viernes, 18 de enero de 2013

Come home -2


A veces le resultaba difícil ejercer su trabajo. Todo el tiempo ideando innovaciones, atrayendo público, convenciendo a las masas, relacionándose con la prensa… Eran demasiadas cosas que a veces se convertía en una obligación, sobre todo si se  estaba lejos de su familia. Llevaba más de dos años sin volver a sus raíces, que tan importantes parecen para sus escritoras favoritas. Sólo hablaba con su madre por teléfono, y de su padre no había vuelto a saber nada desde que inició la universidad hace nueve años. Su hermano estaba preparándose para iniciar sus estudios en ese mundo docente mientras leía las mismas preocupaciones de su hermana mayor en las cartas que esta le dejó cuando aún vivían juntos. Su padrastro había conseguido terminar de estudiar abogacía, y del resto de su familia, apenas recordaba sus caras. Se le hacía complicado incluso recordar las voces de su tías, de sus primas y amigas; ahora tan distantes en espacio  y tiempo. Sospechaba que la gran mayoría de ellas seguirían en la isla de la que partió con miedo. Caroline habrá terminado sus estudios en inglés y estaría por alguna parte del Reino Unido, Pablo seguro que estaría enseñando religión católica a iniciados en la adolescencia mientras que Alexandra se habría hecho cargo de la tienda familiar Macoalex, su prima Virginia residiría en algún país de Europa arreglando el cuello a alguien, Yolanda viajaría de un mundo a otro de azafata… Y ella misma estaba allí, en Suiza, continuando por sus sueños y objetivos pendientes.
Hacía cinco meses que había llegado de su viaje a New York. Cinco meses y una semana después de empezar el año nuevo e intentar olvidar a aquél hombre. Aún lo recordaba en sus sueños más profundos. Parecía que después de haberse despedido, esquirlas de metal se incrustaran en su corazón, marcándola durante ese tiempo. Desde pequeña había sido una niña muy enamoradiza, incluso de adolescente le costaba separarse de esa parte de sí misma que tantos problemas le daba; pero cuando creció, toda esa magia se perdió: maduró mucho más rápido de lo que quería y cuando sólo tenía diecisiete años, era escéptica respecto al amor. Dudaba que existiera, y si acaso existía, era destinado sólo para unos pocos que pudieran lidiar con él. Se había negado mantener una relación de todas las maneras, durante la época de su preparación, y después de terminar la licenciatura se cerró en banda a vivir su vida, viajar y amar países, colgada de la mano de un chico. Primero viviría su vida, y después haría una familia, le gustaba decirse. Pero en el fondo, ella tenía miedo a salir herida de una relación, de no poder levantarse (aunque sabía que si caía se levantaría), y de tener que soportar noches llorando desconsoladamente. Pero ningún pensamiento cambiaba la imagen del chico: alto y moreno, de espalda ancha y brazos musculosos, ojos negros y labios llenos, fuerte y decidido. Un hombre en toda su magnitud. Desde que le vio se quedó embobada con lo que representaba: peligro y pasión. Una pasión desbordante que podía llegar a quemar y herir.

Volvió su mente a sus manos, ahora sosteniendo su pequeño discurso sobre la ventaja de comprar en Healy’s, la empresa privada para la que trabajaba desde hacía tres años. Healy’s fue fundada por el magnate multimillonario Harry Clark: mujeriego, viudo y padre de 3 hijos mayores. Su mujer murió de cáncer justo después de casarse, y el dolor le consumió durante muchos meses. Todos creían que realmente no la amaba, que la quería por la alianza comercial entre la otra empresa, ahora suya, Scheld. Las dos grandes empresas manejan la venta de automóviles, revistas, y ropa de los diseñadores más famosos de Suiza. Y su pequeño trabajo en comparación, era dedicarse a soltar una perorata delante de los medios en inglés.

Decidió cerrar los ojos y recordar cuando jugaba con su hermano al fútbol en el jardín de su casa.  Él caía cada vez que intentaba llegar a la portería de ella, a veces por una patada en la canilla o por un mal acierto pisando la pelota. Siempre le decía que lo terminaría matando a patadas. Le gustaba pasar momentos con él, era la mejor forma de olvidar los problemas y reír a carcajada limpia hasta quedar sin oxígeno que poder respirar.

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