertirnos en alguien?
- Sí. Tiene razón. Ahora, si me disculpa. Volveré al refugio que supone mi cama. Gracias por el baile.
No tenía ninguna gana de irse, pero no quería sentir ningún tipo de atracción por ese individuo que le ponía los pelos de punta. No quería iniciar el año con la duda de si volvería a ver a ese hombre. No quería falsas ilusiones que entorpecieran su nuevo camino. Y si por casualidad, era su destino estar junto a él, se volverían a ver, cosa que ella dudaba.
- Debería quedarse...-repuso con voz pausada que denotaba desilusión.
- Y usted volver con sus amigos. Además hoy trabajo.
- ¿En qué?
- Vendiendo- le sonrió tiernamente-. Feliz Año Nuevo.
Depuso un suave beso en su mejilla, soltando su mano y caminando en dirección contraria. Planeando su nuevo futuro. Mientras Klaus veía marchar la única mujer que aceleró la piedra de su pecho.
Hay gente que jura que no queda belleza en el mundo, ni magia. Entonces, ¿cómo se explica que todos nos reunamos una misma noche para recibir con esperanza el año nuevo? A veces sentimos que hay tantas cosas en el mundo que uno no puede controlar: los terremotos, inundaciones; aquello que la realidad muestra... Pero es importante recordarcosas que sí podemos controlar: el perdón o una segunda oportunidad, o los nuevos principios. Eso es lo que convierte al mundo en un lugar hermoso. Es el amor. El amor en todas sus formas. El amor nos da la esperanza. Esperamos el Año Nuevo. Eso significa que el Año Nuevo para mísigue significando esperanza. El tiempo se detuvo a mitad de camino. Está suspendido ahí para recordarnos, antes de abrir las botellas de champagne y celebrar el Año Nuevo, para detenerse y reflexionar sobre el año que dejamos atrás. Para que recordemos tanto los triunfos como los fracasos, promesas que hemos hecho o no hemos cumplido. Los momentos en los que abrimos nuestro corazón para vivir una gran aventura o cerrar las puertas por miedo a ser heridos. Debido a que este es el Año Nuevo, recibimos otra oportunidad. Una oportunidad para perdonar, de hacerlo mejor, de hacer más, para dar más y amar mejor; dejar de preocuparnos por el "¿Y si...?" y empezar a aceptar lo que sea que venga. Por eso, cuando estos segundos detenidos aceleren hasta la media noche, y luego se conviertan en una hora nueva, acordémonos de ser amables unos con los otros, de ser buenos con el prójimo Y no solo esta noche, sino todo el año.