A veces le resultaba difícil ejercer su trabajo. Todo el
tiempo ideando innovaciones, atrayendo público, convenciendo a las masas,
relacionándose con la prensa… Eran demasiadas cosas que a veces se convertía en
una obligación, sobre todo si se estaba
lejos de su familia. Llevaba más de dos años sin volver a sus raíces, que tan
importantes parecen para sus escritoras favoritas. Sólo hablaba con su madre
por teléfono, y de su padre no había vuelto a saber nada desde que inició la
universidad hace nueve años. Su hermano estaba preparándose para iniciar sus
estudios en ese mundo docente mientras leía las mismas preocupaciones de su
hermana mayor en las cartas que esta le dejó cuando aún vivían juntos. Su
padrastro había conseguido terminar de estudiar abogacía, y del resto de su
familia, apenas recordaba sus caras. Se le hacía complicado incluso recordar
las voces de su tías, de sus primas y amigas; ahora tan distantes en
espacio y tiempo. Sospechaba que la gran
mayoría de ellas seguirían en la isla de la que partió con miedo. Caroline
habrá terminado sus estudios en inglés y estaría por alguna parte del Reino
Unido, Pablo seguro que estaría enseñando religión católica a iniciados en la
adolescencia mientras que Alexandra se habría hecho cargo de la tienda familiar
Macoalex, su prima Virginia residiría en algún país de Europa arreglando el
cuello a alguien, Yolanda viajaría de un mundo a otro de azafata… Y ella misma
estaba allí, en Suiza, continuando por sus sueños y objetivos pendientes.
Hacía cinco meses que había llegado de su viaje a New York.
Cinco meses y una semana después de empezar el año nuevo e intentar olvidar a
aquél hombre. Aún lo recordaba en sus sueños más profundos. Parecía que después
de haberse despedido, esquirlas de metal se incrustaran en su corazón,
marcándola durante ese tiempo. Desde pequeña había sido una niña muy
enamoradiza, incluso de adolescente le costaba separarse de esa parte de sí
misma que tantos problemas le daba; pero cuando creció, toda esa magia se
perdió: maduró mucho más rápido de lo que quería y cuando sólo tenía diecisiete
años, era escéptica respecto al amor. Dudaba que existiera, y si acaso existía,
era destinado sólo para unos pocos que pudieran lidiar con él. Se había negado
mantener una relación de todas las maneras, durante la época de su preparación,
y después de terminar la licenciatura se cerró en banda a vivir su vida, viajar
y amar países, colgada de la mano de un chico. Primero viviría su vida, y
después haría una familia, le gustaba decirse. Pero en el fondo, ella tenía
miedo a salir herida de una relación, de no poder levantarse (aunque sabía que
si caía se levantaría), y de tener que soportar noches llorando
desconsoladamente. Pero ningún pensamiento cambiaba la imagen del chico: alto y
moreno, de espalda ancha y brazos musculosos, ojos negros y labios llenos,
fuerte y decidido. Un hombre en toda su magnitud. Desde que le vio se quedó
embobada con lo que representaba: peligro y pasión. Una pasión desbordante que
podía llegar a quemar y herir.
Volvió su mente a sus manos, ahora sosteniendo su pequeño
discurso sobre la ventaja de comprar en Healy’s, la empresa privada para la que
trabajaba desde hacía tres años. Healy’s fue fundada por el magnate
multimillonario Harry Clark: mujeriego, viudo y padre de 3 hijos mayores. Su
mujer murió de cáncer justo después de casarse, y el dolor le consumió durante
muchos meses. Todos creían que realmente no la amaba, que la quería por la
alianza comercial entre la otra empresa, ahora suya, Scheld. Las dos grandes
empresas manejan la venta de automóviles, revistas, y ropa de los diseñadores
más famosos de Suiza. Y su pequeño trabajo en comparación, era dedicarse a
soltar una perorata delante de los medios en inglés.
Decidió cerrar los ojos y recordar cuando jugaba con su
hermano al fútbol en el jardín de su casa.
Él caía cada vez que intentaba llegar a la portería de ella, a veces por
una patada en la canilla o por un mal acierto pisando la pelota. Siempre le decía que lo terminaría matando a patadas. Le gustaba pasar momentos con él, era la mejor forma de olvidar los problemas y reír a carcajada limpia hasta quedar sin oxígeno que poder respirar.
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