martes, 21 de agosto de 2012

End of the sun


Recogí mis faldas, colocando mi primer pie en el peldaño del carruaje, sin dejar de girar mi cabeza en todas las direcciones, buscándole, pero sin verle.
-          ¿A quién buscas, Evie?
-          Er… A todos y a nadie, madre…
-          Si piensas que soy tan fácil de mentir, es que no has aprendido nada de mí durante tantos años.
-          No pienso eso- confesaba mientras me sentaba en el sillón acolchado de terciopelo rojo, apoyando mi mano en un codo y mirando por la ventanilla con las cortinas recogidas.
-          ¿Es ese joven que tan ocupada te ha mantenido este mes?-inquirió cuando arqueó una ceja.
Una tímida sonrisa se dibujó en mi cara, pero mi mente se alejaba de la elegancia inculcada desde la cuna.
 Cansada de pensar en ése sujeto, y lo absurdo al pensar en un matrimonio con él por amor, solté el lacito de la tela, cayendo rápidamente y oscureciendo el interior.


-          Sí, le buscaba. Pero ya me ha dejado en claro todas mis dudas.
-          ¿Qué dudas cariño?
-          Si en verdad me quería- no daba crédito a mis oídos. Confesé algo que no admitía ni yo, que no quería que nadie supiera. ¿Lo dije porque lo sentía de verdad? ¿En el fondo lo sabía pero no lo quería aceptar?
-          Y una cosa… ¿Qué esperabas que hiciera? ¿Qué te mandara una carta cursi? ¿Una habitación llena de flores rojas? O probablemente ¿joyas? Me parece bien que no haya aparecido, haya hecho lo que hiciera. Pero darte regalos a cambio de tus disculpas no es más que comprar una mentira. Te quiere tanto, que ha decidido dejarte tranquila.
-          No, madre.- la indignación, la probabilidad de ver a Ilya con otra mujer diferente de mí me llenaba de rabia, rabia ciega que crecía, pero las pruebas eran las pruebas-, si profesara hacia mí los mismos sentimientos, estaría ahora mismo aquí, conmigo, y no escondido en su alcoba, a saber con cuál mujer nueva.
-          ¿Has pensado en ser positiva alguna vez? La vida trae muchas más soluciones a aquellos que tienen el coraje de soñar.
-          Si siempre pensare para bien, me convertiría en una ignorante.
-          O conseguirías tus sueños.
Relajaba mis músculos, tensos debido a la conversación, y me centré en respirar con los ojos cerrados la última fragancia del maravilloso campo.
Descendíamos por la carretera, levantando polvo al paso lento, tan lento que aún se escuchaba a un caballo relinchar a lo lejos.
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Corrí escaleras abajo cuando supe de la partida de Evangeline. Me negaba a creer que se hubiera ido de verdad, menos en medio de una discusión inacabada. Podía permitirle el dejarme con la palabra en la boca, pero no irse sin darme posibilidades para hablar en privado y pedirle disculpas.
En estas últimas semanas gozaba de su compañía como nunca fue con otra mujer, sin embargo, conquistar a Evie era una locura, y yo debía de estar rematadamente loco de amor.
Al llegar a los establos, monté sobre Thor sin dilación, sin preocuparme de equiparle la silla de montar, ni las riendas; hundiendo mis dedos en su pelaje, y ojos inyectados en sangre y frustración por el tiempo que perdía, lo espoleé con el talón, saltando la valla con las patas traseras, preparando mi cuerpo para el duro golpe, averiguando el carromato de mi chica de entre los demás.
Pasé corriendo por cada lado, mirando por dentro de las ventanillas, hasta recordar el símbolo del colgante que solía llevar puesto y que yo le había quitado hacía unos días a la joven: una corona que rodeaba una rosa abierta; y ese vehículo estaba a punto de abandonar la hacienda.
Aceleré la marcha, hasta ahora muy lenta, gritando a los invitados que se apartaran de mi camino.
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-          ¡¡¡Evie!!!-gritó una voz muy familiar desde la distancia.
-          Imposible-murmuró mi padre.
Inmediatamente saqué mi cabeza por la ventana, encontrándome a Ilya sobre un caballo completamente negro, endemoniado que corría hasta donde yo estaba.
Al final, si vino. Me dije a mi misma que debía salir, saltar y correr hacia mi destino, por difícil que fuera y aunque yo siempre pensara lo contrario. Debía luchar con todas mis fuerzas por mis sueños.
Lo hice.
Salté del vehículo en marcha, rompiendo un tacón del zapato al frenar la caída, y poniendo pies en polvorosa hacia el chico, sin el menor atisbo de pudor en arremangar mi traje en una sola mano para aguantarme el sombrero con la otra. Sólo me quedaban pocos pasos, los cuales eran robados por las patas del caballo a una velocidad increíble.
Aún sin frenar a Thor, Ilya se bajó apresurado, corriendo, respirando acelerado, rojo de ira.
-          No te vuelvas a escapar, joder.
Sus manos me rodearon, pegándome a su cuerpo y estampándome un beso posesivo en la boca.
-          No me dejes escapar tú a mí.
Con la misma intensidad, y aprovechando su despiste,  devolví el roce y un pellizco en su brazo derecho.