viernes, 15 de marzo de 2013

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Cerró lentamente el libro, guardándolo en su bolso y acomodándose mejor en el sillón del tren. Katherine contempló a través del cristal la sucesión de árboles y montañas.

En medio de la nada, de camino a ningún sitio, comenzó a pensar y recapacitar sobre el amor.





Porque nadie decía que fuera fácil amar. Todos dicen que es uno de los grandes regalos del mundo, ¿pero lo es realmente? También dicen que es fácil notar cuando alguien está enamorado de nosotros, pero ¿realmente te das cuenta o es simplemente el interés insistente del otro? Ella nunca notó si gustaba a alguien, tampoco se lo dijo nadie. Tampoco creía en el amor. La vida le había enseñado que realmente no existía, incluso creía que era una invención del ser humano para no sentirse solo en su camino a la "felicidad".

Las pruebas eran fáciles de encontrar: su madre se había casado con el que Katherine llamaría "papá" en su momento. No fue el hombre que creían. Se emborrachaba, bebía, llegaba tarde a casa, reclamaba sus "derechos maritales", fumaba demasiado, comía en exceso... Su madre lo dejó con él en cuanto Katherine cumplió ocho años.
La segunda prueba de que el amor no existía fue cuando tomó consciencia de todos los divorcios que enumeraba su familia, tanto parte de madre como de padre. O incluso las muertes de las parejas, sus abuelos entre ellos.
Los engaños amorosos que vio a lo largo de su infancia, niñez, adolescencia y juventud; muchos de ellos sufridos en su propia piel. Las mentiras y sobornos indirectos: los viajes con su padre por el país, las cenas en restaurantes caros, la compra de buena ropa, casas por todos lados... 

El amor no existía. Y si existía, se daba a esconder muy bien.


Pueden haber muchos tipos de "amores". Está el forjado por muy buenos amigos, el lazo que une a la madre con el hijo, el de los hermanos, el amor imposible y el platónico, el deseo sexual, el soñador y el romántico, el posesivo y celoso. Había tantos tipos de amores que era difícil diferenciarlos. Tan difícil era que las mismas dos palabras "te amo" habían dejado de tener su profundo significado. 

En los supermercados, en los cines, en las tiendas de ropa y zapatos, en el trabajo, en la peluquería... en todas partes te dicen "¿puedo ayudarte, amor?", "¿puedo ofrecerle algo, mi amor?", "¿está todo bien, amor?", "creo que este peinado te iría bien, amor", "amor", "amor", "amor"... Se banalizó el sentimiento. Confundible a todos los demás.

Se engañaba a sí misma pensando que lo tenía todo: la estimación de su familia, el cariño de su madre, el apoyo de su hermano, el compañerismo de su padrastro, la compañía de sus amigos, un buen trabajo y estabilidad social. Tenía todo menos ese minúsculo detalle de compartir tu vida con una pareja del sexo contrario. Tenía todo lo demás menos el chico con quién disfrutar. ¿Pero por qué iba a necesitar de un chico para disfrutar de la vida? Porque aunque le gustara disfrutar de la soledad, no le gustaba estar en ella.


Se apeó del tranvía justo cuando este se ponía en marcha para iniciar otra ruta. Katherine siguió el camino habitual, bajando las escaleras y cruzando la calle, caminando hacia la empresa en la que trabajaba. Abrió la puerta de su despacho, suspirando, y se sentó en la silla, contemplando las vistas de la ciudad.

Ella no tuvo nunca ese amor que hace parar el tiempo y te hace olvidar. Nadie la abrazó cuando lo necesitaba, ni le dirigió palabras cariñosas cuando se sentía mal, pocos estaban allí cuando ella realmente lo necesitaba.


Las lágrimas amenazaban por caer en su rostro. No podía permitirse el lujo de caer. Si lo hacía, el costaría levantarse.


Su último pensamiento antes de ponerse manos a la obra fue que nunca encontraría ese hombre de sus libros, y si lo buscaba seguiría sin aparecer. Lo mejor que podía hacer era disfrutar de la vida como pudiera, aunque su corazón gritara de dolor viendo a los jóvenes amantes. Quizás ese no era su destino, quizás no debía sentir.

No notó cómo su secretaria la contemplaba desde la otra sala. Ni cómo abrían la puerta para empezar el trabajo.

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