sábado, 14 de enero de 2012

Lo que pasó entre Evie y Gordon.

- Necesito tomar un poco de aire, my lord…
Lord Gordon tiró de mi brazo, con sumo cuidado de no parecer impaciente porque saliéramos a la terracita enfrente del salón, mayormente escondida en sombras de la noche.
Era un hombre demasiado baboso en cuanto a cortejar a una chica, o intentarlo, pues sus intentos fallidos de bailar conmigo, sólo habían causado la mirada asesina de Ilya, que observaba desde la otra esquina del salón, rodeado de jovencitas huecas de mente, que intentaban ser guiadas a través del placer, y conseguir al soltero de oro de la temporada.
La razón era la misma por la que salía casi todas las noches. Me gustaba ver el cielo de Hampshire cubierto de estrellas, un cielo tan puro que dejaba entrever incluso el planeta Marte; un cielo tan oscuro y limpio, que el aire frío parecían pequeños copos de nieve cayendo contra mi cara.
Además, estaba el hecho de que Ilya mantuviera la vista fija en cada uno de mis movimientos, ya fueran estos para salir a bailar con alguien a la pista, o como para saludar desde lejos a una amiga. Terminaba por ponerme nerviosa; eso y el corsé, apretado lo máximo posible para que el vestido de color lavanda me cayera lo suficiente por las caderas hacia por debajo de los tobillos.
Lord Gordon, o Mike, como lo llamaban sus amigos más cercanos, me acompañó al siguiente nivel de la terraza, conduciéndome por un sendero de gravilla hasta una pequeña fuente de musas y delfines. Intentando poner la distancia que dictaba el protocolo victoriano, y el deseo de no volver a rozar ninguna parte de su anatomía por “accidente”, apoyé mis manos en la fría roca del pequeño manantial, respirando lo más hondo que podía, llenando mis pulmones del aire puro, y mi mente de racionalidad.
- ¿Se encuentra bien, lady Jenner?
- S-Sí, gracias por preocupar, my lord. Sólo necesitaba respirar un poco.
- Espero que no se sienta débil como para seguir el resto de la noche. Aún me debe un baile.
- Dudo que no pueda pagarle ese vals, Lord Gordon…
- Llámeme Mike.
Las manos del hombre se cerraron en torno a mi cintura, pegándome a su entrepierna con deliberada rapidez. Asustada, di un respingo, al mismo tiempo que intenté quitar sus brazos de encima de mí.
- ¿Se puede saber qué…?
- Sé que me desea, puedo verlo en tu mirada, Evangeline.
- ¿Perdone? No creo haberle dado el permiso de tutearme, ni usted tiene derecho a ponerme las manos encima.
- Eso no importa. Sé que te gusta. Desde hace noches he oído lo que haces con ese duque de pacotilla, que no pinta nada en tu vida…- una de las manos del hombre se cerró entorno a mi cuello, robándome un beso, semejándose a un pescado, baboso y mal hecho.
- Ese duque de pacotilla está dispuesto a romperle la cara a quien haga falta.
Lord Gordon viró su cuerpo sobre los talones, preocupado por el amenazante tono de voz de Ilya, quién miraba la cara del insolente humano, con mi sonrojada que estaba yo.
Noté cómo su ira crecía en su interior, llegando a sus ojos, y cerrando sus puños con fuerza.
- Evie, márchate.
La nota imperiosa con la que me ordenaba sólo provocó una oleada de rebeldía e mi persona, por eso, en vez de irme corriendo, decidí enfrentarme al duque.
- No me iré si no es contigo, casi no puedo mantenerme en pie por la falta de aire- sus ojos volaron a mi cuerpo, escrutándolo por si tenía alguna herida.
- Entonces ponte detrás de mí. Decía mientras me tendió la mano, colocándome justo detrás de él, protegiéndome con su cuerpo.
- Usted no pinta nada aquí-protestó Gordon.
- Pinto más de lo que usted cree. Por si no lo sabe, acaba de intentar abusar de mi prometida, obligándola a algo que no quería desde un principio. Ha sacado a la fuerza a la futura duquesa de Stradford, y ha insultado a un hombre que ostenta muchas más veces la corte que lo que usted sueña. Son más que razones suficientes, como para condenarlo ante la sociedad.
- Pero no lo hará, o yo contaré que asiste todas las noches a una cita secreta con lady Evangeline para mantener relaciones. Seguro que a la Iglesia le encantará saber que la joven no es virgen.
- Usted no puedo hacer nada contra mi poder. Nadie le creería, y por la Iglesia no se preocupe, que usted quedará mucho peor.
- Sigue sin ser nadie.
- Sigo siendo el duque y gran amigo del rey Jorge. No vuelva a acercarse a lo que es mío, o me veré obligado a matarle con mis propias manos.
Con la misma, Ilya cogió mi mano, conduciéndome de nuevo al sendero, pero ésta vez a su habitación, para disfrutar de una noche más juntos, después de resolver un nuevo asunto que le surgía, con la misma facilidad que alguien cerraba unas cuentas bancarias.
- Eres insensible…-bromeé, mientras me quitaba los pololos.
- Sólo cuando me veo obligado a proteger lo que amo- mientras besaba mi ombligo y mis manos se enredaban en su pelo.

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