sábado, 21 de enero de 2012

Fuegos Artificiales

<<Siempre me han gustado los fuegos artificiales. Parecen enormes flores, llenas de color, vitalidad y alegría, sobre el cielo estrellado, y negro como el fondo jamás conocido. Unas flores tan llenas de pequeños diamantes de diferentes colores, que llenaban mi corazón y lo tranquilizaban. Quedaba tan relajada, que sentía las ondas de la explosión en las alturas y el sonido retumbante en mis oídos. Era una forma de descubrir que aún seguía sintiendo, cuando los demás lores de la corte decían lo contrario. >>


Recogía los últimos trajes colgados del armario empotrado, mientras grababa cada detalle de la habitación en mi mente.
Tras las dos semanas en la enorme mansión había deseado que no acabara nunca mi estancia aquí, menos cuando podía estar junto a Lord Ilya todo el tiempo que quisiera.
Poca gente conocía de dónde provenía Lord Prakovski, y eran menos aún quiénes tenían el privilegio de conocerle realmente. A pesar del poco tiempo que llevábamos juntos, solamente como conocidos, pues nuestro compromiso aún no había sido anunciado, ni mucho menos conocido por nuestras familias. Los tatarabuelos de Ilya habían ayudado al rey siempre que lo necesitara, ganándose su simpatía y siendo reconocidos como duques. Sus padres, Lord y Lady Prakovski amasaron una fortuna mucho mayor de la que ya tenían, invirtiendo en los ferrocarriles y viajando como diplomáticos a los diferentes países enemistados con Inglaterra. Poseían grandes tierra al Norte del país en el que nací, un gran castillo en Escocia, y miles de posesiones materiales escondidas en diferentes lugares de Reino Unido. El secreto, era transmitido por un libro antiguo codificado en un tipo de idioma que sólo conocía el primogénito de la familia ya fuera este chico o chica. Lo más inquietante era que su familia heredaba el mismo carácter: tercos como mulas, serios, decisivos, valientes, fuertes, morenos de piel y con un espíritu indomable. Ilya era mucho más calculador, antes de conocer a nadie examinaba cada movimiento, decidiendo si podía llegar a convertirse en una amenaza para él o simplemente si podía reportarle algún beneficio. A ese escrutinio fui sometida la primera vez, la segunda fue un interrogatorio muy profundo sobre mi vida, y la tercera vez que coincidimos en una fiesta en Londres, tuvimos una confrontación.
Y ahora, mientras salía por la puerta principal de la habitación, volvía a sentir el mismo dolor incandescente en mi corazón, el dolor que me advertía de lo que estaba por venir. Semanas enteras, aburridas, sin él.
El lacayo se me acercó, dispuesto a coger mi baúl con los miles de trajes y joyas depositadas, con el sello personal de la familia, y mi nombre grabado en una placa de oro y plata, decorado sobre un fondo de flores y delfines. Colgué de mi cuello la pequeña llave, sintiendo cómo enfriaba la piel del escote bajo la capa oscura de lana.
¿Estaba dispuesta a seguir con el secreto? ¿Con la necesidad de verle y no poder, pues debíamos guardar las apariencias? Sí, lo era, si él me lo pedía.
Mientras en mi cabeza se reproducían los acordes de una canción que escuché el día anterior en la plaza del pueblo. Era lo mejor que tenía cuando quería olvidar algo, o sacarlo de mi mente.
Lástima que el destino tuviera otros planes.

<< A veces, lo que queremos, va en sentido contrario a lo que ha sido escrito millones de años atrás… Y aunque queramos cambiarlos, y hagamos lo imposible por hacerlo de una manera diferente, sólo estaremos haciendo lo que ya se había anticipado. De nada vale luchar, cuando llegaremos al mismo lugar. Por tanto, sólo podemos hacer una cosa: disfrutar de lo que nos queda de vida. >>
-          ¿Ya se va, lady Jenner?
-          Sí, lord Prakovski. Llego tarde a la hora concertada por mi madre, y no me gustaría soportar su tortuosa conversación durante el viaje de regreso a casa.
-          Es una lástima que ya no pueda disfrutar de su compañía… Ni si quiera me ha dado tiempo de un pequeño paseo por los jardines.
-          Me temo que llega tarde. Conozco estos jardines mucho mejor que usted.
El hombre que portaba mi baúl desapareció ante un gesto del duque, corriendo por las escaleras, hasta que sus pasos dejaron de escucharse, amortiguados por las alfombras, y la voz del hombre que tenía en frente.
-          ¿Podré verte si mando una invitación a Lady Jenner a visitar mi finca?
-          Lo dudo, últimamente desconfía de cada paso que des; como anoche en la cena, cuando intentaste bailar un vals conmigo…
-          Sí, un poco más y te deja sin brazo. Apuesto…
-          No apuestes nada, por favor. Ahora mismo sólo quiero poder alejarme de ti sin tener que mantenerte en mi mente todo el tiempo.
-          ¿Me tienen en mente siempre?- el tono de voz empleado permitió descifrar la creciente curiosidad que sentía por mi comentario, pero era una curiosidad que no volvería a confirmar delante de él.
-          Debo irme. Adiós- tendí mi mano, esperando a estrechársela como realizaban los americanos, pero no hizo nada… Y de inmediato la retiré. Avanzando por el pasillo, apresurando mis pasos por bajar a puerto seguro.
-          Sabes que te veré de alguna forma. Como si tengo que escalar hasta tu ventana todas las noches, juro que te veré, Evie.
-          Siempre puedes intentarlo, Ilya.
Sin darse cuenta, malgasté la posibilidad de conseguir otro beso de los de él.
Se me quitaron las ganas de seguir bajando, justo en el instante en que mi madre aparecía en mi campo de visión, instándome a continuar. Ante mi mirada llena de interrogantes, contestó con un simple:
-          Es ese maldito hombre de nuevo.
No hizo falta que girara mi cabeza, entre mi madre e Ilya existía tal tensión que se palpaba desde kilómetros de distancia.
Cogí su mano, adelantando a las demás parejas de la pequeña sala, evitando la mirada de todos, y deseando la de uno solo.
Al llegar a la puerta, y con las fervientes ganas de volver a ver esos ojos oscuros, volteé un poco, de una forma apenas perceptible, mi cabeza, en una búsqueda infructuosa, y un deseo insatisfecho.
<< A veces, el destino tiene cartas escondidas bajo la manga, y sin darnos cuenta, caemos en su trampa. ¿Pero quién sabe si esas cartas son en beneficio nuestro, o no?
Sólo hay algo en seguro… Debemos guiarnos por nuestro instinto, por el de nadie más, por mucho que se parezca al nuestro.  Y vivir nuestros días, aunque sea un tópico muy utilizado. Sólo somos nosotros… Nadie nos ayudará en nada. >>
                                                    (Diario secreto de Lady Evangeline)

viernes, 20 de enero de 2012



Es sólo una historia más…”

La joven miraba por la ventana de su habitación. Observaba como los niños jugaban en la calle, la forma en que la silueta de los árboles se perfilaba bajo el sol, y la tarde empezaba a caer, tiñendo el cielo de un rosa pálido y un amarillo claro.
Le parecía estar sola cuando escuchó de nuevo las pisadas en su cuarto de su marido.
Sí, su marido, porque a pesar de su escasa edad, veinte años, para algunos media vida en su situación; estaba casada… La cuestión era si él era merecedor de ella.
Sintió como el miedo volvía  a apoderarse de su cuerpo.
Su hijo dormía en el cuarto de al lado, en su pequeña cuna… Aún no se había despertado, y esperaba que no lo hiciera. Si, por la mínima razón, llegaba a levantarse, saliendo de la cuna y ver lo que estaba a punto de pasar, sería un trauma muy grande.
La chica, que se llamaba Roxanne, se sentó en su cama, con las piernas bien juntas, y las manos retorciéndose bajo su chaqueta, nervios… Y miedo.
Ese olor que tanto impregnaba la habitación, y                que tanto le molestaba. El olor que le impedía llevar a su casa a ninguna amiga por si ellas también olían ese mal que habitaba. El miedo de que presenciaran un golpe…
Los pasos aumentaron de volumen, tambaleantes, subiendo las escaleras.
De repente, en frente de su puerta, se detienen. Dan marcha atrás, dirigiéndose al cuarto de su hijo, Mike.
Su puerta se cierra suavemente, sin apenas ruido.
Silencio.
La desesperación por saber qué pasaba allí. Qué estaba haciendo ese desconocido con quien se había casado hacía un año, junto a la cuna de su hijo.
¿Y si le pegaba? ¿Estaría borracho de nuevo? ¿Se había cansado de ella para golpearle a él? ¿Acaso iba a cometer una locura? ¿Sería capaz? Sí… Si se lo había hecho a su propia mujer,  a quien él decía amar, sería capaz de hacerlo con su hijo, y sin tener remordimientos luego.
Su hijo tosió.
<> Pensó. << ¿Y si le está haciendo algo?>>
Salió corriendo, con el corazón en la mano, dispuesta a hacer lo que fuera posible por salvarle.
Entraba en la habitación cuando vio como su marido cogía a su hijo en brazos, quemándole la delicada piel con su cigarrillo. Mike no dejaba de retorcerse en sus brazos y a punto estaba de caerse cuando ella legó a cogerlo con todo el cuidado del mundo. Miró al hombre con una mezcla de rabia y temor en la mirada.
“You can be a hero, just for one day”
Dejó a su hijo en la cama, y se volvió a Pedro al punto que sintió cómo éste abofeteaba su cara con ganas.
-          Eres una furcia. Una puta que no merece nada.
Ella no gritó. Ya estaba acostumbrada. Podía llorar después, pero primero necesitaba desquitarse de ese capullo para llevar a su hijo al médico.
-          Te mereces estoy y mucho más. Tú eres la culpable y te tengo que pegar. Así aprenderás.
El hombre iba a golpearla de nuevo, cuando ella paró su puño con el primer objeto que encontró, dejándole casi inconsciente por el fuerte golpe en la cabeza.
Salió corriendo de la habitación con Mike en brazos, cogió una manta para taparle y las llaves del coche para poder huir sin que él la pudiera seguir.
Una mano tiró de su pelo, haciéndola chillar de dolor. Cayó al suelo de rodillas mientras otro hombre le pegaba. Pero ella no soltaba a su hijo por mucho que dolieran esos golpes. Él era su vida, y su única esperanza de salir adelante.
-          ¿A dónde crees que vas? ¿Pensabas huir?
Consiguió liberarse del segundo hombre, corriendo a toda prisa  hacia el coche.
Lo abrió, acostó a su hijo en el asiento del copiloto y arrancó el motor al mismo tiempo que su marido salía por la puerta con la cara púrpura de rabia. Bloqueó el coche desde dentro, impidiéndole entrar.
Y condujo directa a urgencias. Sólo para salvar a su hijo… Sin saber que la principal en salvarse, era ella misma, pues omitía el dolor que se abría paso a través de sus caderas…
¿Y cuántas mujeres al año? 
¿Y cuántas mujeres? 
¿Y cuántas mujeres al año, saben que tienen sus días contados? 

Ella no recuerda porque aunque quiera no puede acordarse 
del error cometido al fiarse de aquel tipo mezquino y cobarde 

Marido, verdugo, su peor pesadilla, ella está muerta y el en la calle. 
¡La maté porque era mía! 

'Mía, mía, mía, sólo mía' 

¿Quién ha ofendido al macho dominante? 
¿Quién se ha atrevido a denunciarle? 
Destapando el secreto de la otra cara de un vecino correcto. 

¿Quién acusa al cazurro cobarde que pega a su mujer y le dice que calle? 

'Ya se lo advertí entre puñetazos: si me denuncias te mato' 

País de mierda, país infame, que ataquen a mujeres no le importa a nadie 
Las torturas y las amenazas según los jueces son cosas de casa 
No sirve de nada pedir ayuda, no existe delito si no se consuma, sólo cuando ya están muertas, ven que las amezanas eran ciertas 

¿Y cuántas mujeres al año? 

¿Y cuántas mujeres? 

¿Y cuántas mujeres al año, saben que tienen sus días contados? 

'Mía, mía, mía, sólo mía' 

Ellas no recuerdan lo que les pasó ni por qué les pasaba 
Porque ya están muertas y ningún cadáver puede, aunque quiera, acordarse de nada 

Y no se lamentan de los que pasó ni por lo que pasaron, porque los muertos no emiten lamentos y en vez de gritar les toca callarse y se callan 

jueves, 19 de enero de 2012

Yesterday... Today... Always here.

<<Cuando acaba el día, lo que todos deseamos es tener a alguien cerca. Guardar las distancias y fingir que no te importan los demás es sólo una sarta de mentiras. Elegimos a las personas, nos quedamos junto a ellas, aunque les hagamos daño. La gente que se queda contigo en tus últimos días de vida, son los que más hemos de cuidar. Muchas veces, cuando estás triste, es la invasión de tu espacio personal lo que necesitas. >>

No había sido mi mejor día.
La noche se cernía sobre Hampshire, el valle más bello de Reino Unido, o al menos, el valle más hermoso que yo había tenido la oportunidad de contemplar y vivir durante tres meses. Cada día me levantaba cansada, sin ganas de hacer nada, sólo pendiente de mis ensoñaciones y esperanzas de cambio, que terminabas frustradas por más que intentara lo contrario. Por eso, desde hacía unos años, había decidido dejar de intentar hacer como que no pasaba nada, para simplemente, olvidar todo rastro de preocupación. Sería, muy seguramente, la razón por la que mis mañanas, tardes y noches eran como una neblina; no recordaba cómo había llegado al castillo, ni si había amarrado bien a Thor en las caballerías, incluso olvidaba si había comido. Pero por más que quería, mi mente seguía empeñada en mantenerme encerrada de esa forma tan animal y vergonzosa. ¿Tan aburrida era mi vida que mi cabeza prefería ausentarse largos ratos sin permiso? Por lo visto, necesitaba una carga de adrenalina, y desconocía la forma de sentirme mejor.
Mientras paseaba por el jardín, sin apenas vislumbrar nada de los objetos que me rodeaban, disfruté de uno de los pocos momentos en los que conseguía dominar mi pequeña imaginación, respirando y caminando sin parar.
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Me senté en un banco cercano, recogiendo mis piernas y escondiendo la cabeza entre ellas, tarareando una canción, inventando su ritmo e improvisando la letra de ella.
Desconocía el tiempo que había transcurrido, pues mi capacidad de concentración estaba totalmente al noventa y nueve por ciento en mi trabajo como para darme cuenta de la persona que se acercaba con cortas zancadas, tranquilas, con seguridad.
-          Ignoraba que salierais en medio de la noche, y mucho menos  sin carabina.
-          ¿Y por qué razón deberías saberlo? No eres mi dueño, y yo puedo hacer lo que quiera.
-          Siempre y cuando lo que desees, no ponga en riesgo tu salud.
-          Un paseo no viene mal a nadie- odiaba enfrentarme verbalmente al hombre de treinta años, que puso sus morenas manos en mis rodillas, intentando ver mi cara.
-          ¿No te gusta la compañía?
-          Sí… Pero a veces prefiero la soledad y la tranquilidad que esta proporciona.
-          Quizás… Podríamos compartirla juntos- su ceja izquierda se elevó, esperando mi respuesta, la cual él ya conocía.
-          Sabes que no me importaría Ilya... Mi pregunta es si serás capaz de soportarla.
-          Siempre y cuando sea contigo, soportaré el mundo entero, cariño.
Cogiéndome en brazos, sentándome en sus piernas y abrazándome, prestando su calor a mi cuerpo, acunándome con cariño, y besando mi coronilla. Me sentía protegida con su cuerpo, tan fuerte y caliente, relajado bajo mi peso.
-          Dime, ¿por qué estás aquí, Evie?
-          No lo sé… Creo que estaba cansada de fingir…
-          ¿Crees? Estoy seguro de que terminas la noche muy cansada debido a eso. No deberías ni estar aquí. Te prometo que en cuanto nos casemos, te llevaré a la hacienda, y dejarás de ser quien no quieres ser.
-          Ilya, no estés tan seguro… He soñado muchas veces con cosas, que ni de lejos llegan a hacerse realidad… No me gustas esas decepciones…
-          Me preguntó por qué tuve que dejarte sola estos días. No tengo ni la mera idea de qué ha pasado, pero me arrepiento de que te quedarás aquí. Tendrías que haber estado a mi lado. Así no volverías a pensar de esta forma.
-          Odio cuando me abandonas…-mis manos rodearon su cuello, escondiendo mi cara en la abertura de su chaqueta, cerrando mis ojos con fuerza.
-          Cariño, soñar no es un camino de rosas, puedes soñar con dar la vuelta al mundo y nadie te asegura que lo hagas; pero eso te hace ser fuerte, te obliga a seguir adelante. Los sueños, aunque te jodan y no los consigas y te derrumbes, siempre volverás a soñar con algo, y volverás a levantarte del suelo, hacia adelante.
-          Pero si me obligo a no soñar, podré sufrir menos…
-          Si te encierras en la realidad te sentirás más infeliz. Los sueños, repito, se basan en la felicidad. No puedo asegurarte que se cumplan, tal vez no, pero yo al menos, haré lo imposible para que seas la mujer más feliz del mundo. Y yo juro amarte hasta el final de los tiempos.
<< A veces en la vida, aunque intentes apartar a todos los que te rodeen, si ellos no quieren, no podrás hacer nada.
En este momento y lugar, con errores, objetos mal utilizados; ahora pasado mucho tiempo, más tarde… ¿Quién fui yo para dejar de intentar ser feliz? Sólo necesitaba una oportunidad, un solo aliento por si acaso me quedaba sola el resto del camino… Pues él sabía que le amo, que le he amado completamente y le extraño cada vez que está lejos. Seguía soñando al cabo de unos meses que estaría con él y que nadie nos separaría… Hubiera dejado de respirar si ya no le veía más. Sobre mis rodillas pediría a quien fuera que nunca me alejara de él.
Y ahora, contemplando sus hermosos ojos marrones, su cara y su ternura, me derretía por poder estar unos minutos más a su lado.
La vida no era fácil, era cierto; pero podía llegar  a ser abrumador el hecho de verse solo si no había nadie a tu lado. >>

-          Todavía lo tengo…
-          ¿E l qué, mi vida?
-          Los tres amuletos… La piedra, el colgante y la pulsera de tus antepasados.
-          “Serán tus amuletos mientras yo aún viva, porque vivo para y por ti.”
-          “Tres son las veces que he sentido todo perdido… Tres son las veces que he querido dejarlo todo… Tres son las veces que en esos momentos me acordé de ti y me levanté superando el obstáculo… Tres son los recuerdos que tendrás ahora y siempre de mí. Aunque todo esté perdido, lucharé porque siempre que tú me ames, nadie será capaz de pararme”- terminé de citar lo que hacía cinco meses él me había regalado en el claro de la casa del guardabosques, lejos de la vista de indeseados, donde podíamos ser tal para cual, sin distinciones de rango ni modales, ni etiqueta; él no era duque, ni yo la hija de una condesa cuando estábamos juntos. Sólo existíamos el uno para el otro, y eso era más que suficiente.
-          Recuerda que no estás sola, que estamos juntos en esto. No dudaré en cogerte la mano cuando empeore… Y si siente como si llegara el final, que no hay lugar donde ir… Sabes que no me rendiré para cuidarte.
-          Nunca supe que tenía un sueño/ hasta que ese sueño fuiste tú/ Cuando miro dentro de tus ojos/ el cielo y las estrellas llenan las profundidades.
-          Eso es trampa... Es mío.
-          Entre nosotros, no hay trampas, sólo favoritismos- reí satisfecha.
                                                                                  (Diario personal de Lady Evangeline Jenner)
Aquí, dando pena a la tristeza
Diciendo que no existes
Pensando que el mundo no es sin ti.
Aquí, susurrando los minutos
Echando al miedo de no verte
Siendo sin ser nada
Aquí, muriendo…
Viviendo.

sábado, 14 de enero de 2012

Lo que pasó entre Evie y Gordon.

- Necesito tomar un poco de aire, my lord…
Lord Gordon tiró de mi brazo, con sumo cuidado de no parecer impaciente porque saliéramos a la terracita enfrente del salón, mayormente escondida en sombras de la noche.
Era un hombre demasiado baboso en cuanto a cortejar a una chica, o intentarlo, pues sus intentos fallidos de bailar conmigo, sólo habían causado la mirada asesina de Ilya, que observaba desde la otra esquina del salón, rodeado de jovencitas huecas de mente, que intentaban ser guiadas a través del placer, y conseguir al soltero de oro de la temporada.
La razón era la misma por la que salía casi todas las noches. Me gustaba ver el cielo de Hampshire cubierto de estrellas, un cielo tan puro que dejaba entrever incluso el planeta Marte; un cielo tan oscuro y limpio, que el aire frío parecían pequeños copos de nieve cayendo contra mi cara.
Además, estaba el hecho de que Ilya mantuviera la vista fija en cada uno de mis movimientos, ya fueran estos para salir a bailar con alguien a la pista, o como para saludar desde lejos a una amiga. Terminaba por ponerme nerviosa; eso y el corsé, apretado lo máximo posible para que el vestido de color lavanda me cayera lo suficiente por las caderas hacia por debajo de los tobillos.
Lord Gordon, o Mike, como lo llamaban sus amigos más cercanos, me acompañó al siguiente nivel de la terraza, conduciéndome por un sendero de gravilla hasta una pequeña fuente de musas y delfines. Intentando poner la distancia que dictaba el protocolo victoriano, y el deseo de no volver a rozar ninguna parte de su anatomía por “accidente”, apoyé mis manos en la fría roca del pequeño manantial, respirando lo más hondo que podía, llenando mis pulmones del aire puro, y mi mente de racionalidad.
- ¿Se encuentra bien, lady Jenner?
- S-Sí, gracias por preocupar, my lord. Sólo necesitaba respirar un poco.
- Espero que no se sienta débil como para seguir el resto de la noche. Aún me debe un baile.
- Dudo que no pueda pagarle ese vals, Lord Gordon…
- Llámeme Mike.
Las manos del hombre se cerraron en torno a mi cintura, pegándome a su entrepierna con deliberada rapidez. Asustada, di un respingo, al mismo tiempo que intenté quitar sus brazos de encima de mí.
- ¿Se puede saber qué…?
- Sé que me desea, puedo verlo en tu mirada, Evangeline.
- ¿Perdone? No creo haberle dado el permiso de tutearme, ni usted tiene derecho a ponerme las manos encima.
- Eso no importa. Sé que te gusta. Desde hace noches he oído lo que haces con ese duque de pacotilla, que no pinta nada en tu vida…- una de las manos del hombre se cerró entorno a mi cuello, robándome un beso, semejándose a un pescado, baboso y mal hecho.
- Ese duque de pacotilla está dispuesto a romperle la cara a quien haga falta.
Lord Gordon viró su cuerpo sobre los talones, preocupado por el amenazante tono de voz de Ilya, quién miraba la cara del insolente humano, con mi sonrojada que estaba yo.
Noté cómo su ira crecía en su interior, llegando a sus ojos, y cerrando sus puños con fuerza.
- Evie, márchate.
La nota imperiosa con la que me ordenaba sólo provocó una oleada de rebeldía e mi persona, por eso, en vez de irme corriendo, decidí enfrentarme al duque.
- No me iré si no es contigo, casi no puedo mantenerme en pie por la falta de aire- sus ojos volaron a mi cuerpo, escrutándolo por si tenía alguna herida.
- Entonces ponte detrás de mí. Decía mientras me tendió la mano, colocándome justo detrás de él, protegiéndome con su cuerpo.
- Usted no pinta nada aquí-protestó Gordon.
- Pinto más de lo que usted cree. Por si no lo sabe, acaba de intentar abusar de mi prometida, obligándola a algo que no quería desde un principio. Ha sacado a la fuerza a la futura duquesa de Stradford, y ha insultado a un hombre que ostenta muchas más veces la corte que lo que usted sueña. Son más que razones suficientes, como para condenarlo ante la sociedad.
- Pero no lo hará, o yo contaré que asiste todas las noches a una cita secreta con lady Evangeline para mantener relaciones. Seguro que a la Iglesia le encantará saber que la joven no es virgen.
- Usted no puedo hacer nada contra mi poder. Nadie le creería, y por la Iglesia no se preocupe, que usted quedará mucho peor.
- Sigue sin ser nadie.
- Sigo siendo el duque y gran amigo del rey Jorge. No vuelva a acercarse a lo que es mío, o me veré obligado a matarle con mis propias manos.
Con la misma, Ilya cogió mi mano, conduciéndome de nuevo al sendero, pero ésta vez a su habitación, para disfrutar de una noche más juntos, después de resolver un nuevo asunto que le surgía, con la misma facilidad que alguien cerraba unas cuentas bancarias.
- Eres insensible…-bromeé, mientras me quitaba los pololos.
- Sólo cuando me veo obligado a proteger lo que amo- mientras besaba mi ombligo y mis manos se enredaban en su pelo.

sábado, 7 de enero de 2012

Hallellujah

<Hay veces en las que no tenemos tiempo a pensar, solo la posibilidad de actuar, para bien o para mal, de cualquier forma, y así poder cumplir un nuevo sueño.
La mitad de las veces, ni nos damos cuenta del momento exacto en que nuestras vidas se cruzan con el de otra persona, o si lamentablemente, este camino ha cambiado, viéndonos obligados a pensar en nuestro futuro.
En ningún momento, tenemos un libro, un CD ROM en nuestras mentes, ni una guía que nos indique el camino y las decisiones que debemos tomar. Puede que las decisiones, las que nosotros decidimos, intentando hacer el mínimo daño posible a la gente, nos hagamos daño a nosotros mismos, casi sin darnos cuenta, y el menos tiempo de lo que pensamos, llegamos a meter la pata nuevamente.>>
 - ¿Lady Evangeline?-El mayordomo de la mansión entró en mi habitación, tras haber tocado la puerta con suavidad pero decisión, y plantarse, erguido delante de ésta, con la mirada al frente, esperando que me incorporara en la cama, para comunicarme lo siguiente-, lord Alexandre espera en el salón, desea acompañaros a dar una vuelta en su carrocín.
 - ¿Lord Alexandre?- exclamé mientras saltaba de la cama, olvidando de coger mi capa del armario, ni mis guantes de la mesilla de noche, sólo había algo en mi cabeza: él, y poder verla de nuevo.
En mi cabeza sonaba una canción.
Pues él era mi héroe, él era el único que me sacaba de la jaula en la que a veces se convertía mi casa, el único capaz de lidiar con todo para verme.
Bajé las escaleras, recogiéndome las faldas, cogiendo las prendas que las jóvenes sirvientas me entregaban, intentando seguir mi paso, sin conseguirlo.
Me puse los guantes blancos, unas manos colocaron el sombrero de seda blanca en mi pelo, pero torcido. Por eso me demoré al final de las escaleras, ajustando las cintas debajo de mi barbilla, los guantes en los codos, y mi gran sonrisa en la cara, lista para conquistar.
Alexandre me esperaba apeado del coche, tendiendo su mano a la mía, comiéndome con la mirada sin el menor recato.
Me encantaba este chico, tan dulce, tímido, pero a la vez tan fuerte y con carácter, se acoplaba a mi forma de vida, de lo mejor.
Con su ayuda, subí al vehículo, repitiendo en mi mente, "Oh happy day, happy day, oh happy day", como una tonta enamorada, sin saber qué hacer, ni de qué temas hablarle al chico que estaba a mi lado.
 - ¿Cómo ha ido el día?-pregunté, para que no pensara que el gato me había comida la lengua.
 - Ahora genial. ¿Estabas haciendo algo cuando te molesté?
 - Sólo leía- sonreía al joven, para quitar tensión, y mis dedos se retorcían entre sí.
Sus manos se dirigieron a las mías, estrechándolas y manteniándolas calientes a través de la fina tela.
 - No sabía que te ponía tan nerviosa, cariño.
Nos aléjabamos ya de la casa, y él no dudó en parar en el primer parque, escondiéndonos donde los arbustos más frondosos nos ocultaba de la vista de todos.
Sus manos se deslizaban por mi espalda, tumbándome sobre la fina hierba, posando sus labios en mi cuello.
                                                                          ...................
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 (Lady Evie's Diary)


jueves, 5 de enero de 2012

Fin de Año. Part.2.

-          ¡¡¡Vamos, vamos, que sólo quedan cinco minutos!!!
-          Cinco minutos para empezar un nuevo año… -susurré a Ilya, sentado a mi lado en la pequeña plazoleta decorada con flores y mariposas nocturnas batiendo sus alas a nuestro alrededor.
-          Ya sabes que no creo en eso que dicen “año nuevo, vida nueva”-me recordó.
-          Ya… Supongo que da igual cómo termines el año,  nunca pasa lo mismo dos veces.
Sus manos estrecharon mi cuerpecito bajo su chaqueta, la cuál me había entregado minutos antes por el frío. Sus labios se posaron en mi cachete, dándome un pequeño beso, cálido y tranquilo.
-          Quiero pasar toda mi vida a tu lado… Despertarme siempre contigo, tocar tu pelo, besar tus labios, disfrutar de tu sonrisa, del calor y paciencia que transmites… De cada segundo maravilloso junto a ti- confesaba, hipnotizando mi mirada con sus ojos, casi negros debido a la pasión que ardía en cada poro de su piel, abrasando mi cuerpo… Y mi alma.
-          Te amo...- constaté con su boca sobre la mía.
-          Yo más.

Veíamos desde el banco de estilo románico, cómo dentro del salón todos cogían las uvas, dispuestos  a tragar las uvas tan rápido como el reloj daba las doce campanadas.
Era impresionante, cómo pendientes de la nueva pareja de chismosos elegidos para darlas, se les caía la baba o repetían inconscientemente, los pasos  a llevar a cabo al tiempo que se atragantaban. Unos me habían dicho que a cada uva que tragaran, pedirían un deseo, otros, tenían ropa interior y el traje, incluso el pelo de rojo; otros simplemente estaban cogidos de la mano, o “declarándose a alguien” solo para continuar el año nuevo con muchos novios…
Y yo, sentada sobre mi novio, uniendo nuestros cuerpos, perfectos acoplados entre sí, nuestros labios en un sello de amor, y nuestras manos en signo de enlace final. Y en Navidad, una de las épocas terribles para unos cuantos, sin palabras a describirla para mí.
Sería el primero de muchos años sin comer las uvas, celebrando la entrada de este nuevo curso en nuestro camino, con la persona que amo, sólo con un beso que sería capaz de robarme hasta el aliento, y a mi no me importaba en absoluto.
Por eso, mientras se oían a los presentadores gritando <

<>
Paramos para respirar, sedientos de más.
-          Feliz año, mi vida…
Los labios de Ilya rozaron los míos, y nos precipitamos en el beso más dulce en nuestras vidas. Él sintió cómo temblaban mis labios bajo los suyos, notó lo frágil que era sin su apoyo y seguridad.
-          Relájate, que no dejaré que se acerque a ti ese malnacido…
-          Lo sé- cerrando los ojos con fuerza, olvidando el abuso de fuerza cometido por Don Ricardo.
Esta vez fueron mis labios los que, suaves, generosos, encontraron los de él. La avidez fue poderosa, pero Ilya me refrenó, tomando aquello que era capaz de controlar.
Y fue en ese momento, cuando recordé por qué me había enamorado de él.
Bienvenido fue desde un principio el invierno que me unió a él.